⚠️⚠️⚠️Atención⚠️⚠️⚠️
He dedicido colocar esta versión de la historia solamente desde el punto de vista de Evan y otros personajes que desde el punto de vista de Leilah, sería imposible conocer. Espero que lo disfruten, así sabrán más desde la cabeza del sexy profe.
De antemano, gracias por leerme ♡
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—¿Estás seguro de esto, Evan? —El tono fastidiado de Peter me hace sonreír.
Parece que no puede entender por qué de pronto he decidido dar clases, y aunque le he explicado la razón un millón de veces, dice que no le da buena espina, cosa de lo que me burlé todo el fin de semana.
A veces mi hermano me hace pensar que cree en esas tonterías del destino o algo así.
—Completamente —me encojo de hombros, porque la decisión ya está tomada: daré clases en la universidad de San Francisco.
—Odié los días en mi universidad —murmura con acritud—. Lo único bueno fue el conocimiento que recibía, porque mis compañeros…
Deja al vuelo la frase y lo miro con una mueca, y es que Peter nunca ha sido abierto con las personas. Esa es la razón por la que siempre he sido muy protector con él, siempre nos hemos tenido el uno al otro.
Nunca ha habido nadie que se interponga entre nosotros y eso está bien. No es que le agraden mucho mis encuentros sexuales esporádicos, no desde que Jennifer casi arruinó mi reputación, haciendo que mudarnos de Los Angeles fuese de pronto muy atractivo.
“Mira que cambiar a Cassandra por esa loca,” había dicho con desagrado. “Pensé que tenías buen ojo para elegir a tus compañeras de turno”
Afortunadamente, había puesto una orden de restricción en contra de esa demente obsesiva, y también algunos kilómetros de por medio para tener mi vida en orden como antes.
Nadie tenía por qué perturbar nuestra clase de vida, era una promesa que habíamos hecho hace mucho tiempo.
—Esto será diferente, y tú no tienes por qué asomarte por allá si no lo deseas —digo acomodando mi corbata frente al espejo—. No creo que quieras atraer la atención de alguna universitaria, ¿o sí?
Lo miro a través del reflejo y suelta un bufido, aunque su gesto es algo divertido.
—Ni loco, pero tú tendrás a miles de pegotes a tu alrededor haciéndote ojitos —dice con tono de desagrado que no me pasa desapercibido—. Una mina de malas tentaciones y chicas fáciles que de seguro querrán estar en tu cama para que le pases la materia.
—Eso no va a pasar —sacudo la cabeza, porque soy incapaz de dar beneficios solo por una noche de sexo—. Seré un profesor atemorizante, así ninguna va a acercarse a mí a menos que sea para que le explique algo de mi clase.
—O quizás una profesora te invita a una charla sobre alumnos y terminan enredados bajo las sábanas…
—De hecho, esa no es una mala idea —digo con sorna y él sonríe a medias—. Ojalá haya una profesora lo suficientemente atractiva para que sea una tentación y me sirva de entretención, no he tenido sexo en semanas.
—¡Pero qué enorme tragedia! —espeta con sorna y rueda los ojos, dirigiendo sus pasos hacia las escaleras—. El desayuno está listo, baja antes de que se enfríe.
—Creo que serías perfecto para ser un monje célibe, Peter —me burlo y él resopla—. Menosprecias el sexo como si te desagradara, ¿en verdad te gustan las mujeres?
Siempre bromeo con él sobre ese asunto, porque a pesar de que sé que mi hermano sí ha tenido sexo, sus encuentros son tan esporádicos que parecen ser mensuales, como un cobro de alquiler.
Él se limita a rodar los ojos, diciendo que aunque no es como yo, sí le gustan las mujeres. Incluso dice que tiene mejor gusto, cosa que pongo en duda.
—Lo que me desagrada es… —el resto se pierde porque se aleja demasiado como para escucharlo.
—¡No te oigo, Peter!
Lo oigo despotricar y sacudo la cabeza, terminando con mi indumentaria, para bajar las escaleras y desayunar. Peter tiene que viajar en la noche y aunque he prometido despedirlo, se ha negado porque tiene que volver a los pocos días para una fiesta en casa de los Beresford.
A duras penas ha querido aceptar la invitación de Diana, pero lo he persuadido lo necesario antes de que empiece a echar chispas. Nunca le ha agradado esa familia y dudo mucho que eso suceda algún día.
—Mmh, eso tiene un delicioso aroma —alabo el omelette que sirvió en mi plato—. Tengo que llegar a primera hora y ya son las siete y cuarenta. Creo que no llegaré a tiempo, seguramente habrá tráfico.
