Anne Moore
Estoy caminando desde hace una hora con Valentina por las calles de Nueva York, pasamos por un punto hasta llegar al otro lado de la ciudad.
—Vives lejos —digo.
—Ese es un barrio rico, trabajo allí y en un club nocturno, lo que gano no es suficiente para mantener una casa en ese lugar, así que vivo en la zona menos favorecida de la ciudad. —dice mientras caminamos.
—¿No te duele el tacón? —pregunto.
Ella sonríe.
—Camino tanto que ya me he acostumbrado a ellos —dice.
Abro mi bolsa y saco un par de sandalias de ella.
—Mira, la compré en una venta de garaje, espero que te ayude —digo.
Valentina se detiene y me mira, sonríe de lado y acepta mi sandalia.
—Gracias —dice.
—Eso no es nada.
—Estamos llegando —dice ella.
—¡Gracias a Dios! —digo.
Valentina suelta una carcajada.
—Hoy no saqué mucho dinero, así que no pude venir en autobús, lo siento. —dice ella.
—No hay problema, el simple hecho de que me lleves a tu casa ya es genial. —digo.
Valentina sonríe y pronto estamos frente a su residencia.
Veo que es un lugar abandonado, la entrada del edificio está completamente oscura y veo a algunas personas paradas en la puerta que me hacen sentir miedo.
Valentina entra tranquilamente a mi lado y siento el fuerte olor a drogas al pasar por los hombres que están junto al edificio.
—Valentina, ¿quién es tu amiga? —pregunta uno de los chicos.
—No es asunto tuyo —respondió ella.
—Nuestra princesa está arisca hoy —miro a Valentina.
—Váyanse a la mierda.
Valentina toma mi mano y pronto estamos frente a su apartamento.
Entramos y veo que es un ambiente muy pequeño, solo hay una habitación, una cocina y un baño. El lugar está organizado, pero los muebles son muy viejos, sin embargo, no me fijo mucho en eso, no era mi intención ofender a Valentina.
—Puedes mirar, mi casa es pequeña, pero creo que es mejor que la calle —dice ella.
Una cosa que noté en pocos minutos con Valentina es que siempre dice lo que piensa.
—Sí, definitivamente es mejor que la calle.
—Ve a tomar una ducha, voy a hacer algo de cena para nosotros —dice amigablemente.
—No tengo toalla ni... —Valentina me interrumpe.
—No te preocupes, tengo todo aquí en casa.
Ella fue al dormitorio y tomó un kit de higiene nuevo y una toalla y me los dio.
—El baño está allí, voy a hacer unas hamburguesas —dice.
—Gracias.
Entro al baño y veo que es un espacio muy pequeño, pero es mejor que el baño de las gasolineras. Me doy una ducha rápida para ahorrar agua y energía, no sé cómo funcionan las cosas aquí y no quiero abusar.
Sé que estoy siendo ingenua al confiar así en Valentina, pero sentí en ella a una amiga, algo que nunca tuve.
Salgo del baño y veo que ella está parada frente a una ventana con un cigarrillo encendido, noto su mirada distante mientras observa las calles afuera, me acerco a ella y Valentina me mira.
—La ciudad se ve hermosa en esta época del año —dice.
—Sí, también lo creo. —sonrío.
—Ahora ve a alimentarte, estoy segura de que debes tener hambre —dice Valentina y yo asiento.
—Realmente estaba hambrienta.
Me siento en la silla y Valentina me acompaña, comemos una hamburguesa maravillosa, típica comida americana, y luego Valentina me mira.
—Ahora, cuéntame tu historia —dice.
—No es una historia agradable, es un poco complicada —digo.
—Mi amor, no tienes idea de la mía, pero cuéntame la tuya, estás en mi casa y necesito estar segura de que no me matarás mientras duermo.
No puedo resistir y suelto una carcajada, seguida por Valentina.
—No te voy a matar —digo. —Está bien, te contaré mi historia.
Comienzo a contarle a Valentina sobre mi infancia, mis padres, las enseñanzas de mi familia, mi primera vez, Joseph y la universidad que abandoné, y la calle donde fui a vivir.
Valentina escucha todo y no me interrumpe en ningún momento, me parece increíble cómo presta atención a todo lo que digo, después de que termino veo que tiene la boca abierta, parece estar pensando en qué decir.
—¿Cómo es que tus padres hicieron eso? —pregunta —¿En qué mundo viven?
—Son las reglas y yo las rompí. —digo.
—¿Así que tu brillante padre te echó a la calle, no te deja conseguir trabajo ni nada? ¿Es eso? —habla indignada.
—Sí, eso es.
Bajo la cabeza y pienso en la locura que estoy viviendo, siento cuando la mano de Valentina se coloca sobre la mía, y ella me mira con una mirada dulce, no parece esa mujer agitada que tiene todas las palabras en la punta de la lengua.
—Mira, no soy la mejor persona del mundo, tengo mis días de crisis, pero si quieres quedarte aquí en casa hasta que te levantes, puedes estar segura de que no me importará. —ella habla.
