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La Locura de Emma

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intro-logo
Blurb

Emma es una chica inteligente y curiosa que vive en un mundo donde los humanos conviven con seres sobrenaturales. Luke es uno de ellos, un ser increíble y misterioso que despierta el interés de Emma. Cuando se conocen, surge una chispa entre ellos que los llevará a vivir una aventura llena de emociones, peligros y secretos.

¿Qué es lo que oculta Luke? ¿Qué es lo que les espera en el futuro? Emma tendrá que descubrirlo con una sola palabra: amor.

(OJO: escenas demasiado calientes y delicadas para ciertos ojos juveniles. Avisado quedas si ves un cacho de carne de más).

NO ES NECESARIO LEER LOS OTROS LIBROS PARA ENTENDER ESTE.

Libro #1.5 de la Saga Black

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Capítulo 1
Emma 14 de octubre de 2002 A Emma no le gustó como el frío penetraba en su cuerpo como agujas mientras caminaba hacia su casa. Se encontraba a medio camino de su destino y los coches habían dejado de circular de forma frecuente pasada la medianoche. Eso la inquietó, la llenaba de miedo y le producía escalofríos por todo el cuerpo en forma de esporádicas sacudidas que no la dejaban en paz. Nunca había llegado tan tarde y sola a casa Siempre había contado con la compañía de Belinda o algún otro amigo con el que hubiera quedado durante el día, incluso había llegado a pedir un taxi cuando nadie más podía ir con ella debido a que la idea de regresar sola la aterrorizaba. A los nueve años estuvo a punto de ser secuestrada en un parque mientras jugaba, no obstante, había tenido suerte. Unos policías que pasaban por allí en el momento indicado la salvaron de un destino incierto que, aún después de tantos años, no quería ni imaginar. Desde entonces, cualquier precaución que tomara le parecía insuficiente. Así pues, no se explicaba cómo había terminado regresando sola. ¿Cómo había sucedido? Solo Dios lo sabía. De un momento a otro había pasado de estar en un sitio lleno de gente a plena luz del día, a regresar por su cuenta a casa en medio de la noche. ¿Resultado? Acelerar el paso, temiendo por cada esquina y sentir unos terribles escalofríos recorriéndole la espalda que ya no estaba segura de si eran por el frío o por su propio miedo que jugaba en su contra. Aún estaba a tiempo de llamar a alguien por teléfono mientras regresaba, pensó. Nunca era demasiado tarde. Una sombra lejana, demasiado oscura para distinguir quién era, se cruzó al otro lado de la calle. Emma experimentó el verdadero temor y desconcierto cuando un hombre se detuvo a unos pocos metros por delante de ella poco después de haber visto aquella sombra. Sus encuentros con el mundo de las sombras, desde que era consciente de su existencia, se había limitado a los hermanos Black y a Annice Crawford. Sin embargo, había escuchado lo suficiente de Belinda como para saber (y tampoco es que fuera idiota) que nadie aparecía de un segundo a otro delante de ella, a menos que no fuera humano o totalmente humano. También existían los mestizos o los híbridos. Algunos de ellos nacían con características puramente humanas, otros, tenían rasgos de su origen místico que los diferenciaba sutilmente de los humanos. Sinceramente, nunca se había cruzado con ninguno, pero sabía que Belinda se había encontrado una vez con uno mitad duende que había nacido con los ojos rojos y la piel verdosa y sutilmente escamosa como la de un reptil. Belinda lo había descrito como algo extraño a la vista y, aun así, fácil a lo que acostumbrarse. Otras veces, incluso había dicho que resultaba fascinante. Ella tenía muy claro por su parte, que nunca se acostumbraría a algo así. Sus pasos se detuvieron sin querer mientras miraba fijamente a aquel hombre. No la habían preparado para esto. Para empezar, no sabía diferenciar a unos de otros, por lo que no sabía qué tipo de ser era. Perfectamente podría tratarse de una sirena o un elfo y ella ni cuenta se daría; y luego, estaba el hecho de que nadie le había dicho nunca cómo escapar de un ser que no era humano, por lo que sencillamente podría estar a punto de morir y jamás lo sabría. Sus ojos comenzaron a brillar mientras la observaba. Era extraño y escalofriante, pero también