Veo su rostro bañado en lágrimas, sé que le duele la decisión que está tomando, pero si a ella le duele, a mí me quema, me latina, me hiere. No pensé que luego de todo lo que hemos pasado ella simplemente quiera renunciar a mí, que simplemente quiera dejarme atrás, se supone que no es de ese modo que nosotras actuamos. Se supone que somos la una para la otra, que en los momentos tristes y oscuros estaremos dándole la mano a la otra para ayudarla, que somos inseparables, pero tal parece que ella ha olvidado completamente eso, me siento realmente traicionada por su decisión, por sus acciones, por lo que ella ha provocado.
Ella está olvidando todo por lo que hemos luchado con su decisión, ahora solo quedan el eco de sus palabras en mi cabeza, de todas las veces que juró que nada nos separaría, que seriamos invencibles y cuando la tormenta llegara estaríamos ahí para darnos refugio y calor en los brazos de la otra.
Pero tal parece que ella ha olvidado todo eso con su elección.
—Isabell, recuerda siempre esto—la miro llorosa, las lágrimas empañan mi vista, no quiero escuchar. Cubro mis oídos, de verdad, no quiero, no puedo con esto—te amamos, tus padres y yo. No importa que pase siempre te vamos a cuidar, aunque yo... Yo soy muy joven Isabell, ellos te van a cuidar mejor, tu padre y tu madre querrían esto—niego secando mis lágrimas, la miro furiosa porque ella me está abandonando.
—Tu eres mi única familia—mi voz rasposa la hace sollozar—tú eres mi única familia y me estás abandonando—mi susurro hace que su sollozo incremente. No quiero lastimarla, pero ella me está lastimando a mí en este momento.
—Dios... No lo hagas más difícil—susurra atormentada sus ojos brillan a causa de las gruesas lagrimas que ruedan por sus mejillas.
—Solo... Vete si te irás—doy vuelta y miro a los señores Collins desde la puerta, los cuales se abrazan mirando la escena a la lejanía.
—Te amo—la miro furiosa.
—Vete... Y no regreses por mí—ella llora, pero sé que el dolor de mi alma... Ese dolor, ella no lo puede reparar.
—Cuídate Isabell—la ignoro y camino hasta la que será mi nueva casa, porque mi hogar fue destruido cuando asesinaron a mis padres.
Despierto sobresaltada y sintiendo como las gotas de sudor se resbalan lentamente por mi cuerpo. Me incorporo en la cama y paso las manos por mi pelo. Hace dos años que ella me abandonó, hace dos años y medio que ellos murieron... Hace tiempo que mi corazón solo siente dolor.
Se supone que con el tiempo debía superar las secuelas de sus muertes, pero estas me siguen y seguirán atormentando hasta tener las respuestas que necesito. Necesito saber qué causó sus muertes, sé que hasta que no descubra la verdad todo seguirá este curso, uno donde me siento perdida aun cuando no debería. Sigo siendo esa chiquilla que solo quería respuestas, respuestas que parece nunca tendré.
Unos toques en la puerta me distraen de mis oscuros pensamientos. No respondo, solo me levanto y camino hasta mi baño ignorando los constantes toques desesperados, sé quiénes son por lo que no respondo. Entro al baño y miro mi reflejo.
Mi cabello n***o cae completamente liso sobre mi espalda aun cuando hay algunos nudos en el, mis ojos verdes oliva se ven opacos y mis labios secos. Suspiro y hago mis necesidades matutinas. Me doy una larga y relajante ducha. Al salir me coloco una blusa lila junto a unos jeans rasgados y unos converse. Recojo mi pelo en una coleta desordenada y solo pinto mis labios un poco. Mirando el resultado camino hasta la puerta. Ya nadie toca, mejor para mí.
Las risas de Cloe y Susi llegan hasta mis oídos. Ellas son las dos niñas pequeñas de la señora Collins. Alicia Collins. Una mujer que podría considerarse una santa. Una que desde la muerte de mis padres me ha cuidado y protegido, me ha guiado y... Me ha salvado.
Sé que puedo ser una malagradecida porque ella era muy cercana a mi madre, pero nunca quise quedarme en esta casa. Alicia es una mujer que a pesar de rondar los cuarenta se mantiene muy bien cuidada. Es baja y regordeta, pero tiene la mirada más pura y buena que alguien puede tener. Un pelo súper largo que le cae por la espalda hasta sus pechos, sus ojos son dos piedras preciosas azules. El señor Collins es un hombre con suerte que pudo lograr atrapar a semejante mujer. Porque nunca he conocido a una persona con tan buen corazón como lo es ella.
