La amaba, pero no la merecía. Ella podía hacerlo mucho mejor que él y esto lo sabía. Y así, por su bien, le mintió. Le dijo que había reevaluado su relación y decidió que era demasiado viejo para ella, que ella era demasiado joven para él, que se había cansado de ella, que todos los chismes y desdén que tendrían que soportar no valía la pena. Ella solo lo miró con una expresión extraña en sus ojos, preguntándose por qué él no se encontraba con su mirada. Ella se echó a reír, no parecía tomárselo en serio y se burlaba de que él lo compensaría más tarde. Pero la semilla de la duda, aunque no deseada, había sido plantada. Se dio cuenta de que tendría que recurrir a métodos mucho más obvios para convencerla realmente. Esa noche, justo antes de que él supiera que ella se presentaría en el