Pasado un mes, ese juego se había convertido en habitual. Como sucede con todas estas historias, una vez que se normalizan dejan de llamar la atención y simplemente te puedes concentrar en disfrutar. Hannia tiene que reconocer que las disfruta y para su regocijo Antonio también. Su mente no para de bullir, parece que esto ya no es suficiente para mantener el subidón. El cuerpo, cuando normaliza algo, también se acostumbra igual que la mente. Y la suya no para de funcionar imaginando cuál es el siguiente paso, que por supuesto no es otro que llevar a la realidad esto. La sola idea de que todo esto pueda pasar la enerva. Y prevenida, va preparando el camino por si acaso, solo por si acaso. En su última sesión de sexo pregunta a Antonio: — Oye, si algún día yo te hiciera algún regalo... —