Es de esas personas que irradian amor y confianza con tal solo mirarlas, es una mujer muy talentosa que no tiene miedo de ir por lo que quiere. Tiene 4 hijos. Los dos varones y las pequeñas gemelas.
—Isabell—sonríe al verme entrar a la cocina—buenos días—le doy una sonrisa viéndola movilizarse con facilidad, la cocina es su lugar.
—Para ti también—camino hasta las pequeñas gemelas y las abrazo—veo que amanecieron con mucha energía—ellas ríen juntas.
—La sorpresa llegará pronto—chilla de pronto Cloe de repente, son así, muy energéticas. Niego divertida.
—¿Vas a desayunar querida?—pregunta Alicia con una sonrisa.
—Voy tarde... Hablamos luego. Y ustedes—me dirijo a las niñas—no hagan que Alicia las regañe—ellas sonríen cómplices.
—¿No te despides de mí?—mi respiración se atora. Me giro lentamente y veo a Shane mirándome desde la puerta.
Shane Collins. Él fue mi novio a los quince años. Mis padres fueron mejores amigos de los suyos por lo que crecimos prácticamente juntos. Había otro hermano, del que no recuerdo mucho. Shane es guapo, siempre me gusto. Además de yo gustarle a él, estuvimos saliendo, tonteamos mucho hasta hacernos novios. Terminamos cuando lo descubrí con Emma, una supuesta amiga que tenía en ese entonces, terminamos y quedamos como amigos, claro que sufrí, él de verdad me gustaba y le quería.
Cuando mis padres murieron fue difícil vivir bajo el mismo techo que él. Además de tener que presenciar todas las veces que traía a sus "amiguitas" a jugar. Mi corazón sufría varias perdidas a esa edad, se supone que con el tiempo tenga que superarlo, pero por alguna razón sigue causando efecto en mí, odio que sea de esa manera, pero a la edad de quince años se siente con profundidad, tanto que llegan pensamientos tontos de: ¿Qué será de mi sin él? Bueno, yo tuve esos pensamientos, y la conclusión es que sigo viva y mucho mejor. Desde ese momento decidí que los hombres no me definirían.
—Termina si quieres que te lleve—respondo, él me sonríe abiertamente. Su pelo n***o está perfectamente peinado, esos ojos marrones que antes me volvían loca, ahora ya no es igual, él no causa las mismas reacciones que antes. Él es guapo y lo sabe perfectamente, justo ahora sus ojos me están mirando fijamente.
—Puedes irte, tengo que esperar a Lorenzo—suspiro y camino hasta la puerta.
—Adiós—grito y salgo.
Las calles calientes de Beverly Hills me reciben. Suspiro y camino al garaje donde guardo la moto que aún conservo de mis padres. Cuando la veo siento nostalgia. Fue el regalo que me dieron antes de morir, papá dijo que me enseñaría a conducirla sin saber que yo ya sabía. Algunos chicos del colegio me habían mostrado como hacerlo, se supone que luego de él enseñarme yo esperaría un tiempo para usarla, pero nos robaron todo, los momentos, los recuerdos que íbamos a crear, el tiempo para estar cerca del otro. Todo fue arrebatado de repente, tan fácil se escurrió la felicidad de nuestras manos que parece un poco insólito, parece un cuento de terror.
Subo en ella y arranco a paso veloz. Me gusta la velocidad. Me gusta sentir la adrenalina en cada célula latente de mi cuerpo. Es una de las cosas que más disfruto. El aire golpeando mi pelo de manera limpia. Estos pequeños momentos que la brisa fresca le da a mi piel la agradezco, porque me recuerda que continuo viva a pesar de las adversidades.
Unos minutos luego llego a el instituto. Mi mejor amigo me espera con una sonrisa y una barra de chocolate, mi manera de empezar bien un día.
—Alguien no durmió bien anoche—comenta mirando mis ojos, específicamente mis ojeras.
—Nada que la clase del maestro George no ayude—sonrío y él niega.
—Te mandarán a detención un día de estos por dormir en su clase—me encojo de hombros.
—No me pueden obligar a que me guste la Biología—argumento y él niega. Caminamos dentro esperando que no me tropiece con nadie hoy. No sé, creo que no amanecí con el mejor ánimo.
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Suspiro mirando sus lápidas. Estoy sola en el mundo.
