Bienvenido al nuevo mundo (I)

1726 Words
El joven se despertó esa mañana listo para ir a estudiar cómo de costumbre, no podía esperar a ver a Maite, su amada de tantos años, de seguro ella se alegraría de verlo también. Su hermano menor se había ido ya a estudiar al colegio, usualmente no tenían demasiado tiempo para estar juntos, esta vez no era una excepción, aunque ya sé había acostumbrado a ello. Ya vestido se preparó un pan con mantequilla, mientras se lo comía vio la hora, sus ojos se abrieron y casi se atragantó, ahora estaba más apurado, estaba media hora atrasado y el microbús estaba por llegar. Desarreglado, bajó con rapidez las escaleras que lo llevaban al primer piso y corrió velozmente al microbús que ya estaba partiendo, el camino agrietado no lo hacía más fácil. Estaba por llegar, y una grieta lo hizo tropezar, cayó bruscamente en el asfalto, se maldijo a si mismo por su idiotez, pero más maldijo de perder el microbús. No iba a ser un día muy feliz por lo que se podía deducir. Al final, decidió llamar a un Uber, le saldría dinero, pero no podía faltar a la clase. El auto llegó en relativamente poco tiempo, y el tardo nada en subir. Lo recibió un hombre de mediana edad, su largo cabello se sacudió cuando volteo hacia atrás para pedir el destino. - A la universidad del Pacífico, por favor. - Oye, ¿no quea' un poco lejos? -Dijo el chófer un tanto molesto por la petición-. - ¿Porque mejor no te apuras? -Dijo él ya bastante estresado-. El chófer se quedó callado y partió el vehículo a la universidad. Que no quedaba cerca, pero no tenía otra opción. - ¿Por qué llamai' a un Uber en vez de ir en micro? -Pregunto el chófer en medio del camino-. - Porque se me pasó po, no puedo llegar atrasado a las clases, mi última esperanza era un Uber, menos mal que son bastante accesibles -Dijo el joven mirando por la ventana. - Te encuentro la razón en eso, apenas pude conseguirme este cacharro empeze a ejercer de conductor Uber. Es más cómodo, aunque los weones de los taxistas siempre me webean, son terrible pesaos'. - Si, tienes razón -Dijo el chico más relajado, tan relajado que no le importaba si llegaba media hora tarde, solo estaba interesado en mirar las casas y personas que vivían a la entrada de Los Canelos, era imposible no ver estudiantes aquí y allá. Sin embargo, no pudo ver que los chocó cuando volcaron bruscamente. ... - ¡Oe... ¿Sigues vivo?, ¡Responde!... -la voz del chófer se escuchaba turbia. El joven se despertó pegado a la ventana trasera del vehículo, todo su cuerpo dolía y su visión era borrosa, como pudo se soltó de la situación apretada en la que estaba y cayó a los asientos traseros, le dolía la cabeza como nunca. - ¡Amigo! Se desmayó. Abrió los ojos adormido en la habitación 327 del hospital, todo su entorno era blanco y no se escuchaban muchas personas, su visión era borrosa, poco podía ver, volvió a cerrar los ojos. Cada vez que los abría divisaba cosas diferentes, pacientes siendo llevados a sus camillas, a la enfermera que lo iba a revisar de vez en cuando, y al doctor, que revisaba un cuaderno. - Paciente Diego García, 23 años, sufrió un choque automovilístico, estable, -miró nuevamente su cuaderno- pequeñas heridas alrededor del brazo izquierdo, presuntamente por los cristales del vehículo, algún que otro moretón en su cuerpo, despertará dentro de poco. Y volvió a dormirse. Tuvo un sueño extraño. Caminaba en una calle desolada, sin casas, sin vehículos, solo su presencia. De pronto, se empezaron a materializar diferentes cosas frente a él. Su hermano menor, su madre, sus amigos, su amada... Cada vez que caminaba hacia ellos se alejaban más, era imposible acercarse, ni siquiera corriendo, jamás los alcanzaba. Mientras más avanzaba, su imagen se distorsionaba más, su hermano comenzó a gritar despavorido de miedo (¿De que?), Los ojos de su madre se abrieron como platos y permanecieron así, sus amigos se abrazaban muertos de horror, y su amada se cubrió la cara, la imagen de ellos cada vez era más terrorífica. Hasta que llegó un punto donde él no podía avanzar, algo se lo impedía, sus ojos se enfocaron en la imagen frente a él, y ocurrió lo peor. Su hermano comenzó a vomitar sangre, los ojos de su madre explotaron (si, explotaron) manchando todo de sangre, rasguños de enorme profundidad empezaron a aparecer en los cuerpos de sus amigos, y su amada...su amada de pronto se incendió por completo. Comenzó a gritar- ¡Detente! ¡Para! ¡Porfavor quien sea has que pare! ¡Por favor! -incapaz de controlar la situación. Y cuando miro sus manos, se empezaron a deshacer en un baño de sangre. Despertó en la camilla de su habitación, sus ojos estaban mojados, como si hubiera llorado recientemente. Por fin se ubicó y no sabía qué hacer, estaba hospitalizado, no sabía qué hora era, ni que había pasado en el tiempo que había estado dormido. - Uh... ¿Enfermera? ¿Doctor? ¿Alguien? -Comenzó a llamar, pero nadie respondía, ni presionando el botón rojo junto a su camilla, nadie atendía a su llamado, y eso lo empezó a asustar. Empezó a ver su entorno, había flores evidentemente falsas en una banca junto a su camilla, su brazo izquierdo estaba conectado a una máquina que le suministraba suero, había unas pantuflas celestes sobre