El eco de los pasos de Nora resonaba en las escaleras de madera mientras descendía hacia el corazón del castillo O'Brien. Sus dedos aún hormigueaban por la bofetada que había propinado a los trillizos, un acto que ahora parecía lejano mientras se sumergía en el ambiente medieval que la rodeaba. El castillo, a pesar de pertenecer a un lord irlandés de considerable rango, exudaba una rusticidad que contrastaba con las expectativas de Nora, o quizás era porque había visto demasiada televisión y no siempre lo que salía en películas o series era del todo real. Las paredes de piedra, testigos silenciosos de siglos de historia, se encontraban engalanadas con tapices intrincados y estandartes que ondeaban los colores y símbolos de la manada O'Brien. Muebles de madera robusta, tallados con motivos