Antonella Cuando llegamos a la mansión de Vincenzo, no puedo evitar maravillarme ante la mezcla de arquitectura clásica y toques modernos que define el lugar. Roma siempre ha sido testigo de la convergencia entre lo antiguo y lo contemporáneo, y la residencia de mi hermano no es la excepción. Una sonrisa escapa de mis labios al ver a mis sobrinas, Luciana y Melanie, que nos han abierto las puertas. Tienen quince años y ya deslumbran con su belleza. La combinación de la herencia franco-italiana de su padre y las raíces colombianas de su madre ha resultado en una mezcla extraordinaria; son las niñas más hermosas que he visto y, al tenerlas frente a mí, no puedo evitar sentir un orgullo inmenso por la diversidad que corre por nuestras venas. —¡Traje pan! —digo, dándole a Melanie la bols