Días después… Espero a que mi respiración calme y comienzo a colocarme la ropa nuevamente, notando los gemidos y quejidos de Leilah cuando comienza a moverse para ir al baño. —¿Estás bien? —la miro atento. —¿Eh? —se vuelve a mí, sacudiendo la cabeza—. No es nada. —No parece ser nada —digo serio, cruzándome de brazos. Trato de acercarme, pero ella alza una mano—. Ya te dije que si te he hecho daño… —No es eso —musita, mordiendo su labio como siempre. Trata de disimular, pero se nota a leguas por su forma de caminar que fui demasiado brusco—. Estaré bien. Hago una mueca porque me había prometido llevarlo con calma hasta que se acostumbrara a esto y al tamaño, pero es que el tenerla desnuda delante de mí desata sensaciones extrañas y desenfrenadas que apenas puedo controlar. Me pier