Desde el momento en que Adrien DuPont cruzó el umbral del salón, todo se detuvo. Había algo en él que diferenciaba a los Alfas líderes de los Alfas comunes. Su mera presencia comandaba respeto. No era solo su estatura, aunque Adrien era notablemente más alto y corpulento que la mayoría de los presentes. Sus músculos eran más definidos, su postura más firme, pero lo que realmente lo hacía destacar era la energía casi palpable que irradiaba. Una fuerza que no se veía, pero que todos sentían.
Jackson, por más Alfa que fuera, era insignificante en comparación. Adrien, como Alfa líder, pertenecía a una clase distinta. No solo gobernaba sobre una manada poderosa, sino que su linaje le otorgaba una autoridad que nadie podía desafiar. Los Alfas líderes eran diferentes: más fuertes, más grandes, más letales en combate. Era una ley tácita entre las manadas que enfrentarse a un Alfa líder era como desafiar a la naturaleza misma.
Jackson lo sabía. Y aunque la furia lo carcomía por dentro, sabía que enfrentarse a Adrien sería inútil. La diferencia de poder era abrumadora. Jackson podía desear luchar, podía sentir el ardor de la humillación en su pecho, pero no era tonto. No frente a alguien como Adrien. Enfrentarlo significaba perder más que una simple pelea. Significaba poner en riesgo su posición, su manada, su vida.
Adrien permanecía de pie, sus ojos grises fijados en Jackson, observando cada reacción, cada gesto. Había intervenido sin dudar, algo que no era común en él. Sabía que, como Alfa líder de EmberWood, debía mantener una distancia calculada con los asuntos menores. Sin embargo, lo que había presenciado no era un asunto menor. El abuso que había visto era intolerable, y aunque su deber era limitarse a los asuntos políticos, no podía pasar por alto lo que había sucedido.
Un Beta, m*****o de la delegación de Moonlit Woaods, se acercó a Adrien, su cabeza inclinada en señal de respeto.
—Alfa DuPont —saludó con reverencia—, Debemos de ir con el alfa Ulric para formalizaremos la asociación que hemos estado buscando. Todo está listo para la firma del tratado.
Adrien asintió, su atención dividida entre el Beta y la situación que acababa de ocurrir. Sabía que el tratado con Darkwood era crucial. Formar una alianza con todas las manadas de Moonlit Woods consolidaría el poder de EmberWood y garantizaría la paz en la región. Ulric, el Alfa líder de Darkwood, era conocido por ser un líder astuto, y Adrien debía mantenerse enfocado en los asuntos diplomáticos.
Pero había algo en el dolor en los ojos de Hana, en la forma en que su cuerpo temblaba de miedo y humillación, que le impedía simplemente seguir adelante.
—Darkwood es importante, lo sé —respondió Adrien, su voz tranquila pero con un filo de determinación—. Pero lo que acabo de presenciar no puede ser ignorado.
El Beta levantó la cabeza, sorprendido por las palabras de Adrien.
—¿Qué desea que hagamos, Alfa?
Adrien se cruzó de brazos, evaluando la situación. Sabía que su influencia no debía ser usada para interferir directamente en las manadas menores, pero este caso ameritaba una excepción.
—Quiero que tomes los datos de Jackson y Hana Bell —ordenó, sus palabras precisas y firmes—. Voy a hablar de este asunto con Ulric, el Alfa líder de Darkwood. Este tipo de comportamiento debe ser abordado de inmediato.
El silencio era casi sepulcral en la casa cuando Jackson y Hana regresaron del evento. El Alfa caminaba con los puños apretados, el rostro tenso y los ojos oscuros de ira contenida. La humillación frente a los demás Alfas, especialmente frente a Adrien DuPont, había sido un golpe devastador para su orgullo. Hana, caminando unos pasos detrás de él, podía sentir el peso de su furia en el aire. El olor amargo que emanaba de Jackson lo decía todo: algo estaba por suceder.
No había necesidad de palabras para saber lo que venía. Hana había estado aquí antes, en ese punto donde el Alfa la castigaba por cualquier inconveniente, por cualquier fallo percibido. Pero esta vez, la tensión era mucho mayor. La vergüenza que Jackson había sentido frente a los demás era diferente.