hipnótico de una extraña forma que la envolvía lentamente en un dulce sueño. Vio cómo comenzaba a caminar hacia ella muy lentamente, casi levitando. Su cuerpo se había tensado irremediablemente ante la incertidumbre de lo que pasaría con ella. ¿Sería este el final? Una sonrisa torcida, ojos rojos como la sangre y unos movimientos ligeros y volátiles que lo hacían ver casi etéreo. ¿Podría ser un vampiro? Nunca los había visto, así que no estaba segura, pero en las películas los habían descrito así, aunque más sucios (sin contar los de Crepúsculo o Crónicas Vampíricas). Este, en cambio, estaba vestido muy pulcramente al punto de que casi parecía que usaba ropa nueva todos los días. Intentó moverse, su cuerpo no le hizo caso. Emma comenzó a entrar en pánico al tiempo que intentaba de nuevo moverse, sin éxito. ¿Por qué no respondes, maldito cuerpo?, pensó con un sentimiento de angustia creciendo dentro de ella. Una risa aguda hizo que su corazón latiera con fuerza mientras las lágrimas se acumulaban en sus ojos. Quería gritar, pero ni siquiera podía hablar. Estaba asustada y era como si su propio cuerpo hubiera decidido dejar de obedecerle. Se sentía extraño. —Inclina la cabeza —le dijo en una voz baja y suave, sin dejar de mirarla con sus ojos brillantes y rojos. A expensas de lo que ella misma quería, su cuerpo obedeció. Su cabeza se inclinó hacia un lado a pesar de que intentaba no moverla con todas sus fuerzas. El vampiro se acercó más a ella. Un olor a humedad le llegó cuando la alcanzó y puso una mano sobre su hombro, mientras la otra sujetaba su codo. Listo. A la mierda todo, Emma. Fue una buena vida mientras duró. El vampiro de pelo rubio se relamió sus labios en un movimiento lento, casi enfermizo. Dientes largos y puntiagudos se deslizaban rápidamente hacia afuera. Contuvo el aire. Las lágrimas habían comenzado a caer por sus mejillas sin que pudiera controlarlas, destruyendo cualquier pizca de esperanza que hubiera podido conservar. Era horrible ser consciente de lo que pasaba mientras tu cuerpo no respondía a lo que le pedía. Quería gritar, correr, defenderse. Y, aun así, lo único que podía hacer era permanecer de pie y en silencio mientras un vampiro estaba a punto de darse la cena de su vida con su sangre. O, tal vez, debería llamarlo desayuno. Era como una violación. Aquel hombre le haría cosas horribles y ella apenas y conseguiría defenderse, muchos menos gritar. Su corazón latió con fuerza en su pecho, a la espera de su final. Podía sentir su aliento erizar su piel en un escalofrío terrible. Deseaba poder cerrar los ojos. Hacer que el tiempo que durase aquello fuera menor. No obstante, parecía imposible. Una ráfaga de viento la golpeó violentamente y la empujó cuando las manos del vampiro la soltaron. Sus rodillas flaquearon ante un fuerte movimiento que la envió hacia la acera y sus ojos se cerraron por escasos segundos antes de caer de bruces contra el suelo, sobre sus manos y rodillas. Ahora, ambas partes de su cuerpo le escocían por la caída; sin embargo, nunca se había sentido tan aliviada de aquella sensación de volver a sentir sus movimientos libres como en ese momento. Luego llegó el aturdimiento. ¿Por qué la había soltado? Estaba segura de que iba a morir. Un chillido seguido de un gruñido llamó su atención. Al otro lado de la acera, un lobo peleaba contra el vampiro y se revolcaba por el suelo moviendo al chupasangre como si fuera un muñeco de trapo. Un nuevo miedo la paralizó. El lobo parecía gruñir y morder al vampiro al tiempo que este le arañaba e intentaba clavarle los dientes y las uñas. Era como ver a un gato cazando a un ratón de la manera más violenta y sangrienta posible. Ni el Rey León le había encogido tanto el corazón cuando murió Mufasa, como lo estaba haciendo aquella escena. Un último zarpazo del lobo y el cuello del vampiro se separó de su cuerpo, saliendo disparado hacia la dirección opuesta. Emma no se perdió como sus ojos seguían el movimiento del cuerpo desprendiéndose de su cabeza, o quizá había sido al revés, no estaba del todo segura. Lo único que sabía era que aquella imagen la perseguiría durante mucho tiempo. No podía moverse. Sus ojos siguieron al lobo mientras un leve crujido llegaba a ella. Aquello debía ser una locura. Observó cómo el pelaje gris