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Por primera vez, el gesto de Arthur no formó una sonrisa, sino que permaneció firme y tenso, tal vez molesto. —¿No estabas enojada conmigo porque compre un departamento para una de mis chicas? ¿Por qué no aceptas mis disculpas?—impugnó en voz seria—solo intento compensar lo que hice. —¡Zorras!—le corregí—esa chica no era más que una zorra e independientemente de eso, me parece que es momento de aclarar que yo no soy como esas chicas, así que mejor olvidate de esos estúpidos regalos porque van a funcionar. —Sí, sí, ya he aprendido la lección. Mis regalos para ti son basura, pero seguro que habrá algo que pueda hacer para obtener tu perdón. —Humillarte sería una de ellas—le sugerí. —¡Ah, me quieres ver humillado! ¿De rodillas o bajo tus pies?—propuso, pero sus palabras me parecieron una