Estaba arrepentida, si y mucho, de haber dejado mi número a su secretaria en caso de que hubiese algún problema con el taller, pero ya no había solución para eso. Lo hecho, hecho estaba y ahora estaba preparándome para ir a cenar con Arthur. ¿Negarme? ¡Por supuesto que podía! Pero tenía sentimientos encontrados, por lo tanto, había algo que me impedía tomar mi teléfono y decirle a Arthur qué bien podía cenar solo, sin embargo; yo no era tan desalmada y por supuesto no entendía la razón de la cena. ¿Me habría visto? ¡No, estaba segura de que no! Quizás esa era otra razón por la que no me negaba a ir con él, porque lo había desobedecido en la única cosa que me había pedido. ¿Era una tonta? ¡Por supuesto! Pero había ido a esa fiesta y me había embriagado única y exclusivamente pensando