Sonrío y creo que en este momento realmente encontré una amiga.
—Gracias Valentina, tienes un corazón gigante. —digo.
— No tengo corazón, bebé, pero creo que nos llevaremos bien.
Sonrío con la mueca que hace.
Pasamos la Navidad juntas, cantamos villancicos, fue increíble Valentina, ella abrió las puertas de su casa con tanto amor que nunca pensé que fuera capaz.
Los días fueron pasando y no conseguía trabajo, las entrevistas siempre pedían recomendaciones o experiencia y no tenía ninguna de las dos, veía que Valentina estaba haciendo mucho esfuerzo para mantener las cosas en casa.
Notaba los días en que llegaba cansada, pero nunca se quejaba de que yo estuviera allí.
Un día vi al dueño de la casa donde vive Valentina venir a cobrar el alquiler y ella dijo que la semana no había sido buena, pero que conseguiría el dinero. Ese día me dolió, la vi fumar varios cigarrillos y pensar en soluciones, pero en ningún momento Valentina habló de que yo estaba viviendo allí, ni nada por el estilo, simplemente siguió adelante y diariamente llegaba sin quitar su sonrisa del rostro, a veces me pregunto si es solo una máscara o si realmente le gusta lo que hace.
No hay persona con una luz más grande que la suya, de eso estoy seguro.
Los días pasaron y empecé a sentirme peor de lo que ya estaba debido a que Valentina me estaba sosteniendo. Hasta que un día decidí dar un giro en mi vida y esperé a que ella llegara del trabajo para hablar.
Valentina llegó pronto y le dije que quería hablar con ella después de la cena, a lo que ella accedió.
Noté que estaba desconfiada, pero la tranquilicé.
Después de cenar, lavamos los platos y comenzamos a hablar.
—Valentina, quiero agradecerte por ayudarme. Estoy muy agradecida por tu ayuda, pero necesitas ayudarte de alguna manera. Así que he decidido convertirme en trabajadora s****l como tú, —dije de una vez.
Valentina me miró como si no creyera lo que acababa de decir.
—¿Estás bromeando? —preguntó.
—No, no lo estoy —respondí.
Ella se levantó de la silla.
—¡Mierda! Esto no es vida, Anne —dijo alterada.
—Valentina, veo tu estrés. Sé que el dueño del apartamento te está presionando por el dinero del alquiler y estás preocupada. Necesito ayudarte y tú no sabes si esta vida es para mí —dije.
— No lo es, Anne. Tú fuiste criada por gente rica, yo ya venía de esta vida, tú no —, dijo ella.
Suspiro
—No me importa Valentina, no voy a dejarte sola con esto. Voy a entrar en esta vida quieras o no, y vamos a poner las cuentas en orden.
Ella me mira incrédula.
—¿Piensas que esto es una broma? ¿Dormir con hombres de la calle? ¿O incluso en el club donde trabajo? Nos tratan como basura, Anne, solo somos usadas en ese momento por unos pocos dólares. —dice ella.
Veo una señal de tristeza en su mirada, y veo que mi amiga tiene un dolor interno que no muestra a nadie, pero ahora es visible por el dolor.
—Valentina, lo siento mucho —digo sin pensar.
Ella suspira y veo que respira profundamente.
—No voy a aceptar que te involucres en esta vida, todavía eres una niña, solo has tenido una única relación y...
—¡No soy de porcelana y no voy a romperme, Valentina! —hablo alto —Te estás matando para mantener las cosas, estamos a punto de quedarnos sin hogar las dos, y tú me has ayudado y me ayudas mucho aún. Ya no soy una niña mimada por papá ni nada, soy de la calle como tú, estoy en el mismo barco Valentina, pero sentada mientras tú te jodes y remas sola, eso no es justo. —hablo —Mi decisión está tomada, voy contigo —digo.
Ella me mira y suspira, sé que Valentina sabe que no voy a rendirme.
—Todo bien —ella levanta las manos en señal de rendición — ¡Tú quieres estar! ¡Bueno! Pero no te llevaré a los puntos de la calle, sino a una discoteca, allí creo que es más seguro. Nos quedamos con hombres con dinero y más limpios que los de la calle —dice —¿No sabes bailar ni cantar bien? —pregunta.
—No tengo esa clase de talentos, ––respondí con una voz burlona.
Ella suspira.
—Entonces vamos a aprender, Anne, porque tendrás que hacerlo en la discoteca. Solo voy a la discoteca los fines de semana, así que Anne necesita aprender muchas cosas, antes de llevarla a ese sitio.
Esa semana Valentina se esforzó mucho en prepararme y dijo que el camino era muy doloroso, pero en la discoteca los hombres no pueden agredirnos ni forzar una situación. Escuché todo lo que dijo y ella dijo que estaba haciendo una locura, pero no podía seguir bajo su protección. Así que tomé mi propio destino y no esperaba que dentro de él tendría mi mayor bendición y mi peor caída. No sabía que esa decisión sería el fin y el comienzo de mi vida. Estaba preparada para todo, pero no para lo que iba a pasar...