Rodrigo se iba a echar la culpa, para que no castigaran a Lulú, pero los niños la acusaron con la mano. —Lo lamento, hermana Caridad, no medí mi fuerza. —Lulú inclinó su cabeza—, no me dé postre estos días hasta que se reúna para pagar el cristal. El corazón de Giovanna se estremeció al escucharla. Rodrigo ladeó los labios, conmovido. La religiosa se inclinó a la misma altura de Lulú. —No, debiste hacer eso, pero no te voy a castigar, reconocer los errores y admitirlos es de valientes. —Se reflejó en la inocente mirada de Lulú y el alma le tembló, abrazó a la pequeña, y sintió una cálida energía envolverla. Lulú suspiró en los brazos de la religiosa, también sintió una sensación de seguridad que la hizo sentir bien. —Yo pagaré los daños, fue mi culpa —avisó Rodrigo. Giovanna