Mojado

1344 Words
Todo lo veo desde arriba, pero lo siento en la piel y en el alma. Hay una mujer extraña durmiendo en mi cama, es extraña porque no es Nicoleta y está ocupando su espacio, no veo su cabello rubio sobre la almohada, es oscuro, es n***o y en el fondo creo saber quien es. Mi corazón grita su nombre, palpita rápido. Tan rápido como cuando mi teléfono suena esperando su mensaje. Está desesperado, ansioso por ella. Abre sus ojos, me sonríe y por fin me siento vivo. - Amelia… - pronuncio sin abrir mis labios. - Alex… - me dice con una voz que ni si quiera conozco, pero es como si la conociera de esta vida y mil otras vidas atrás. Sin pensarlo mucho Amelia pone su mano en mi rostro y se acerca lo suficiente para poner sus labios sensuales en los míos, nos veo desde arriba y aún así siento el calor de su aliento y la humedad de su boca. La sábana se desliza por su cuerpo desnudo, un cuerpo que nunca he visto, la acaricio con el deseo y anhelo con el que no he tocado a alguien jamás. No necesito conocerla para saber como es ella, mi alma si parece reconocerla, intuye que es de vidas pasadas. La he encontrado, es ella, es mi alma gemela, lo puedo sentir. Nuestros cuerpos se unen, se tocan, se acarician como nunca o como siempre, cómo es posible algo así. Abro mis ojos despacio y la luz del sol entrando por la ventana me hace sentir como si aun estuviera con ella, en ese mundo idílico llegando a nuestro éxtasis. De apoco va llegando el raciocinio, las verdades sobre mi vida y voy cayendo en cuenta que todo ha sido un sueño. Siento mi pecho, mi espalda y en mi frente la humedad, he estado sudando como si fuera una maratón, sin salir de la cama, incluso me siento agitado. Estiro mi mano del otro lado de la cama y está vacío, todo ha sido un sueño, ahora la habitación me parece más grande de lo que ya es. Me remuevo bajo las cobijas sintiendo que falta su peso sobre mi cuerpo e imágenes de mi sueño se reviven, me acomodo en la cama poniéndome de lado, viendo ese lado vacío con la esperanza de que mis suplicas sean escuchadas y solo baste un parpadeo para que ella aparezca frente a mí. Una extraña humedad sobre mi pijama se hace más evidente con el movimiento y me siento avergonzado conmigo mismo, pensé que estás cosas solo pasaban en la adolescencia. Me levanto rápidamente para bañarme, limpiarme el sudor y lo demás que me ha dejado ese sueño erótico. Además de tratar de bajarme la temperatura que solo ha estado en crecimiento desde que conocí a Amelia, y eso suena en mi mente como si hubiese sido hace mucho, mucho tiempo, pero ni siquiera han pasado 24 horas desde que cruzamos el primero hola y es ridículo, me siento ridículo pensar en todo lo que estoy sintiendo por alguien que ni siquiera he escuchado, olido o visto a cortos metros de mí. Llevo años viviendo al lado de Nicoleta y al parecer nunca se despertaron los sentimientos en nuestra relación, cómo podría pasar con alguien que vive a cientos de aquí. Voy camino a casa, para tomar ropa limpia y hacer una maleta mucho más grande para pasar toda una semana en New York, toda la situación me abruma, pero hay otras responsabilidades bajo la empresa que son mucho más importantes en este momento. Sopeso la idea de hacerme el de la vista gorda con la situación de Nicoleta, darle la oportunidad de que al menos alguno de los dos tenga lo que merece, o lo que quiere y si lo que ella quiere es disfrutar con otras personas que lo haga, también pienso en la ridícula idea de alguna vez conocer a Amelia, pero sé muy bien que todo esto es un sueño, un sueño como el de esta mañana que jamás ocurrirá, ni siquiera cabe la posibilidad de que vuelva hablar con aquella mujer. Y esas ultimas palabras que cruzan por mi mente se sienten extrañamente filosas sobre mi pecho. - Amelia… - susurro muy bajo, hecho un vistazo a mi teléfono celular mientras espero que la luz del semáforo se ponga en verde y no hay mensajes de ella, ni de nadie. Solo notificaciones de los deberes sobre la empresa. Entro a mi casa y parece deshabitada, esta oscura, se siente incluso fría. ¿Cómo es posible vivir así? Realmente nunca había sido consciente de como se siente todo a mi alrededor, me dirijo directamente a mi habitación, quiero salir lo más pronto de mi propia casa. - ¡Alexandru! – me sonríe nerviosa Nicoleta, se levanta de la cama donde estaba revisando su teléfono celular, la rodea y llega a mí, me planta un casto beso en los labios. Un beso frío y sin sentimientos, nos hemos acostumbrado tanto a las demostraciones de afecto que ya se nos han hecho costumbres y empezamos actuar como una pareja “real” creo que eso fue lo que más ayudó a que su traición doliera tanto. – ¿Dónde estabas? – pregunta aún con la sonrisa en su rostro, esta nerviosa, incluso puedo ver un tic en su ojo derecho. - Estaba en Milán – contesté en automático entre mentiras, estaba hecho un revoltijo de sentimientos, pero lo que realmente me dolía en ese momento es que esa mujer que tengo en frente, la que dice ser mi esposa, ha pasado buenos momentos a escondidas y que yo hubiese dado muchas cosas por tener a Amelia conmigo al menos en la cena, tomando vino la noche anterior. Su sonrisa se trata de esfumar y hay un atisbo de preocupación en su mirada – ¿En dónde no te he visto? Roxundra… - deja las palabras en el aire, porque ella ya me lo ha dicho por mensajes, cree que debe excusarse por algo, pero sabe que si lo hace se delatará, tiene algo de esperanza en su ser de que yo no sepa nada de sus aventuras. - Lo sé, le he dicho a Roxundra que viajaría a Milán, pensé que alcanzaría a ver tu desfile de modas, pero sabes como es lo de la empresa, se me ha ido el tiempo entre reuniones que realmente no he tenido tiempo de nada… - le mentí tan bien, que su rostro se relajó por completo, su mirada pasó a ser más serena y sínica. - ¿Es decir que solo has ido por negocios? – Me rodea el cuello con sus dos brazos y su usual perfume me llegó hasta justo debajo de mi nariz, se me está insinuando, sé que es lo que quiere. Le niego con la cabeza – También quería ver tu desfile, pero no he alcanzado – ahora entiendo porque se ha vuelto tan buena amante, el ego me duele un poco con la idea de que no era en mí en quien pensaba mientras “hacíamos el amor” pensaba en alguno de los varios hombres con los que ha estado. – ¡Oh, cariño! – me dice antes de intentar besarme con más intensidad – No te preocupes por ello – alcanza a rozar mis labios con los suyos. - Lo siento, solo he vuelto a llevar más ropa debo viajar a New York a ver a los inversionistas – es verdad lo que le digo, pero lo uso como excusa para sacármela de encima. - Entiendo… - se daba la vuelta y le suena su teléfono celular, lo mira por encima, pero no lo contesta - ¿Cuánto tiempo vas a estar allá? – pregunta con mucha curiosidad. - Una semana, te aviso cuando esté de vuelta – lo último que quiero es ver un tipo desconocido acostado con mi esposa en mi propia cama. Resultaría dolorosamente hiriente, pero no sé si es por orgullo y ego o porque realmente sentía algo por Nicoleta.  
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