—Fueron egoístas, ¿saben?—pregunto aun sabiendo que nadie me puede escuchar, sabiendo que ellos no me pueden responder—me dejaron sola—una lágrima traicionera se pasea por mi mejilla—ustedes prometieron siempre estar para mí, pero ahora solo tengo este dolor que me quema, que duele, ese que trato de explicar, pero nunca puedo gracias a no encontrar palabras, ese que me destruye—susurro con voz temblorosa—nunca debieron salvarme—niego limpiando bruscamente las lágrimas—nunca debieron dar su vida por la mía, porque ahora estoy sola sin ustedes, ahora... Ahora me siento como si esto, como si nada tiene sentido, ¿para eso me salvaron? Los quiero aquí, conmigo, los extraño. Ustedes eran mi vida... Ahora soy solo un cuerpo sin alma, ¿son conscientes de eso?—reprocho enojada—sola—susurro y me levanto. El cementerio está tan solitario, tanto como lo estoy yo. Dejo las flores que les traje y camino fuera a paso lento mientras limpio las molestas lágrimas que salen sin control.
Solo cuando estoy así... Sin compañía me permito llorar libremente, nadie tiene que saber que duele, que muero... Que me dejo caer al abismo.
Miro al cielo, ¿se supone que allí están?, ¿qué ahora están en el cielo? Niego caminando. Lo tuve todo y lo perdí todo esa misma noche. Noche que maldigo y detesto con todas mis fuerzas. Dos años y medio y sigue doliendo igual.
Subo a mi moto y a toda velocidad voy hasta la casa de los Collins. Porque a pesar de ellos siempre dicen que es mía también, yo no la considero como tal, desde que consiga el dinero suficiente gracias a mi nuevo empleo pienso irme, muchas molestias ya he dado.
No me gusta depender de nadie, y mucho menos de personas que no tienen la mínima obligación de hacerlo. Llego a esta hora porque se que nadie se encuentra en casa. Puedo acostarme un rato hasta que ellos lleguen.
Entro y subo a mi habitación, abro la puerta y suelto un fuerte grito. Él chico frente a mi salta de su lugar y yo solo pienso en el bonito color de ojos que posee.
—¿Quién eres tú?—pregunto entrando y muy disimuladamente tratando de alcanzar el bate que siempre tengo cerca para casos de emergencia.
—¿Tú quién demonios eres?—mi ceño se frunce mientras alcanzo el bate.
—Vivo aquí—respondo sujetando con fuerza el bate desde atrás.
—Yo soy...
Levanto el bate en su dirección, pero él es más rápido y me lo quita. Le doy una patada en las pelotas y luego golpeo su nariz como me enseñó mi padre.
—¿Quién eres?—pregunto doblando su brazo. Lo hago caer en la cama y subo en su espalda con los brazos de él ahí. Lo escucho gemir del dolor y sonrío.
—Mierda, j***r—murmura—¡loca del demonio déjame!—aprieto el brazo y él grita. Me distraigo un segundo y él hace un movimiento veloz haciendo que caiga a la cama y su enorme cuerpo este encima del mío. Toma mis brazos y los pone encima de mi cabeza sujetándolas con fuerza.
—Suéltame—gruño mirándolo mal.
—Tranquila fiera—él sonríe y mi mirada curiosa viaja a sus carnosos labios.
—Te voy a cortar la garganta—amenazo enojada.
—¡Elliot!—grita Alicia con lágrimas en los ojos.
—Mamá—él sonríe.
—¿Ma-mamá?—pregunto abriendo los ojos como platos.
—¿Por qué tienes a Isabell así?—pregunta de pronto.
—Me golpeó—ella jadea mirándome.
—Pensé que era un ladrón, ahora déjame libre—él sonríe, pero hace lo que le pido.
—¿Qué haces aquí?—pregunta ella feliz. Él pasa su mano por su cabello n***o desordenándolo.
—Digamos que vuelvo a casa—responde con esa odiosa sonrisa.
—¡Oh Dios!—lo abraza y me siento una intrusa por ver y escuchar lo que hacen ellos dos. Sí, soy una chismosa, pero ellos son unos indecentes que siguen en mi habitación.
—Madre, ¿Quién es ella?—pregunta él haciendo que ruede los ojos.
—Estoy aquí—me señalo poniendo los ojos en blanco.
—¿Y bien?—abro la boca al ver cómo me ignora.
—Ella es Isabell, ¿no la recuerdas?—él me mira sorprendido.
—La pequeña Isa—dice atónito—la última vez que te vi tenías doce años, ¿cuántos tienes ahora?—pregunta saliendo de su sorpresa.
—Diecisiete—contesto.
—Creo que tenemos que ponernos al día de todos los sucesos—dice Alicia con una sonrisa.
—¿Dónde están tus padres?—pregunta él sonriendo—no me digas que se hartaron de ti y te dejaron aquí tirada—Alicia abre los y yo lo miro furiosa. Este chico me ha clavado más la daga que llevo en el pecho.