El corazón de Nora latía desbocado, y su respiración entrecortada se perdía con la velocidad en la que conducía mientras maniobraba su Honda C90 por las calles de Galway. Lo que había comenzado como una simple investigación interesante y posiblemente divertida, se había convertido en una pesadilla a plena luz del día. El rugido del motor de su moto se mezclaba con el sonido de su pulso acelerado en sus oídos, creando una sinfonía de pánico y adrenalina. Cada semáforo en rojo que se saltaba era una puñalada a su conciencia de conductora responsable, pero el miedo la impulsaba a seguir adelante. Las bocinas de los autos y los gritos de los peatones sorprendidos se fundían en un coro caótico que acompañaba su huida desesperada. Nora ya no sabía dónde estaba; las calles y edificios se desdibu