Deseo

1556 Words
Llegó algo mareada a la habitación, ni siquiera se vistió, tal cual cayó en la cama rendida. En lo más profundo de sus sueños escuchó la puerta sonar, se movió hasta ponerse de pie, ya había amanecido. Al llegar a la entrada se encontró con la mirada dulce y encantadora de Valentino. Una vez más había pasado por alto que tenían que verse. Nunca bebía, había dormido profundamente casi de modo inconsciente como una niña que espera a que mamá tome la responsabilidad de recordarle que hay compromisos y debe despertar a tiempo. Se quedó estupefacta sin saber que decir, nunca pensó que alguien la despertaría y que ese alguien no sería su madre. Pero él sonrió al verla tan cansada todavía. —Lamento despertarte tan temprano. Pero quería invitarte a desayunar. Frunció la vista, mientras el sopor del sueño se iba desvaneciendo. Al cabo de un momento pudo meditar lo que acababa de escuchar con más calma. Además, por breve sintió la culpabilidad, anoche lo había visto desnudo y dándole placer a una chica. «¿Qué tal si sabe que lo vi? Sino cómo ha podido estar en mi puerta» —Perdóname, pero… ¿Como supiste que esta es mi habitación? Él tragó saliva, ella seguía desconcertada. —En realidad, no fue difícil. —Inclinó la mirada, apenado al contestarle. —Por favor, no pienses mal de mí ni que soy un acosador. En el lobby pedí que me dijeran en que habitación te hospedabas. Espero no te incomode mi atrevimiento. Lenet meditó aquello por un momento. Luego sonrío comprendiendo y sintiéndose más tranquila. —No, por supuesto que no. Dame un momento, iré a cambiarme. Todavía sigo en pijama. Lo siento mucho. —No digas eso. El que lo siente soy yo. No quería despertarte tan temprano. Ella sonrió acomodándose el cabello. —Creo que luego de las siete ya sería hora de haber despertado. Gracias, en seguida vuelvo. Él aceptó, y se sentó sobre uno de los sillones tapizados en café en cuanto ella le permitió pasar. Muy complacido esperaba sin dejar de pensar lo bien que lucía recién despertada. Lenet volvió a su habitación. Al cabo de un rato se asomó luciendo una blusa rosa con tirantes, jeans, y sandalias. El cabello cepillado y con un aroma frutal inundando la habitación. Él se puso de pie, maravillado al ver sus ojos. —Gracias por esperarme. Sabes, nunca habría imaginado que eras griego. Él sonrió ampliamente. —Siendo honesto hace un par de años que me mudé, pero no soy de aquí. Ella abrió los ojos a más no poder. —¿De dónde eres? —Crecí en Italia, pero mi familia es francesa. —¡Vaya que interesante! —Sí… Es algo caótico. ¿Y tú? —Mi familia materna es ucraniana, la de mi padre italiana. Pero ninguno de ellos vive en su ciudad de origen. Mi madre es abogada, y mi padre… Bueno nunca lo he visto. Creo que no es caótica tu familia. Él la miró con agrado. —Eso es genial. Alguien que me entiende. ¿Y al volver alguien te espera? Ella suspiró antes hablar, especialmente al recordar lo que había visto anoche. —No. Desde hace un par de años vivo con mi madre. —Entonces no sales con nadie—Preguntó él con seriedad. Ella lo negó acomodándose un mechón de su cabello por detrás de la oreja. —No. ¿Y tú? Él la miró endulzándose su corazón al contemplar su gesto apenado. Lo normal sería haber olvidado a ese imposible que consentía su alma. Un amor platónico e idílico, pero su realidad le recordaba saber que, aunque quisiera entregarle todo, pronto se casaría con otra. Suspiró e inclinó la mirada por un momento. —En mi vida todo es un poco complicado y cuánto desearía que asuntos así fueran sencillos. Lenet sonrió, comprendiendo de inmediato que obviaba hablar de eso. —Sabes, creo que se nos hará tarde. Él volvió a sonreír. —Tienes razón. Y por cierto… Te ves hermosa, Lenet. —Gracias, tú también te ves bien. Él llevaba una camisa clara, pantalones ajustados y zapatos oscuros, ella lo observaba un poco pensativa. En realidad, recordando la chica que lo acompañaba haciendo el amor con el salvajemente. —Te encantará ir al Museo de Prehistoria de Thira, es un lugar con mucha belleza histórica. —Dijo él sin poder dejar de ver sus labios y el escote de su blusa al asomarse varios mechones de su cabello en bucles. Ella sentía la respiración alzada, mirando también sus labios. Existía una química intensa al verse, como cuando se conocieron en el campus. Sus manos sudar, su cuerpo cambiar de temperatura, su nerviosismo