Sarpedón, al ver que sus compañeros, de corazas sin cintura, sucumbían a manos de Patroclo Menecíada, increpó a los deiformes licios: -¡Qué vergüenza, oh licios! ¿Adónde huís? Sed esforzados. Yo saldré al encuentro de ese hombre, para saber quién es el que así vence y tantos males causa a los troyanos, pues ya a muchos valientes les ha quebrado las rodillas. Dijo; y saltó del carro al suelo sin dejar las armas. A su vez Patroclo, al verlo, se apeó del suyo. Como dos buitres de corvas uñas y combado pico riñen, dando chillidos, sobre elevada roca; así aquéllos se acometieron vociferando. Violos el hijo del artero Crono; y, compadecido, dijo a Hera, su hermana y esposa: -¡Ay de mí! La parca dispone que Sarpedón, a quien amo sobre todos los hombres, sea muerto por Patroclo Menecíada. Entre