—Oh, sí. La lluvia —dice tomando asiento, mirando hacia la ventana—. ¿Estás emocionado por tu primer día?
—¿Y perderme la oportunidad de enseñar a una cuerda de futuros médicos con inteligencia y promedio mediocres? ¡Yupi! Estoy muy emocionado —espeto con sarcasmo y él ríe de manera sincera—. Será un día normal, de seguro no habrá nada relevante que comentar.
—Pues qué bueno que será algo aburrido, no veo nada de especial que te conviertas en profesor de universidad —corta un poco del omelette y dice pensativo—: Profesor Roberts.
—Se oye bien, ¿eh? —alzo ambas cejas—. Tiene estilo.
—Estilo aburrido, eso sí —comenta con sorna y es mi turno de rodar los ojos.
Tomo mis cosas y las llaves de mi auto, me despido y comienzo a conducir hacia mi primer día como profesor. Tengo el material listo de la primera clase y a causa de la lluvia desde la madrugada, el camino se hace dificultoso por el árbol caído a un lado de la carretera y encima, un engorroso accidente por la calle Lombard.
La multitud de personas que encuentro todavía por los pasillos y las miradas de flirteo y asombro, me hacen bufar en silencio. El aula de clases está al final del pasillo y veo en mi reloj de pulsera que han pasado al menos veinte minutos desde que debí haber comenzado la clase.
Seguramente están muy relajados, puedo escuchar el alboroto desde donde estoy.
Sigo caminando hacia donde sé, es el aula correcta, pero de pronto me quedo paralizado por una fracción de segundo, porque una muy atrayente vista está enfrente de mí.
Trago saliva al notar el fuego que recorre mi estómago y baja hasta mi entrepierna. Mis labios se secan y estoy a punto de darme una bofetada, porque hasta mi boca se ha abierto un poco.
Espero que nadie lo haya notado.
Sus piernas… son de infarto, torneadas de una manera majestuosa, la línea negra que llega al borde de su falda parece un liguero aunque no estoy seguro y de pronto quiero averiguarlo, meter mi cabeza en su entrepierna y…
Carraspeo, recuperando mi andar y entrando finalmente al aula.
¿Por qué me comportaba de esa manera? Desconozco por completo mi actuar.
Todos notan mi presencia y el bullicio se detiene poco a poco, excepto por ella. Sigue hablando con la chica de cabello oscuro a su lado, que de pronto se pone pálida como un papel al notar mi presencia, siendo seguida por la chica de lindas piernas, que me mira con asombro y desconcierto en sus facciones.
Les dirijo una rápida mirada, pero la aparto de inmediato para seguir hasta mi escritorio, dejando caer mi abrigo de manera pesada.
—Bájate de ahí, no estás en un burdel —espeto de mal talante, porque sus ojos penetrantes no han dejado de observarme todo este tiempo.
Algunos ríen y su rostro se pone coloreado por completo, bajando rápidamente de la mesa con expresión turbada, sentándose con su cuerpo algo tenso.
Noto la mirada de todos, pero la de las féminas tienen un brillo que reconozco de inmediato. Ella no es la excepción, pero su mirada también es de incredulidad, como si no creyera lo que está delante de sus ojos.
Unos que por cierto, son bellísimos
—No me gusta repetir, así que presten atención —comienzo diciendo, dejando de prestarle atención—. Revisen bien sus horarios, porque bajo circunstancias admisibles no voy a aceptar excusas para no entregar los ensayos o presentar los exámenes, sólo será considerado una revaluación por una fuerza mayor sostenible.
Sigo exponiendo mi criterio de evaluación y luego paso a la primera lección, pero al poco rato noto la mirada fija de la chica de las hermosas piernas frunciendo el ceño, gesto que deshace rápidamente cuando me ve y lo reemplaza con uno de temor.
Quién sabe qué pasa por su mente en estos momentos, está demasiado ensimismada y ni siquiera ha anotado ni una sola palabra, a diferencia de su compañera. Su mirada fija y penetrante parece de pronto querer taladrarme y siento que está enojada, seguramente por mis palabras al llegar.
“¿Y qué quería que dijera? Con esa pose podría despertar pensamientos pecaminosos hasta en el más santurrón”
Sigo explicando sobre algunas reacciones de los tejidos expuestos a diferentes componentes del ambiente, cuando vuelvo a mirarla. Me causa gracia que parezca más enojada que nunca, ni siquiera aparta la mirada de mí un solo segundo.
Yo tampoco puedo hacerlo de sus increíbles piernas, pero lo disimulo mucho mejor que ella. Incluso un par de chicos detrás la miran con demasiado interés, aunque desvían la mirada rápidamente cuando les hago unas preguntas respecto a la clase.
