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—Te jactas de ser un adulto, pero mira que casarte con una niña cuando pudiste elegir no hacerlo—impungne y me pareció que mis palabras rindieron un efecto qué no esperaba, ya qué tanto la mano qué me sujeta a de la cintura como la que había estado acariciando mi cuello con cierta ternura, se alejaron de mi, así que me gire hacia él y no temí señalar lo con la punta de mi dedo—dices consentir mis caprichos, pero me humillas frente a otras mujeres. ¿Crees que por ser un “adulto” tienes derecho a pisotear mi dignidad? Vi a Arthur abrir los labios, quizás para responder mis reclamos, pero antes de que labios emitieron algún sonido, la puerta de aquella sala se abrió sin previo aviso, cosa que me alarmo un poco. —Oh, discúlpenme, llame varias veces, pero nadie respondió—dijo el mismo gerente