Trato de ser comprensible con ella, así que con una paciencia que no había pensado que tengo, trato de guardar la compostura.
—Si es que te excita volver a los hoteles, sólo dilo. Si no me pides lo que quieres, no podré complacerte —le sonrío de solo imaginar una respuesta afirmativa—, pero no te excuses en tonterías como esas. Te dije que no me comportaría como un patán y lo he cumplido.
Como siempre, tiene más dudas y me mira dándole demasiadas vueltas al asunto, sin dejar claro es que pasa por su mente.
—¿Ahora qué? —replico fastidiado.
—Yo… ¿debo avisar antes? —pregunta casi asustada, mordiendo sus labios.
Me siento incómodo, pero curiosamente a gusto, acariciando las solapas de su chaqueta, sintiendo que se estremece.
—Si te di una llave, es para que accedas aunque yo no esté —a
