Mientras tanto, la madre de Lenet; Olena, seguía tratando de sobrellevar su vida. No podía dejar el país, no podía ir tras Lenet, tampoco contactarla. Si bien ya había entregado su testamento y había acordado decirle a Lenet la verdad, evitaba a toda costa tener que encararla. Explicarle que ella era la siguiente al mando en la mafia de Fiorell, no podía ser tan fácil, pero, aunque eso no solo le parecía repugnante e inconcebible lo que más la hacía padecer era haberle mentido sobre el interés que tuvo Fiorell por hallarla y estar siempre en contacto. ¿Cómo le explicaría objetivamente que sus propios rencores la llevaron a realizar su eterna venganza? Tal cual una niña enfurruñada al no haber sido todo aquello como ella idealizaba, no permitirle acercarse a su hija había sido una forma muy