una alfombra gris con el mensaje "que te mejores". - Gracias, supongo... -Se dijo a si mismo-. No encontró solución más que ponerse las pantuflas y una bata para explorar mejor y ver que diablos sucedía ahí. Su cuerpo estaba evidentemente débil por el choque y por los medicamentos, pero pudo finalmente ponerse en pie. Comenzó a deambular por los pasillos del hospital, estaban desiertos, ni un alma por ahí, ni siquiera personal de limpieza. Llegó hasta la recepción, tampoco, nadie ahí, encontró una radio a batería que seguía produciendo estática. "Quizás aún funciona", pensó para sí mismo, "quizás aún pueda encontrar alguna respuesta". Se sentó en la silla frente al escritorio, y comenzó a intentar sintonizar alguna radio. - Veamos... ¿Radio FM? -estática- no... ¿Y esta? -estática- diablos... Empezó a pensar en alguna radio que escuchara, hasta que recordó. - ¿Radio Pudahuel? Dime qué sí... -movió la perilla y se encontró con la agradable sorpresa de que sí pudo sintonizar, la voz del interlocutor era otra, no era ninguna que conocía, en vez de música o transmitir una entrevista, el interlocutor hablaba solo, sin música de fondo, asustado. - Atención, a todos nuestros oyentes, si no se han enterado se los diré yo-estática- no sé qué ha ocurrido, no sé qué fue lo que lo prov- -estática- pero no son amigos nuestros, debió ser ese tan afamado experimen- -estática- ¡Los mu-enacen! Son sal-jes, def- no se ace- o mori-, por favor, huyan cuando puedan de la ciudad, no es se- -estática- gracias por escuchar los que quedan, puede que está sea mi ult- emisión, les deseo suerte, que Dios nos ampare. La estática anunció que la transmisión había terminado. Se levantó asustado, ¿A qué se refería con que renacen? ¿Que son salvajes? ¿Que tenía que huir de la ciudad? No sabía nada, pero un pánico recorrió su cuerpo. Su hermano estaba estudiando, y su madre trabajando, si había un peligro, ellos estaban en problemas. Tenía que salir del edificio y encontrar a su hermano y a su madre, y saber qué diablos sucedía en la ciudad. Pero ¿Cómo? ¿Cómo se transportaría de aquí al colegio y del colegio al mall donde trabajaba su madre? Volvió a su habitación bastante nervioso, se sentó en el borde de la cama, buscando en su mente una solución, caminando se tardaría demasiado, no era una opción, quizás en bicicleta, o mejor, en automóvil. Se levantó de la cama y caminó hacia la ventana de su habitación, se percató que para su suerte conectaba con el estacionamiento del hospital, y para su sorpresa había aún algunos autos, entre ellos, el del Uber que pidió antes del accidente.  ¡El estaba en el mismo hospital que el! Había encontrado una solución. Ahora, tenia que saber dónde estaba hospitalizado. Volvió nuevamente al escritorio con esperanza de encontrar alguna pista, revisando entre los cajones, encontró una lista con todos los pacientes ingresados ese día, fue bajando con la vista hasta encontrar lo que buscaba. -Nombre: Lautaro Martínez. -Edad: 31 años. -Alojado en la habitación 351 debido a un choque automovilístico. -Hora de ingreso: 10:20 AM. Había encontrado una esperanza, salió de la recepción y camino hacia la habitación 351, que estaba algo lejos, era de las últimas del pasillo. Dudó en el camino, cabía la posibilidad de que no estuviera y que hubiera evacuado como los demás, pero puede que haya estado en coma tanto tiempo como él. Cuando llegó a la puerta en cuestión, se dio cuenta de que no estaba semiabierta o abierta como debería estar si alguien hubiera salido corriendo en medio de una evacuación, sin embargo, ninguna habitación estaba abierta, ¿Todos los pacientes seguían en sus habitaciones? Después de dudar unos segundos abrió la puerta, la habitación estaba en un estado parecido a la suya, sin embargo, no vio a nadie, le parecía extraño, entró para poder revisar mejor, fue entonces cuando alguien le cubrió la boca y lo movió hacia la parte de atrás de la camilla. - Shh... no deben oírte -Le dijo- o vai a morir. Le destapó la boca y cuando Diego pudo ver a su agresor, era nada mas y nada menos que el conductor que estaba buscando. Le susurró. - ¿Qué chucha te pasa? ¿Por qué tanto silencio? - La pregunta es ¿Por qué no tanto silencio?, desde que esas cosas empezaron a aparecer, hacer mucho ruido es un suicido. - ¿Qué cosas? No le respondió, se acerco a la ventana y le hizo señas al joven para que se acercara. Al ver por la ventana, notó a una mujer que estaba en medio de la calle corriendo desesperadamente de algo, cuando vio al perseguidor, se le erizo la piel, parecía humano, pero encorvado y con bastante musculo, su piel era pálida como la nieve y corría a gran velocidad hacia la muchacha. Ella perdió el equilibrio, cayendo, miro hacia atrás y lanzó un grito desgarrador mientras la cosa se abalanzaba contra ella, empezó a golpear su cabeza con gran fuerza, hundiéndola con sus propios puños, después, cuando estaba totalmente desfigurada, la tomo del cuello y la decapitó, se fue caminando con su cabeza en la mano, dejando el desastre sangriento atrás. - ¿Qué mierda...? - Aterrador ¿no? -El uber miró a Diego- Pues el hospital esta infestado de esas cosas, bienvenido al nuevo mundo.
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