—Mírame —espetó Jackson de repente, su voz fría y llena de veneno.
Hana, con el corazón acelerado, levantó lentamente la mirada hacia él, viendo el odio en sus ojos.
—Todo esto es tu culpa —siguió, acercándose a ella con pasos firmes—. ¿Sabes lo que me hiciste pasar hoy? Me humillaste frente a todos. Frente a los Alfas, frente a Adrien DuPont.
El tono en su voz era cortante, y cada palabra la atravesaba como una daga. Hana no respondió, sabía que cualquier cosa que dijera solo empeoraría la situación. Ya había aprendido que, en momentos como este, el silencio era su única defensa.
Jackson se pasó una mano por el cabello, tratando de calmarse, pero el olor amargo de su rabia seguía llenando la habitación.
—Cámbiate —ordenó de repente, su tono imperioso—. Vamos a dar un paseo.
La petición fue tan inesperada que Hana no pudo evitar fruncir el ceño, sorprendida. Jackson no solía llevarla a paseos, y menos cuando estaba enfadado. Algo no estaba bien, pero no se atrevió a cuestionarlo. Simplemente asintió y se dirigió a su habitación para cambiarse de ropa. Mientras lo hacía, su corazón martillaba con fuerza en su pecho. Sabía que cualquier movimiento en falso podría desencadenar una tormenta aún mayor.
Cuando regresó, Jackson ya la esperaba en la puerta. Salieron de la casa y caminaron en silencio hacia el bosque, el crepúsculo empezando a teñir el cielo de un rojo apagado. El bosque siempre había sido un lugar tranquilo para Hana, un refugio en medio de su tormentosa vida con Jackson. Pero esa tarde, el ambiente se sentía diferente. Más oscuro, más amenazante.
—Transfórmate —ordenó Jackson cuando llegaron a una zona más desolada del bosque, donde los árboles eran altos y densos, cubriendo el cielo.
Hana lo miró, titubeando por un segundo. La orden era inusual, pero obedeció. En silencio, dejó que su forma humana cediera paso a su forma de lobo, un hermoso pelaje blanco que brillaba débilmente bajo la luz del atardecer. Una vez transformada, se colocó al lado de Jackson, esperando sus instrucciones.
Jackson se transformó también, su lobo mucho más grande y oscuro que el de Hana. Con un gruñido bajo, comenzó a avanzar más profundamente en el bosque. Hana lo siguió de cerca, aunque con cada paso que daban, sentía que algo no estaba bien. El instinto de su lobo le decía que se alejara, pero el vínculo con su Alfa la obligaba a seguir adelante.
Finalmente, después de lo que pareció una eternidad, Jackson se detuvo en un claro aislado, rodeado por árboles altos y oscuros. El silencio era abrumador, solo interrumpido por el suave crujido de las hojas bajo sus patas.
De repente, sin previo aviso, Jackson se giró bruscamente hacia Hana y, con una ferocidad que nunca antes había mostrado, lanzó un ataque rápido y brutal. Sus garras se clavaron en el costado de Hana, rasgando su piel y haciéndola caer al suelo con un gemido ahogado de dolor. El lobo de Hana aulló, pero era demasiado débil para defenderse. El ataque había sido inesperado, traicionero.
Jackson no dijo nada, ni siquiera en su forma de lobo. Simplemente la miró mientras ella se retorcía de dolor en el suelo, incapaz de moverse. El dolor la atravesaba como una ola de fuego, pero peor que el daño físico era la traición. Sabía que Jackson era cruel, pero nunca había imaginado que llegaría tan lejos.
Mientras la sangre de Hana manchaba la tierra bajo ella, sus ojos comenzaron a nublarse. Su respiración se hacía cada vez más difícil, y el miedo se apoderó de su corazón. Intentó levantarse, pero sus patas no respondían. Lo último que pudo ver antes de que sus ojos se cerraran fue la figura de Jackson alejándose, su lobo n***o perdiéndose entre las sombras del bosque, dejándola atrás.
El frío de la noche comenzaba a asentarse, y con él, una sensación de desesperanza envolvió a Hana. Sabía que Jackson no volvería. La había dejado para morir, sola y desangrada en el corazón del bosque.