Capítulo 4 La primera visita en tres meses.

1506 Words
Capítulo 4 La primera visita en tres meses. Tres meses después… Esa mañana, adolorida a más no poder, Clara se dispuso a ir a la cocina como todos los días en busca de comida. Nada más entrar recibió las indicaciones del hombre que manejaba a todos los empleados, Giuseppe, quien era una especie de mayordomo dictador, y en vez de ayudar y hacerle las cosas más fáciles a Clara, hacía todo lo contrario. Le gustaba hacerla padecer tanto o más que Marco y eso era decir mucho. —Hoy te toca ir a la oficina del señor a limpiar los suelos, ya ha pasado un tiempo desde que lo hiciste y están bastante sucios. Requieren de una buena limpieza. Le dijo el hombre. Clara podía oír un destello de burla en sus palabras que la hizo apretar fuertemente los puños a sus costados. El mayordomo sabía cada una de las bajezas que Marco le hacía y no se apenaba ni un poco de hacerla trabajar allí ni de hacerla arrodillar en el frío y duro suelo, para cuál cenicienta lavara los pisos con sus manos y con la ayuda de un trapo. —Ve nada más terminar el desayuno. —Sí, señor. Al igual que otros días, a Clara se le permitió desayunar un poco de café para que tuviera la energía suficiente para trabajar, junto con dos rodajas de pan tostado, pero al verla tardar al comer, Giuseppe la mando a lavar los pisos del estudio de Marco sin nada más en el estómago. —Si tardas demasiado, comerás menos. Ahora andando. Ella estaba tratando de hacer un poco más de tiempo, puesto que a esta hora Marco tendría que estar allí en su oficina, por lo que estaba segura de que se verían y muy posiblemente algo le haría. Como cada vez que ella terminaba trabajando allí. Se levantó de su asiento siendo observada por todos en la cocina, pero solo Lorenzo, el cocinero, y Sofía la miraban con pena. Estos dos eran los únicos que habían demostrado un ápice de pesar a todo lo que Marco le hacía. Aunque querían ayudarla, era inútil, pues ellos solo eran empleados y él un maldito mafioso. Aquella vez, cuando lo vio matar a ese hombre que estaba torturando, lo entendió, Marco era un criminal. Aunque todavía en ese momento no había comprendido la magnitud de lo que era él, pero luego sí lo hizo. Marco era el líder de la mafia Italiana, desde hace años mandaba sobre miles de hombres con puño de hierro. Era un maldito criminal con todas las letras, estaba metido hasta el fondo en muchos negocios ilegales, drogas, armas, lavado de dinero, entre otros más. El único negocio al que no había entrado y se había propuesto nunca entrar era al tráfico humano. Era sorprendente que siendo un hombre tan despiadado se autoimpusiera un freno moral en sus negocios, aunque eso no lo frenaba a ser un monstruo con su esposa. Tal y como Clara lo había previsto, al entrar al estudio se encontró con Marco dentro de su oficina. Al verlo allí, un conocido escalofrío paso por su cuerpo. No dijo nada cuando entró, solo se arrodilló para empezar a limpiar, pues sabía por experiencias anteriores que él prefería que se mantuviera callada mientras él trabajaba, y que si le hablaba puede que sufriera un castigo severo. Lavó el piso lo más rápido que pudo, tratando de dejarlo impecable, ante la atenta mirada de Marco, quien hace tiempo había abandonado la idea de revisar esos documentos que tenía sobre su escritorio para poder observarla limpiando. Una sonrisa diabólica se formó en sus labios al verla arrodillada, en algunas ocasiones con el trasero arriba apuntando hacia él, viéndola como una especie de esclava, alguien de su propiedad. Cuando vio que ella prácticamente había terminado de limpiar casi todo el suelo y solo le faltaba el área donde él estaba, Marco se levantó de su silla. Se acercó a ella despacio y al sentirlo a su lado vio por el rabillo del ojo los pies de él, supo lo que vendría, lo que provocó que sus ojos se llenaran de lágrimas. —Suelta eso, pequeña putita. Le dijo Marco mientras suavemente le empezó a acariciar su antes hermoso cabello, ahora bastante maltratado, atado en una suelta coleta. Al ver que ella no le estaba haciendo caso, volvió a hablar: —No me hagas enojar Clara, mejor suéltalo ahora mismo. Su voz era fría