Anne Moore Cuando Andrew me dejó en el lugar, me quedé encantada. El edificio es bastante simple, pero se siente la buena energía del lugar. Conocí al señor Jack, tiene 85 años, es un señor muy agradable que tuvo toda la paciencia del mundo en mostrarme todo el lugar. Estamos recorriendo todas las habitaciones y me sorprendo de que no sea un lugar lleno de lujo, pero es evidente que aquí hay paz y armonía. Paramos por un minuto y el señor Jack me mira y dice: —Anne, vamos a almorzar, querida. —Me llama de una forma muy cariñosa. Sonrío ante la forma sencilla en que el señor Jack habla. —Estaba pensando en comer algo en un restaurante cercano — respondo. —Ni lo pienses, vas a almorzar aquí en el restaurante del hotel, insisto — dice de manera decisiva. Me siento incómoda al rechazar su