Leilah va callada también, aunque de vez en cuando noto la tensión de su cuerpo cuando pongo mi mano sobre su muslo, o mis dedos masajean su ingle. Sonrío de medio lado y sé que evita mirarme, además de que quiere acercarse y no atreverse a hacerlo. Eso haría que la lleve de nuevo a casa para poseerla de nuevo, porque no puedo pensar siquiera en la palabra "cogérmela", sin colocar una mueca, cuando siempre me había parecido de lo más normal. Finalmente llegamos a su casa, cuando me quito el cinturón de seguridad, noto que se vuelve a mí, queriendo decir algo. —Gracias por tu ofrecimiento —musita sin verme, esbozando una pequeña sonrisa—. Si tú… si ya lo has pagado, te lo pagaré y… —¿Estoy pidiendo que lo hagas? —Me desespera que insista nuevamente con lo mismo. Ella voltea a verme, m