- Como todos saben, orgullosos hombres y mujeres de nuestra nación están luchando en una guerra que ha estado sucediendo desde hace bastante tiempo- dijo el profesor a su clase.
Cuatro años, tres meses y dos días- aclaró Jazmín en su cabeza.
- Algunos de estos valientes soldados han estado allí por mucho tiempo y necesitan recordar su hogar y la razón por lo que están luchando. Como tal, el presidente ha implementado un nuevo programa de voluntariado, cualquiera que lo desee, puede inscribirse conmigo y se le asignará un soldado. Deben saber que hay muchas regulaciones y no se puede hablar de todo en caso de que las cartas sean interceptadas, ninguno sabrá su nombre real por seguridad, pero a pesar de todo es una rara oportunidad de ayudar directamente en la guerra.
Nos informan de esto porque estos soldados no les queda absolutamente nadie a quien escribir… Están lejos de casa luchando por sus vidas y no tienen a nadie- pensó Jazmín con el ceño fruncido
- Para aquellos de ustedes que estén interesados, por favor vengan a mí después de la clase. Ahora, por hoy pensé que trabajaríamos en...
Por lo general, la estudiosa Jazmín escuchaba a su profesor con gran atención, siempre ansiosa por aprender más sobre el mundo militar. Sin embargo, hoy su anuncio especial la había tomado por sorpresa y la voz de este pasó a un segundo plano y prefirió perderse en sus pensamientos.
¿Había hombres y mujeres realmente solitarios que no se daban cuenta de lo increíbles que eran? ¿Cuán heroico fue el sacrificio que estaban haciendo?
Al provenir de padres civiles, Jazmín sabía lo difícil que era creer en algo con fuerza y no recibir el apoyo y los elogios que siempre se había deseado. Sus padres entendieron en un nivel fundamental por qué quería convertirse en militar, pero no simpatizaron cuando llegó a casa cansada o herida.
¿Por qué querría arrojarse a propósito en algo que sin duda la mataría?
Pero ella era terca y pensó que los soldados que se negaron a irse o morir en el frente también deberían estar pasando por algo igual. Se merecían tener a alguien de quien escuchar o leer una palabra de aliento, saber que había un individuo por ahí al que le importaba si vivían o no.
Sintiéndose llena de justicia propia, se pavoneó hasta el escritorio de su profesor después de terminar la clase.
- Tenía la sensación que te interesaría, Jazmín- dijo con una sonrisa amable que ella devolvió fácilmente-. Y conozco a la persona perfecta a quien asignarte. Está siendo un poco terco y muchas personas han renunciado ya que no respondió, pero creo que esta persona necesita más amigos por correspondencia que cualquier otro y eres una persona igualmente obstinada para este trabajo.
- ¿Hay algo que puedas decirme sobre él o ella?
- Bueno, como dije todo será estricto y regulado. Lamento decir que solo puedo darte el número al que está asignado. Tendrás que esperar para recibir sus cartas para saber algo sobre él.
Jazmín miró el trozo de papel que le dio. Solo tenía un número de cuatro dígitos: 2284. Ella frunció el ceño pensando que era extraño que una persona hubiera sido reducida a un número. Tal vez fue por seguridad o tal vez fue más fácil organizar a las personas si solo fueran números, pero eso no quitaba la sensación de tristeza que le daba esto, eran personas no objetos, pero aun así decidió no expresar nada de estos pensamientos a su profesor y prefirió dejarlos encerrados en un rincón de su mente.
- Siempre que desees escribir una carta, coloca el número en el sobre con el nombre: Intercambio de cartas soldado debajo. No te preocupes por la dirección, otros se encargarán de eso.
- Ok- dijo Jazmín, sintiéndose repentinamente muy pequeña ante la responsabilidad.
- Y Jazmín?- su profesor extendió la mano y se la puso en el hombro-. Gracias.
Jazmín se encontró sonriendo de nuevo por la sinceridad en la voz de su maestro.