Había pasado tres semanas desde que el cargamento había sido robado. Un pequeño enfrentamiento se dio, pero nada que se saliera de control. Las chicas todavía no habían iniciado su trabajo. Mekeril y Alessandro se la ponían difíciles, y ellas, por cuestiones de estudios, tampoco podían darles frente, ya que ni tiempo tenían. Algunos de sus socios cuestionaron lo que pasó, pero Alvize, como el grande que era, los puso a todos en su lugar y las cosas no escalaron más.
Mekeril se enojó con su padre por la manera en que respalda a su mujer. Tenía miedo de que las cosas salieran mal y su mujer estuviera puesta en el ojo del huracán.
―¿Puedes, por favor, quitar ese gesto? ―Nahara resopló―. Solo iré a la casa de un compañero para hacer un proyecto, es todo.
Mekeril gruñó más cabreado.
―¿Por q
