Leilah. «Tú puedes hacerlo» me animo mentalmente. No obstante, pese a que es la quinta vez que me lo repito, las intenciones se quedan bastante pobres. Inhalo profundamente, tratando de calmar el nerviosismo que me agita entera... y todo por culpa de Hillary. De acuerdo, admito que la rubia no tiene mucho que ver, dado que no me obligó a pararme afuera de la casa de Evan, en medio de la noche y con un frío del demonio que se cuela por debajo de mi abrigo. De hecho, ni siquiera sabe que estoy aquí. Ni ella ni nadie. El único motivo por el cual la culpo, es por haber esparcido la noticia de que el profesor Roberts no se presentaría a impartir la clase de patología, dado que estaría atendiendo una cirugía de columna que duraría varias horas y que aunque no fuera así, agotaría a cualqui