y demandante, tuvo que obedecerlo de inmediato. Soltó rápidamente el trapo que tenía en sus manos, para luego sentir como Marco enredó los dedos en su cabello y la jaló con fuerza para que se levantara. Mordiendo su labio inferior para evitar gritar, ella se incorporó como pudo, tratando de no hacer ningún ruido. Sabía que a él le gustaba que gritara de dolor, por lo que muchas veces, aunque los quería soltar con toda su alma, se contenía y se los guardaba para después. A Marco eso no le importaba en lo más mínimo, sabía el efecto que tenía en ella y estaba más que satisfecho al ver que ella ya se estaba acostumbrando a lo que él le hacía, eso le indicaba que la podía romper un poco más todos los días. —Vamos, créete que eres fuerte, me encanta romperte. La llevó hasta donde estaba su asiento y la hizo arrodillar a su lado en el suelo; ella no levantó la vista, solo miró hacia abajo a las grandes baldosas. Este se sentó en su asiento y la miró tratando de observar sus emociones hasta que pudo ver los indicios del temor que sentía por lo que sucedería, ya lo sabía, ya lo había afrontado en diferentes oportunidades. Sintiéndose muy feliz y excitado por ver esa reacción en ella, se fue abriendo con mucho cuidado sus pantalones, liberando su dura y grande erección y levantándole la cara para que lo mirara a los ojos, con un simple movimiento de la su cabeza, la instó a satisfacerlo. Tragándose el asco que hacer esto le daba, Clara hizo lo que tenía que hacer. Inició con sus manos y luego con su boca, para ese momento cerró los ojos tratando de que su mente volara de allí, pero la voz seria de Marco, la trajo de regreso: —No, no cierres los ojos. Él se excitaba mucho más mientras la miraba con su m*****o dentro de la boca y ella lo miraba a los ojos a través de las lágrimas que se le escurrían por los ojos. —Sí, más... Métela más adentro y mírame mientras lo haces. Clara hacía todo lo que Maro le pedía, porque ya había comprobado que le iría muy mal si no lo hacía de buena gana, él ya se lo había demostrado en diferentes oportunidades, le dolería menos si lo hacía por las buenas. Al estar a punto de acabar, Marco sujetó a Clara por el cabello enredando su mano en ellos y empezó a marcarle el ritmo, aumentándolo tanto que su cabeza iba y venía de arriba hacia abajo a mucha velocidad, haciendo que él pronto se corriera en ella. Las lágrimas empapaban por completo sus mejillas y por sus labios se esparcía el semen de él. —Mmm… Así, así es como más me gusta verte… Con la cara roja, los ojos llenos de lágrimas y los labios blancos por mi semen. Ahora trágatelo todo. Le dijo mientras la sujetaba de la mandíbula para ver que lo hiciera. Más tarde ese día, Clara estaba cerca a la puerta de la mansión, limpiando una de las tantas ventanas, cuando vio bastante revuelo afuera. Podía ver que un auto de alta gama que se acercaba y al poco tiempo se detenía a las afuera de la casa e intrigada por quien sería la persona que había legado, ya que era la primera visita en tres meses, se quedó como tonta, mirando hacia afuera. El impresionante auto era un hermoso Ferrari rojo, uno de los últimos modelo que habían salido el año pasado. El costo debía de ser de más de 1.5 millones de euros, una gran cantidad si vivías una vida cómoda y eras un trabajador común, pero para su dueño solo era una pequeña cantidad que no hacía la diferencia. La elegancia natural del vehículo combinaba con la del conductor, un joven en un traje de diseñador que había dejado a Clara casi boquiabierta ante su apariencia por demás impresionante. Era un hombre joven, menor que ella, y su gran atractivo físico irradia confianza, encanto y un aire de peligro inquietante, mientras se movía con gracia y determinación hacia la casa. El sol de la tarde, brillaba sobre su cabello oscuro y su rostro esculpido por los mismos dioses, resaltando su belleza. Clara se encontró incapaz de apartar la mirada, cautivada por esa presencia magnética, mientras el hombre se acercaba hacia la puerta, ignorando las preguntas de varios empleados que se acercaban a él, con una sonrisa de desprecio colocada en sus labios.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD