— Se han reportado varias desapariciones de jóvenes entre 16 y 24 años en la ciudad de Chicago.
— ¡Dios bendito! — exclamó mi madre — Diana ven a ver lo que están diciendo en las noticias.
Me senté a su lado en el sofá, frente a nosotras estaba el tv de plasma, el noticiero habitual de las 7 de la noche nos llenaba de imágenes de mujeres desaparecidas.
— Los investigadores no están haciendo bien el trabajo — comentó mi hermano, estaba sentado de lado en el sofá individual, en su estómago tenía un bowl de palomitas y su mano se empinaba junto con una cerveza directo a su boca.
— ¡Es su trabajo, tienen que hacerlo bien! — los nervios de mi mamá están alborotados.
— Créeme mamá, estoy en tercer semestre de criminología, pero ya puedo reconocer el patrón más obvio — mi hermano, Damián me miró, — cambia tu color de cabello y si es posible usa lentillas de otro color.
Mire el televisor, en ese momento están mostrando a las mujeres desaparecidas, cabello n***o y ojos azules, todas.
— Buenoooo, creo que iré a la peluquería para cambiar el color de mi cabello — mamá chasqueó la lengua irritada.
— No le hagas caso a tu hermano, él no sabe de lo que habla — mi hermano bufó exasperado.
— Algún día mamá, sabrás que todo lo que yo digo es verdad. — se levantó de ahí, poco después escuchamos el portazo de su habitación.
Su relación no era del todo unida, mamá había estado muy molesta con él al saber que era gay, lo aceptaba solo porque era su hijo, pero en todo lo demás siempre trataba de menospreciarlo.
— No seas tan dura con él mamá, él tiene razón, míralas, todas son de cabello n***o y ojos azules, ha de ser el modus operandi de los secuestradores.
Mamá decidió que era hora de ignorarme y siguió viendo las noticias para aumentar su sufrimiento.
Busqué a mi hermano en su habitación, lo encontré haciendo flexiones.
Mi hermano de muy guapo era lógico que tuviera a muchas mujeres y a hombres detrás de él, pero él solo tenía ojos para su novio, y eran una pareja tan pero tan perfecta que debía admitir que sentía muchos celos hacia ellos, más que celos era envidia, yo quería tener con alguien al menos una cuarta parte de lo que tenía él con Marco.
— Sabes que algún día le harás tragarse sus palabras, yo creo en ti.
Damián se levantó del suelo y besó mi frente.
— Gracias por siempre apoyarme, eres lo único rescatable de esta familia.
— Tu también — lancé un puño contra su hombre — ¡Auch! Cada vez estás más fuerte. — Iré a visitar a Cata, quizás venga con un cambio de look.
— Espero que sí lo hagas, cuídate mucho por favor.
— Lo haré.
Despeine su cabello como cuando era pequeño y salí de la habitación, entre a la mía para cambiarme de ropa, aún tenía la ropa de oficina, opte por ponerme un jean oscuro, una camisa roja de tirantes y sobre está una chaqueta de cuero n***o junto con mis inseparables botines negros.
Tomé mi celular, mis llaves y mi cartera, al pasar por la sala ví a mamá pegada al rosario y, sin querer interrumpirla salí de mi casa rumbo a la estética de mi mejor amiga.
No quedaba lejos de mi casa, estaba a tan solo 4 cuadras, la noche estaba un poco fría, agradecí el haber traído mi chaqueta de cuero.
Ya casi no había personas por el barrio, aún no era tarde pero últimamente con tantas desapariciones la gente se estaba entrando a sus casas incluso antes de que el sol se ocultara.
Saludé al señor León, el vecino que tenía 20 perros como mascota, los sacaba a pasear dos veces al día, seguro que está era la segunda vez al día antes de irse a dormir.
— Dianita, cada vez más grande y bonita — el hombre un poco regordete y canoso siempre traía consigo una sonrisa amable.
— Un gusto volver a verlo señor León y a ustedes también — saludé a los perros, no los sacaba a todas ya que unos eran muy pequeños aún y otros tan viejos que ya ni siquiera caminaban con agilidad.
— Han estado actuando un poco extraños — señaló a los caninos — han ladrado mucho últimamente a la nada.
— Habrá fantasmas — comenté bromeando — es octubre, por esta época salen muchas almas en pena.
El señor León me miró con el ceño fruncido, solté una fuerte carcajada.
— Ya iba a hablar con tu madre para que te llevará a un hospital psiquiátrico. — nuevamente reí.
— Espero nadie me quite el humor, es lo único que puedo disfrutar de este mundo frío y amargado.
— Ojalá hubiera más niñas como tú Dianita, volveré a mi casa, cuídate mucho de los fantasmas — solté una carcajada y me despedí con un gesto de mano.
Seguí mi camino hacia la estética de mi amiga, al llegar, como era de esperarse solo estaba ella sentada leyendo una revista, cero clientes por esta época de "desapariciones"
— Hola, holaaaaa — canturreé al entrar, Cata se levantó y me dio un corto abrazo.
— Me tenías muy abandonada.
— Las prácticas me consumen la mayor parte del día, lo siento.
— No te disculpes, me alegra saber que pronto tendré una abogada que me sacará de la cárcel gratis — sonreí con burla.
— ¡Te dejo encerrada! — su estridente carcajada inundó el lugar.
— ¡Serás mala amiga! —me golpeó con la revista que minutos antes estaba leyendo.
— Quiero un cambio de look — Cata me miró sorprendida, tanto por mi cambio de tema como por mis palabras, yo siempre había sido muy básica, un cambio de look para mí era algo extremo.
— ¿Corte de puntas? — negué con mi cabeza.
— Quiero cambiar el color de mi cabello.
— ¿Tú? — rodé mis ojos.
— Vamos, no es tan raro que yo lo quiera.
— De hecho, sí lo es.
— Bueno — volví a reír — ¡aprovecha ahora que quiero!
Sus ojos se ampliaron y una sonrisa divertida adornó su rostro.
— ¿Puedo hacer lo que yo quiera? — me encogí de hombros.
— Solo no quiero el cabello corto, pero de color y esas cosas es tu elección.
— Cool, te encantará.
Ella comenzó a dejar cosas en el mostrador, muchos tintes de diferentes colores y diferentes revistas.
— Seleccionaré colores que para tu tono de piel quedarán muy bien — limpio sus manos en su delantal — de corte no creo hacerte algo muy diferente, ya con el tinte será extremo.
Me miré en el espejo de la estética, mi cabello oscuro como la noche, mi piel demasiado pálida para mí gusto, mis ojos azules con un toque de verde en el centro. Mi cabello llegaba casi a mí cintura con un corte recto.
Cuando Cata me dijo que podía sentarme en el sillón, lo hice, colocó un delantal para cubrir mi ropa y lo amarró a mi cuello.
— Te haré una decoloración — levanté mis cejas.
— Rubia, no me imagino rubia — guiño uno de sus ojos a través del espejo.
— No te diré nada más — giró la silla para que yo le diera la espalda al espejo — así será más emocionante, confía en mí, no haré nada para que te veas fea, quedarás hermosa, pero debo de decirte que es un proceso un poco largo ya que pasar de n***o a blanco no es cosa de una hora. Aunque contigo usaré unos productos que hace poco me llegaron, no he tenido muchos clientes y no los he usado, pero he visto reseñas y son buenísimos, ayudarán a la transición de color.
— Has lo que sea necesario, pero no me dejes calva.
— Lo intentaré.
Comenzó a cepillar mi cabello, como yo ahora estaba mirando hacia el otro lado, podía ver el televisor de frente, aún seguían con las noticias de las desapariciones.
— ¿Puedes cambiar el canal? Ya estoy cansada de tantas desapariciones, me está dando un miedo tan horrible, Damián dice que las chicas secuestradas son de cabello n***o y ojos azules, todas.
— Mi amor es tan inteligente, — solté un bufido — ¿Así que es por eso por lo que quieres un cambio?
— ¡Tengo miedo! Tengo esas características, no quiero ser una de ellas, no quiero salir un día y jamás volver a ver a mi familia.
Escuché su suspiro.
-— No soportaría perderte, pero gracias a Dios tienes un hermano inteligente, cuando nos casemos nuestros hijos sacarán su inteligencia y mi belleza.
— ¡Oye, mi hermano es más guapo!, Sabes que jamás estará contigo ¿Verdad?
— No dejaré de soñar.
— Eres cinco años mayor y él es gay, ¡Auch! — sobe ni cabeza en dónde había dado un tirón.
— Lo siento, pero para mí todo es posible y la edad no me importa, por lo otro, espero con mis encantos enamorarlo.
— Yo de ti me consigo otro.
Seguimos hablando mientras ella se encargaba de mi cabello, hablamos de muchas cosas y de nada a la final, habían pasado unas 3 horas y mi cabello seguía expuesto a productos raros y nuevos con los que Cata estaba experimentando para aclarar rápidamente mi cabello, tenía miedo, sí que lo tenía, pero si ella los había usado en mí, nada malo podía pasar, confiaba ciegamente en ella.
No me había visto al espejo, pero si que había visto un mechón de cabello que se había soltado y caído en mi hombro, ya estaba muy decolorado, casi blanco.
Cata aclaro mi cabello con mucha agua, las luces titilaron en ese momento.
— Llevan así toda la semana, si te soy sincera me da pavor pensar que hay algo rondando afuera que afecta a la electricidad.
— Ummm, podrían ser fuertes cambios, no pasa nada.
Escurrió con suavidad mi cabello, lo tomé entre mis dedos, aún seguía siendo grueso y no se veía para nada debilitado.
— Me gusta como se ve.
— Te gustará más cuando lo termine.
Camino hasta un mesón y comenzó a mezclar varios tintes, siempre dándome la espalda para que yo no lo viera.
Comenzó a aplicar el tinte uniformemente en mi cabello, ni una gota de caía para darme una pista del color.
Cerré mis ojos, mañana era domingo por lo que no tendría que ir a la oficina, era genial ya que podría acostumbrarme a mi nuevo cabello antes de que mis compañeros de oficina lo vieran.
Cata seguía concentrada en darle color a mi cabello, pasamos luego a aclararlo, seguía sin poder mirar de qué color era, ella se aseguraba de que ningún mechón se escapara, comenzó a cepillar muy bien mi cabello con la secadora y luego alisó un poco con la plancha, aplicó un aceite que olía a coco delicioso.
— ¿Estás preparada? — pregunto con sus manos en mis hombros.
— ¡No! — respondí nerviosa.
— ¡No me importa! — dio media vuelta a la silla, no abrí mis ojos — ¡Abre tus ojos!
Abrí un poco mis ojos, pero aun así no veía mucho.
— ¡No seas cobarde!
Abrí mis ojos con valentía y no reconocí a la chica del reflejo en el espejo, mi cabello…
— ¡Es rojo! — Cata aplaudió con emoción.
Toque mi cabello sin poder creer que era mío, estaba tan suave y diferente.
Era un color entre rojo oscuro y algunos destellos naranjas.
— Algunas partes no decoloraron tanto como otras, pero aun así no se te ve feo ¿Te gusta?
— ¡Me encanta!
Di media vuelta para mirarme el largo, no estaba muy corto, de hecho, estaba casi igual a no ser por el hecho de que ahora mi cabello estaba en capaz y en forma de U.
— ¡Me gusta mucho! No creí verme jamás con este color, pero ahora me está encantando, ¡¡es increíble!!
— Me alegra que te haya gustado — me giré hacia ella y la abracé.
— Eres la mejor.
Saque mi cartera para pagarle, se negó por bastante tiempo, pero no me fui de ahí hasta no pagar por su increíble trabajo, me recibió el dinero no muy alegre, pero yo si que salí alegre de ahí prometiendo que volvería pronto para un retoque, no dejaría que el color se perdiera tan fácil.
Mientras caminaba feliz en dirección a mi casa, escuché pasos detrás de mí, me giré varias veces, pero no vi a nadie.
El pánico me estaba jugando una mala pasada, tomé mi teléfono y marqué al teléfono de mi hermano, no tardó mucho en responder.
— ¿Estás bien? — fue lo primero que pregunto.
— Estoy en la esquina de la tienda Fer's, tengo miedo.
— Voy para allá, sigue caminando, nos encontramos en el camino.
Mi teléfono fue arrebatado de mi mano, temblé del miedo.
— Vaya, vaya… pero miren a quien tenemos acá, una hermosa joven.
Mire a los chicos que me tenían acorralada. Eran dos, ambos muy altos y delgados, uno con el cabello tan n***o como yo antes lo tenía y el otro con el cabello un poco más largo y un mechón rubio, sonreían de una manera que me hacían temblar de miedo.
— Por favor no me hagan nada, tomen todo lo de valor, pero déjenme ir.
El chico con el mechón rubio se acercó a mí, sus largos dedos tocaron parte de mi cuello.
— No la toques, ella es mía — habló una voz que no veía, pronto, apareció un hombre muy guapo entre la oscuridad.
— Jefe, solo queremos divertirnos, no es lo que buscamos.
— Ella es exactamente lo que yo busco — su rostro giró hacia la derecha — Vamos, viene alguien.
Abrieron la puerta trasera de una van y me empujaron con fuerza, los tres hombres subieron con rapidez, intenté bajarme, pero uno de ellos me retuvo, vi por la ventana como venía un hombre corriendo.
— ¡DAMIÁN! — grité con todas mis fuerzas.
— ¡DIANA! — Golpeé el vidrio mientras la van comenzaba a desplazarse, mi hermano corría con todas sus fuerzas tratando de alcanzarme, pero inevitablemente el auto era más rápido y pronto lo perdimos de vista.
Lloré con todas las fuerzas que tenía, maldición, esto era lo que más miedo me daba. Mi mayor miedo ahora se había hecho realidad.