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Los días en que Arthur se sentía con ánimos, planificábamos lo que necesitaríamos para nuestra boda. Las invitaciones, el bufete, la decoración, la música, todo cuanto se nos ocurría y aunque en realidad me incomodaba la situación, es decir, él quería hacerme reír, me contaba chistes y hacía alguna qué otra tontería para sacarme una sonrisa, pero ¿Cómo podía con la cara que tenía? Recién llevábamos dos sesiones de terapia y él ya no lucia como antes. Había adelgazado un poco, el rostro siempre se le notaba pálido y con bolsas oscuras debajo de los ojos debido a la noches de insomnio y aunque él no me lo decía, yo había notado que había comenzado a perder el cabello. Eso por su puesto era lo de menos, yo estaba dispuesta a resistir y quedarme junto a él, aunque perdiera todo su cabello,