Si bien Lenet seguía un tanto aturdida por lo que acababa de pasar, tener a Hades mitigó de cierta forma tal suceso desagradable. Se subió de prisa al vehículo. En instantes escuchó la transmisión rugir antes de sentir que se estrellaba al frente por el acelerón, con dificultad colocó ambas manos sobre el tablero para no dar la frente contra el vidrio.
—Ponte el cinturón de seguridad, no me gustaría que estamparas esa bonita cara con un golpe.
Ella se volvió a él muy seria, notando una seductora sonrisa tirando de sus labios mientras los cambios raudos en las velocidades hacían que el automóvil fuera tan rápido, como nunca antes lo había experimentado. Aterrada buscó el cinturón, ajustándolo con gran dificultad. Ninguna vez se sintió tan nerviosa y aturdida.
Pero Hades reía anchamente
