La policía llegó y se llevó a Carl. Él, claramente puso resistencia y se ganó uno que otro bolillazo por parte de un policía que no se iba con titubeos. Antes de ser subido a la patrulla me gritó: —¡ESTA ME LA VAS A PAGAR, ZORRA! Para ese momento yo estaba acurrucada en brazos de mi madre sollozando. Cuando llegamos a casa, nos reunimos alrededor de la mesa del comedor y todos llegaron a la conclusión más obvia de que yo no podía volver a ver a Carl, que esa relación estaba más que terminada. —¿Te ha golpeado? —preguntó mi padre. —No, claro que no —solté con rapidez. —Clara me dijo que varias veces lo vio gritándote —arguyó mi hermana, que aún seguía pálida por el miedo que recorría su cuerpo. Mi madre dejó un pocillo de aromática de albahaca y hierba buena frente a mi herma