Luego de apreciar lo suficiente el collar de perlas y el anillo, Nora desvió su atención hacia las llaves antiguas que yacían en el suelo. Ella fue hasta allá, se sentó y las sostuvo en la palma de sus manos, sintiendo como el metal frío contrastaba con el calor de su piel. Eran objetos fascinantes, reliquias de un pasado lejano que ahora, por algún capricho del destino, habían llegado a sus manos. Sus ojos recorrieron cada detalle, cada muesca y ornamento en el metal envejecido. Desde su perspectiva inexperta, parecían pertenecer a la época medieval, aunque una voz en su interior le advertía que no debía fiarse de sus primeras impresiones. Con una mezcla de curiosidad y aprensión, Nora una vez más se incorporó del suelo donde había estado sentada, explorando el contenido del alhajero. Su