Leilah Abro la puerta y la sonrisa juguetona se me desinfla. Neil abre los ojos grandes antes de apartarlos, sumamente incómodo. —Leilah —murmura, apenado. Sus pupilas azules me miran fugazmente de pies a cabeza y leo el desconcierto en sus facciones, luego irremediablemente, posa los ojos sobre mi cabeza. Los hombros se me tensan, boqueo buscando una explicación, pero lo único que logro es girar el rostro hacia el interior del departamento; Evan sigue ahí, sin camisa y con el pantalón desabotonado. Su gesto adusto no pasa desapercibido para ninguno de los dos, aunque es Neil quien rompe el silencio. —Hola, saltamontes —frunce el ceño, depositando su mirada de nuevo en mí—, Marion dijo que vendría a tu casa —murmura, incómodo y evidentemente confundido—. No sabía que estabas ocupad