Rodrigo arrugó el ceño, no comprendió por qué esa religiosa permanecía de espaldas, de pronto la imaginó espantosa, como la monja de la película de terror, sonrió en su interior.
Giovanna cerró sus ojos, hizo una oración y volteó, no lo miró, por milésimas de segundos el corazón se le detuvo, temía que él la fuera a reconocer.
Rodrigo se puso de pie apoyándose en la silla, cojeando llegó frente a la religiosa.
Giovanna palideció más de lo que ya estaba, sentía que los latidos de su corazón se escuchaban en esa habitación. Rodrigo enfocó su azulada mirada en el dulce rostro de la religiosa.
—Así que usted fue la santa que me salvó la vida —expresó con ese tono de voz seductor.
«¡Eres un m@ldito estúpido!»
«Perdón, Dios mío, maldecir es pecado»
Giovanna se aclaró la voz, sentía l