Ella ni siquiera lo nota, sus ojos parecen un par de dagas a punto de apuñalarme.
"Si las miradas mataran…", pienso, sorpresivamente de buen humor.
La clase finalmente termina y me despido de los estudiantes hasta el próximo horario. La mayoría se va rápidamente y finalmente me siento en mi silla, notando divertido que aquella chica de minifalda parece no querer abandonar el salón.
—Leilah —la llama la chica pelinegra de manera tímida—. ¿Nos vemos esta noche?
"Ah, así que te llamas Leilah"
—Te mando la dirección —se limita a decir, y aunque parece una respuesta fuera de lugar, su amiga pronto se va y la chica llamada Leilah se dirige hasta mi posición.
"¿Hasta cuando van a durar sus agallas?" pienso con curiosidad, leyendo mi libro de "El guardián invisible".
—¿Necesita algo? —pregunto sin mirarla.
Se queda callada y noto que titubea, olvidando por completo su resolución. Estoy bastante seguro de que quería reclamarme por lo que le dije al llegar al salón.
—No voy a disculparme, si es lo que quiere —sigo diciendo, pasando una hoja sin poder recordar nada de lo que he leído.
—Pues… —musita y alzo la mirada, encontrándome nuevamente con la suya.
Sus ojos son muchos más hermosos de cerca. Su perfume es exquisito…
Apoyo mi mejilla contra mi mano, aburrido de su indecisión y su mutismo. Solo noto su eterno escrutinio sobre mi rostro y el delicioso sonrojo que cubre sus mejillas.
Quiero follarla, de eso no hay duda.
—Dos de sus compañeros le miraban el liguero —señalo la posición del par de idiotas que había pillado morboseando por debajo de su diminuta falda.
—Yo... —muerde su labio y de pronto abre mucho los ojos—. ¡No traigo liguero!
Alzo una ceja al notar que intenta acomodar su falda, fracasando totalmente en el intento. Deja de hacerlo cuando nota mi mirada recorrerla entera y con ganas, dado que nos encontramos completamente solos en el salón.
Siento mi entrepierna palpitar y aspiro de manera disimulada, porque la sensación se intensifica con su cercanía.
—Yo... pues... —sigue sin poder formular una frase entera, parece bastante nerviosa y eso… curiosamente me encanta.
—Supuse que no quería que lo vieran —sonrío de medio lado, su balbuceo me causa diversión.
—Es que no... —su nerviosismo aumenta y eso me causa una macabra satisfacción que no sé de dónde ha salido.
—Pero la verdad, cambié de parecer...
—¿Eh?
Sonrío más ampliamente, sin poder evitar decirle mi teoría. ¿Por qué tuvo que ponerse esa falda tan corta? Sus hermosas piernas están provocando demasiados estragos en mí y ni siquiera puedo alzar una maldita mano para comprobar si su piel es tan sedosa como parece.
—No querrá una nota fácil, ¿verdad?
—¡Claro que no! —exclama, luciendo bastante indignada.
Bien, no es de esas chicas.
—En ese caso, procure no cruzar las piernas mientras use “eso” —vuelvo mi vista al libro, aunque la verdad estoy más pendiente de todas sus expresiones y gestos.
Esa chica me atrae poderosamente y apenas ha pasado poco más de hora y media desde que nos hemos visto. Ni siquiera recuerdo la última vez que alguien me atrajo tanto.
Está enojada, puedo ver cómo aprieta los puños y resopla antes de dar un paso atrás, para luego dirigirse hasta la salida pisando fuerte.
—Pervertido —gruñe en voz baja antes de salir, pero logro escucharla.
Una enorme sonrisa se forma en mi rostro, aunque pronto deshago el gesto al notar la creciente erección que aprieta mi pantalón, no puedo permitir que esto ocurra en este lugar.
"Necesito tenerla a solas, saber si se siente tan atraída por mí como sospecho"
Decido calmarme por unos minutos, intentando no recordar aquellas piernas o lo que seguramente hay más arriba, eso sólo conseguirá encenderme aún más. No puedo hacer volar mi imaginación justo ahora, no cuando es imposible conseguir lo que quiero.
En verdad no soy tan pervertido, pero su mera cercanía me desconcentra y aunque mi proceder pueda parecer censurable, de todos modos no dije algo que no fuera cierto y sí, le había mirado sus piernas descaradamente, cosa de la que no me arrepiento para nada.
Tomo mis cosas cuando siento que el momento fogoso ha pasado, debo ser más discreto y ni siquiera estoy seguro de que ella pueda serlo, aunque quizás…
"Tendré que averiguarlo entonces," pienso con una sonrisa ladeada, antes de abandonar el salón de clases.