La seriedad tomó lugar. Los muchachos fueron obligados a permanecer acostados y Alvize se ocupó de que se quedaran tranquilos para que pudieran recuperarse y volver al trabajo. ―Lo primero que deben saber es que no permitiré que regresen sin antes haber sanado bien sus heridas. ―Los miró a los ojos―. Lo segundo es que todavía no hemos dado con quienes estaban detrás del incidente. Mekeril y Alessandro cruzaron miradas. ―¿No encontraron información en el teléfono que rescaté? ―Mekeril observó a sus hermanos. ―Parece que era el móvil personal de ese imbécil. ―Rodrigo negó―. Estaba por llamar a su esposa. ―Mekeril cerró los ojos―. Y no está de más decir que le hice una visita, pero ella creyó que su esposo solo era un camionero. ―Se encogió de hombros. ―Sabían a dónde llegaría el cargam