En siete meses pueden suceder muchas cosas, una de ellas: olvidar el amor que sientes hacia una persona. Imagino que es lo mismo que me sucedió con Walter y Carl; ellos son mis dolores de cabeza. Intento pensar en qué momento todo se puso boca arriba, en qué momento eché todo al fiasco, claro, una vez más. Pero es la última vez que Walter accedió a perdonarme, no, no lo hizo de verdad, al menos, no como para que todo entre los dos volviera a funcionar. Termino de hacer la maleta y reflexiono sobre lo que estoy haciendo. Sacudo mi cabeza para soltar aquellos pensamientos de “estás loca, no tienes que viajar, nadie te está esperando”, “mejor ríndete, no te va a perdonar”, “eres una maldita desagradecida, por eso no lo mereces”. No tengo nada que perder, ya lo sé, tampoco nada que ganar,