“Una tarde completita” pensó Sofía mientras transcribía la última nota. Si pensaba que el vaso de su capacidad de sorprenderse estaba ya lleno, la última de sus citas se encargó de hacerlo rebosar. Jimena era una chica peculiar a la que Sofía le costaba clasificar. Las dos primeras veces acudió a consulta con su pareja. Un caso atípico: en esta ocasión era él el que había insistido en ir a terapia y ella la que acudía a regañadientes, sin entender muy bien lo que hacían allí y por supuesto, reacia a colaborar. Se invertían los papeles respecto a la mayoría de los matrimonios que pasaban por la consulta. En esas dos sesiones, apenas se mostró comunicativa y negó que en su matrimonio hubiera ningún problema especial. Discutían, pero no más que cualquier otra pareja, nada del otro mundo. Su