CAPÍTULO DOCE
Cuando regresaron a comisaría, Hall le invitó a un café. Se acercaba la una del mediodía y Mackenzie quería estar de regreso no más tarde de las cuatro, pero aceptó. Pensó que rayaría en lo cruel hacerle revivir a Hall el infierno por el que pasó hacia ocho años para dejarle a solas con sus pensamientos.
Mientras ella tomaba asiento en su oficina y él le ofrecía una taza de la Keurig que había en una esquina de la habitación, era como si él hubiera leído sus pensamientos. Se sentó y soltó un profundo suspiro.
“Me imagino que quieres regresar a Seattle cuando antes”, dijo él. “Mientras estabas examinando la última unidad, me adelanté e hice que un agente reuniera la información de cualquier familiar de las víctimas que todavía siga por aquí. Y resulta que estaba equivocado.
