Palpo la placa de identificación en mi pecho y cierro los ojos. Aún puedo escuchar la dulce y gruesa voz de Walter en aquella llamada, la forma en la que me calmaba y me decía que todo estaría bien. Se dibuja una sonrisa melancólica en mi rostro al recordar que fue justo en ese instante que empecé a enamorarme de Walter, únicamente que yo no lo sabía. Pero, me tranquiliza saber que desde ese momento pasé los mejores días de mi vida gracias a Walter, pude levantarme después de haber sido destrozada física y mentalmente por un mal amor. Conocí lo que era enamorarse de verdad y tener una relación saludable. Mi sonrisa desaparece al darme cuenta que debí contarle a Walter todo esto, lo mucho que me importa y, lo más importante, que es el amor de mi vida. Nunca se lo dije, nunca le dije que