El día pasó a una velocidad increíble y el atardecer comenzó a caer. Las muchachas de la casa corrían a buscar sus ropas de gala con la que atenderían a los invitados. Todas se iban a vestir con el mismo atuendo que consistía en una falda larga celeste con el dobladillo blanco y una camisa a juego con el mismo color y decorado. La señorita había sido clara y les indicó que decidieran el peinado que llevarían, debía ser el mismo para todas y no podían tener cabellos sueltos, por lo que las jóvenes empleadas decidieron hacer un rodete en sus cabezas, muy bien sujetos y con cuidado de que ningún mechón escapara del agarre. Una vez cambiadas salieron al patio donde los hombres ya estaban en su habitual ronda de mate y truco de la tarde. Si bien ellos debían trabajar en la seguridad de la fiest