Falsas Promesas

Toledo, España Aquella noche, el ambiente en el bar Moulin Rouge estaba muy animado. La combinación entre la música a todo volúmen, las lámparas de vidrio que captaban los reflejos de las luces intermitentes de colores proyectando reflejos multicolores en las paredes, la decoración del local con un toque francés junto con la combinación de las chicas hermosas, algunas de figura exuberante y la variedad de bebidas alcohólicas que el lugar ofrecía conformaban un ambiente que invitaba a liberar las inhibiciones, soltarse y dejarse llevar por los más bajos instintos. Las chicas que trabajaban allí eran prostitutas de primer nivel, algunas se encargaban de preparar y servir los diferentes tragos que les solicitaban, otras bailaban en el escenario insinuando al público con sus sensuales y sugerentes movimientos, lo que provocaba un sinfín de silbidos de aprobación y aplausos atronadores de los clientes que depositan billetes en la prenda interior de las bailarinas, quienes aceptaban de buen grado la generosidad de algunos clientes, los mas adinerados, por supuesto. El acceso a este club exclusivo solo era permitido a una clientela selecta que consistía, en su mayoría, de figuras públicas como el Primer Ministro, senadores, funcionarios públicos y personalidades del espectáculo, algunas muy reconocidas y otras no tanto. La mayoría siempre volvía por la excelencia y calidad de atención en el servicio. Indira, una mujer de cabello largo rizado y ojos negros y rasgos angulosos que le otorgaban una mirada de misterio y sensualidad, su baja estatura no iompedia qie luciera con eega cia su esbelta figura enfundada en un vestido rojo muy ajustado con un escote profundo y un tajo que revelaba sus curvas armoniosas y unas piernas bien torneadas. En ese momento, se encontraba recorrie do el local ocupándose que los clientes se sientieran a gusto allí. Hacía veinte años que trabajaba como anfitriona del lugar procurando que los clientes tuviesen suficiente bebida y se sintieran satisfechos con las chicas que allí trabajaban para complacer hasta sus más mínimos deseos. Además se encargaba de iniciar a las chicas que llegaban todos los meses de diferentes países de América en el oficio de la prostitución. Cada vez que recibía a un nuevo grupo de mujeres observaba sus rostros y expresiones de incertidumbre y podía percibir el creciente temor a ese mundo del que formarían parte. Muchas de ellas entraban en contra de su voluntad atraídas por un espejismo de fama y riqueza que pronto se hacía añicos contra la devastadora realidad que debían enfrentar. Índira conocía esa sensación porque ya varios años atrás ella también había pertenecido al grupo de principiantes, las chicas que recién se iniciaban en el arte de seducir hombres por dinero. Todo había comenzado cuando conoció a uno de los hombres que trabajaban con Fermin. Ella estaba casada pero la relación con su esposo no funcionaba y ella se refugió en aquel desconocido que le prometía un futuro mejor en España. De aquel hombre solo conocía su nombre Ernesto y trabajaba en uno de los bancos más importantes en Toledo, España bajo aquella fachada su verdadera identidad estaba protegida. Hasta el día que decidió dejar a su esposo e hija jamás sospechó que estaba a punto de cometer el peor error de su vida. Error que le costaría muy caro en el futuro. ‒¿Estamos listos? ‒ le preguntó a Rafa, presentador de las chicas. Él asiente sonriendo. ‒¡¡¡Con ustedes… Sheila, Anahís y Lisette!!! ‒anunció con entusiasmo presentando a las chicas. Belén, Marisa y Alba salen contoneándose aunque su expresión refleja temor y preocupación. La gente silba y aplaude entusiasmada. Ellas se limitan a mirarse entre sí por momentos con expresión nerviosa y alerta. Entretanto, Cristal se encontraba limpiando el baño del establecimiento. Aprovechando el ambiente animado del bar, se sube al inodoro con un pequeño destornillador que tenía escondido en su liguero y se dispone a desatornillar una esquina de la ventila que se encontraba en el techo del baño. Lo logra pero su labor es interrumpida por unos golpes insistentes a la puerta del baño. Belén respira hondo disimulando sus nervios crecientes. ‒¿Cuánto más tengo que esperar? ‒pregunta el guardia del establecimiento con acento inglés un tanto impaciente por la espera desde el otro lado de la puerta del baño. ‒Ya voy, es que me siento mal ‒se disculpa Belén simulando un dolor de estómago. ‒Tienes cinco minutos sino voy por tí, ok? ‒advierte él con tono amenazador. Esperó cinco minutos y cuando escuchó que sus pasos se alejaban, Belén aprovecho a salir del baño dirigiéndose a la pista de baile donde se encontraban reunidos Fermín, dueño del bar y cabeza principal de la banda del tráfico de mujeres en España junto con Indira, su mujer. ‒Déjeme bailar, por favor ‒pidió ella a Tanya con quien se sentía más confiada. Fermín la intimidaba un poco. Ella la mira sopesando su pedido y mira a Fermín con ojos suplicantes en busca de una respuesta. ‒Déjala ‒interviene Fermín ‒luego sigue con el castigo. ‒Está bien, esta noche vas a bailar pero te prohibo tener contacto con los clientes -dijo ella. ‒Luego hablaremos. ‒le dijo a modo de despedida. ‒Le dicen la colombianita ‒anuncia Rafa por el altavoz presentando a Belén. ‒Con ustedes… Cristal. Belén sale sonriendo y baila sugerentemente ante los clientes disimulando sus nervios que amenazaban con su postura de seguridad. Éstos aplauden y silban con aprobación. Belén aprovecha el intenso movimiento de la gente para indicarles a sus compañeras Sofía y Alba que las siga con una señal apenas disimulada con su mano. Las tres mujeres se dirigen al baño aprovechando el intenso movimiento del local y la distracción de Fermín, William y los guardias de seguridad. Cada una sube por el ducto en fila, procurando hacer el menor ruido posible y se dirigen a un túnel que conduce el camino hacia la calle. Una vez allí se disponen a correr a toda velocidad. El resonar de los tacos de sus zapatos repiqueteaba en las calles de piedra y cada tanto se vuelven mirando hacia atrás nerviosas de ser descubiertas en cualquier momento por el personal de seguridad del local. —¿Dónde están las chicas? ‒ preguntó William advirtiendo la ausencia de las tres chicas. ‒Ayúdenme a encontrarlas ‒ordenó a los encargados de la seguridad del local. Y los tres se dispusieron a buscarlas por todo el local. Las chicas continúan su carrera mirando hacia atrás, asegurándose que nadie las seguía. Encuentran un callejón y ahí es donde se ocultan de la vista de William y sus hombres. ‒Debemos escondernos hasta la noche ‒dice Sofía con voz entrecortada por su agotamiento al correr. ‒Estamos cerca chicas ‒Si sale bien pronto estaremos libres‒las tranquilizó Ana con voz entrecortada. William llega cerca del callejón donde las chicas están ocultas y al percibir un murmullo de ellas sale a su encuentro. Ellas huyen de su vista asustadas hasta llegar a una terraza donde se puede contemplar una maravillosa vista de la ciudad de Toledo. Miran detrás de ellas y ven que William con sus hombres se van acercando lentamente hacia el lugar donde ellas se encontraban. Sin pensarlo dos veces, deciden saltar hacia su libertad, aquélla que habían perdido hace un largo tiempo en busca de un sueño que había resultado sólo un espejismo y se había hecho añicos antes de que se dieran cuenta.