Así éstos conversaban. Cuanto espacio encerraba el foso desde la torre hasta las naves llenóse de carros y hombres escudados que aí acorraló Héctor Priámida, igual al impetuoso Ares, cuanto Zeus le dio gloria. Y el héroe hubiese pegado ardiente fuego a las naves bien proporcionadas a no haber sugerido la venerable Hera a Agamenón, aunque éste no se descuidaba, que animara pronto a los aqueos. Fuese el Atrida hacia las tiendas y las naves aqueas con el grande purpúreo manto en el robusto brazo, y subió a la ingente nave negra de Ulises, que estaba en el centro, para que lo oyeran por ambos lados hasta las tiendas de Ayante Telamonio y de Aquiles, los cuales habían puesto sus bajeles en los extremos porque confiaban en su valor y en la fuerza de sus brazos. Y con voz penetrante gritaba a los