Observo por la ventana que ellos se estén marchando cuando de pronto un leve sonido me hace dar la vuelta. Allí esta Cristian con sus ojos cristalizado y abrazando a su Tablet tal y como si fuera un oso de peluche —¿Qué sucede hijo?— Pregunto acercándome a él.
—¿Estas enfadado conmigo?— Me dice triste y detesto hacerlo sentir así.
—No hijo, ¿Cómo crees que puedo estar enfadado contigo?— Le respondo inmediatamente mientras que me agacho frente a él y clavo mi mirada en esos ojos miel que son mi vida.
—Es que parecía que te habías enojado conmigo cuando le dije a esa mujer lo de mamá— Murmura y niego.
—No hijo, no es eso. Tienes que entender que no conocemos a esas personas. No sabemos quiénes son ni mucho menos que quieren ¿entiendes?— Le explico lo más simple que puedo.
Él hace una mueca que me hace sonreír y me vuelve a mirar —Ella se veía buena persona— Comenta y sonrió.
—¿Te parece?— Averiguo y asiente.
—Si, ¿la volveremos a ver?— Cuestiona sorprendiéndome.
—No lo sé, pero ¿Qué te parece si vamos por un buen gelato?— Le propongo y de pronto su carita cambia —¿Te gusto la idea? ¿no?— Digo divertido y asiente.
—¡Si!— Exclama saltando de aquí para allá y en un acto reflejo agarro la Tablet para que no se le caiga.
—Bueno entonces vamos— Digo y rápidamente dejo la Tablet sobre la mesa y agarro mi billetera para que así nos vayamos juntos a una de las mejores gelaterias que hemos conocido aquí.
No me gusta que Cristian piense que estoy enojado con él por hablar de su madre, pero es que tampoco puedo darme el lujo de que alguien le haga daño por saber de quién es hijo.
[…]
Las calles de esta comuna son estrechas y los vecinos ya empiezan a conocernos con el tiempo que llevamos aquí haciendo que nos saludemos uno a otro como si fuéramos amigos de toda la vida cuando no es así. Es extraño, pero esta vida de tanta paz y opuesta a todo lo que vivía en Estados Unidos, es justamente lo que necesitaba para poder ir, aunque sea sanando un poco todo el dolor que siento —Papi, ¿ese no es el señor que estaba en la casa?— Me pregunta de repente cuando vamos caminando por un área más solitaria de Varenna.
Miro al hombre por un momento y efectivamente es él —Si hijo, es él— Respondo y veo como deja el auto en el taller mecánico.
—¿Lo saludamos?— Pregunta y niego.
—No, está bien, lo vimos hace poco— Informo y continuamos con nuestro camino hasta llegar a la gelateria. Cristian y yo elegimos nuestros gelatos, y una vez que p**o por ellos le propongo que vayamos a orillas del lago “Como” a comer lo que acabamos de comprar.
No cabe dudas que uno de los paisajes más hermosos de Italia esta justamente aquí. Las pintorescas casas se pueden apreciar desde la orilla del lago y también los yates que se pasean por aquí demostrando todo el poderío económico de la gente que habita esta comuna y muchas de las otras que rodean este sitio. Extrañaba que mi hijo me preguntara las típicas preguntas de un niño de su edad que llevan como insignia las palabras ¿Cómo? ¿Por qué? Y por supuesto ¿Cuándo?
Mi trabajo me había mantenido bastante alejado de él en estos aspectos y no es hasta ahora que me doy cuenta de que me necesita más que nunca. Sé que tengo que luchar con mis propios fantasmas para estar con él, pero voy a intentar ser la mejor versión de mí que yo pueda para hacerle bien —Señor Raynold— Escucho una voz masculina y un tanto alarmado, me doy la vuelta para mirarlo y darme cuenta de que es el chofer de la mujer que ayude hoy.
—¿Usted otra vez?— Pregunto confundido.
—Lo iba ir a buscar mañana, pero el destino quiso que nos encontráramos antes— Me explica y de inmediato me pongo de pie.
—¿Para qué me iba a buscar?— Cuestiono firme.
—Mi jefe quiere hablar con usted ¿puede acompañarme?— Me pide y no sé muy bien que pensar de esto.
—¿A dónde?— Averiguo con desconfianza.
—A la casa de la familia Castello, esta justamente ahí— Responde y me señala una increíble mansión a orillas del lago que está a muy pocos metros de nosotros.
—No tengo con quien dejar a mi hijo— Excuso.
—Tráigalo, no se molestarán si lo hace— Me ofrece y miro a Cristian.
—¿Qué dices? ¿Quieres venir?— Le cuestiono y él sonríe.
—Si, mira lo bonita que es la casa— Comenta y ahora soy yo quien sonríe.
—Está bien, vamos— Accedo sin tener idea de que es lo que me pueda esperar allí.