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Al día siguiente el sonidos de los pájaros cantando y no el de los autos sonando sus claxon para poder quejarse, me despertó. La luz que entraba en la habitación era tan fuerte que era imposible seguir durmiendo, así que me gire hacia el lugar de Arthur con el fin de abrazarlo, pero mi mano no lo encontró. La noche anterior, después de soplar las velitas, disfrutamos de un par de bebidas y cuando los invitados se despidieron, decidimos descansar y disfrutar por primera vez una noche sin ningún otro tipo de actividad nocturna, lo necesitábamos. Levante la cabeza para confirmar lo que mi mano había sentido y efectivamente Arthur no estaba. —¿Arthur?— lo llamé pensando que estaba en el baño, pero no recibí respuesta. Me destapé y me puse la bata, porque cabía la posibilidad de que tal vez