Llevaba tres meses sin noticias. Javier la miraba y sus ojos le pedían disculpas por algo que él no cometía. El rubio se sentía responsable por la falta de comunicación de su amigo y no sabía de dónde obtener información. Las cartas, que antes llegaban con frecuencia, se habían detenido sin ninguna explicación. Él le decía a la señorita que seguramente ya se habían embarcado en el buque que los llevaría al otro lado del océano y por ello no sabían nada de el par, pero en el fondo ni a él le convencía aquella historia, Vicente no avisó que estuviera en ninguno de los importantes puertos donde salían los barcos de ultramar, la última carta llegó cuando se encontraban cerca de aquellos destinos pero no en ellos. — Javier, está bien. Roguemos a Dios que se encuentren sanos y rumbo a España —
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