aflorar. —Ya lo creo. Él asomó cierta mortificación a sus ojos, Lenet lucía nerviosa de pronto, pero a él le pareció que se trataba más de algo cercano a la incomodidad. No pudo quedarse callado. —Sabes, hace unos días quería intentar algo o mejor dicho permitirles a otros que tomaran una decisión que me corresponde solo a mí. Gracias por venir Lenet, porque ahora estoy seguro de cuestionármelo. Ella sonrió, pero borró la expresión dichosa al recordar de nuevo la manera en que él tomaba a la rubia. —Entiendo. —Se limitó a decir. Ella inclinó la mirada. Igual ella volvería a New York en menos de un par de meses- Que importaba si él salía formalmente con la rubia. Ella no se quedaría en Grecia por siempre. Tomó su bolso, yendo a la puerta, pero sintió los brazos de él apretar su cintura. Se estremeció entera sin creer lo que ocurría. —¿Recuerdas que te invité a bailar? Ella sonrió desconcertada, volviendo su rostro al de él contemplando sus ojos. —Sí, pero no te volví a ver y tuve que ir con otro. —Lo sé. ¡Cuánto lamento eso! Mis padres me obligaron a volver a Italia para continuar con mis estudios. Pero desde que he podido, viajo mucho con la esperanza de volverte a ver y disculparme. Ella no pudo sentir nada más que gratitud y asombro. —Disculpa aceptada. —Dijo al fin mirando sus labios, pero sonriendo sin entender por qué permitía que un desconocido la tuviera así, muy cerca. Valentino al tenerla en sus brazos aproximó sus labios, ella no pudo resistirse se encontraron en un beso tímido. Él sintió algo indescriptible recorrerlo entero. —Debí haber hecho esto desde hace tanto tiempo, pero temía que dijeras: NO. Pero ahora que tengo la oportunidad de verte no importa tanto si me rechazabas… Lenet te tengo por fin frente a mí. La respiración se alzó en ambos, ella elevó los brazos para rodearlo por los hombros, ocurrió instintivamente. Él mantuvo las manos sobre su cintura. —Lenet, hay algo que debes saber… Ella lo veía fijamente alzándose dentro de sí un profundo deseo. Quizá se debía a lo que había visto a noche, o tal vez a que correspondía a ese raro amor desde hacía años. Pero lo elemental del deseo se movía con fiereza en su interior. —Quiero confesarte algo. Anoche te vi desde la ventana de mi habitación, y no pude dejar de mirarte cuando te desvestías para ir a la ducha. Quizá eso explique mejor y sinceramente cómo supe cuál era tu habitación. Ella abrió los ojos como platos, pero encantándole muy interiormente la inesperada confesión. No quiso guardarse tampoco lo que había visto, su cuerpo, su masculinidad, su deseo. Nada le parecía más atractivo en un caballero que la sinceridad. —No te culpo. Creo que podría ocurrirle a cualquiera porque me pasó lo mismo… Él quedó paralizado y muy espantado sin saber que responder al recordar que había amanecido con Bianca. Siguió enredando por breve buscando las palabras correctas para hablar. —Creo que pecamos, o coincidimos Valentino—Dijo ella susurrando sin apartar una sonrisa traviesa. Él retomó la respiración y sin dudar volvió a aproximar sus labios a los de ella casi hechizado, se perdió besándola apasionadamente mientras sus manos bajaban por la espalda anhelando más de ella. —Creo que nos hará tarde. —Pidió ella, entre resoplos y murmullos deseando negarse de algún modo. No quería parecer tan interesada. —De eso no te preocupes, trabajo allí podríamos cambiar la hora si así lo quieres. Ella se estremeció un poco, respirando hondo mientras él acariciaba su cabello y su otra mano la rodeaba por la cintura. —No quiero que tengas problemas por mí. Además, no sé si hago lo correcto… Valentino ha pasado largo tiempo y no soy de aquí. Volveré con mi madre. Él suspiró como ella un par de veces antes de hablar. —No te preocupes, nadie te cuestionara si llegas tarde, te lo aseguro. En cuanto eso de volver podemos arreglarlo. —¿Y la mujer con la que estabas ayer? Sabes, creo que nos apresuramos y… Esa simple pregunta lo dejó un tanto preocupado. Pero al verla fijamente no pudo contenerse una vez más, sin duda se había enamorado profundamente de una mujer que no era su prometida y una vez más de la misma que cuando estudiaba. Acarició su rostro sin dejar de besarla con profunda pasión y adoración. Ella resoplaba con placer, totalmente deslumbrada al corresponder al mismo sentimiento que él.
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