oscuro comenzaba a acortarse en cuestión de segundos, dejando a la vista una piel morena y lisa. Las patas comenzaron a convertirse en brazos y piernas más humanas. Un torneado y bien formado culo desnudo se presentaba ante ella junto a una ancha espalda. Emma contuvo el aire, asimilando lo que acababa de pasar. Un vampiro había intentado hacerla su cena o, mejor dicho, su desayuno; luego, un licántropo la había rescatado y ahora estaba frente a ella, desnudo y con el culo a la vista como si fuera una especie de espectáculo callejero con final feliz. Cuando sus ojos azules se clavaron en los de ella, Emma no pudo evitar centrar su atención en su rostro. Tenía uno muy atractivo. Tenía una cara cuadrada y masculina, unos ojos hermosos y unos labios carnosos. Era la primera vez que veía un hombre tan atractivo, sin contar a los hermanos Black. Sus ojos recorrieron a Emma hasta detenerse en sus manos y en sus rodillas, que aún le dolían. Seguramente lo haría durante un tiempo, pero no le importaba. Estaba viva. Él pareció dudar por unos segundos antes de caminar hacia ella y Emma no se perdió cómo se tapaba la zona de la entrepierna con la mano mientras se acercaba y se volvía a agachar ahora más cerca. Un nuevo tipo de miedo creció en ella. ¿La habría salvado para convertirla en su cena? ¿Los hombres lobo comían humanos? Maldita sea su decisión de no pedir un taxi. El extraño inclinó su cabeza y entrecerró los ojos, como si intentara comprobar algo. Ella le devolvió la mirada de una forma un poco más intranquila, a la espera de su próximo movimiento. Una voz ronca la cautivó. —No voy a hacerte daño, chica. —Su nariz se ensanchó, sin apartar los ojos de ella. Lo vio inclinar ligeramente la cabeza—. Hueles ligeramente a brujo, pero no eres uno. Lo sabría. Tampoco pareces demasiado extrañada de mi existencia. ¿Eres amiga de uno? Emma no estaba segura de qué responder. El hombre le dedicó una sonrisa llena de compasión. Se sentía mal por ella. Por el miedo que seguramente había pasado. Maldición, había llegado en el momento justo para salvarla, o de lo contrario ahora estaría desangrada y moribunda en la calle. —No voy a lastimarte. —Sus ojos miraron sus labios y por un instante le pareció percibir anhelo en su mirada—. Los humanos son mis amigos, lo prometo. —Volvió a mirarla a los ojos. Los suyos eran hermosos. Era como ver un cielo azul y cristalino durante una mañana pacífica—. Me llamo Luke y soy de la Manada de Keith. No sé si estás familiarizada con las manadas de Londres, pero puedo asegurarte de que no te haré daño. Emma lo meditó unos segundos antes de decir algo. No estaba segura de si fiarse o no de él, pero hasta el momento, lo único que parecía haber hecho había sido salvarla. —Emma… —susurró sintiendo cómo el corazón le bombeaba con fuerza—. Soy Emma Stone. Luke le dedicó una hermosa sonrisa que la cautivó, otra vez. —Tienes un nombre muy bonito. —Aclaró su garganta y se acercó para tocar sus manos. El cuerpo de Emma se tensó y él pareció notarlo—. No voy a hacerte daño. Solo quiero ver los arañazos. Hueles un poco a sangre y eso podría atraer a más de esos. Ella entendió lo que quería decir por “esos”. Podría hacer que vinieran más vampiros. Luke tomó delicadamente sus manos y las observó con detenimiento. Incluso llegó a acercarse a ella. Emma se sentía un poco intimidada al tener a un enorme tipo desnudo frente a ella y lleno de sangre de vampiro o quizás era de él. La verdad es que no estaba segura de quien era toda la sangre que afeaba su cuerpo desnudo. No se había fijado hasta el momento, pero tenía algunos cortes bastante feos. Otra cosa que le llamó la atención es que el vampiro no se hubiera convertido en cenizas. Siempre había creído que se volvían polvo cuando morían o algo por estilo. Se encogió en el sitio cuando sintió la lengua de Luke sobre sus manos. Sus ojos se abrieron mientras lo observaba y su respiración se aceleró. Luke se detuvo y la miró. Sus ojos se habían vuelto más oscuros y nuevamente era consciente del anhelo en ellos. —No voy a hacerte daño —su tono de voz era ronco—. De esta forma puedo curar tus heridas y hará que no te duela después. Lo miró aturdida. Ella estaba segura de que las cosas no funcionaban así. Al menos no en los humanos. Él le dedicó una sonrisa. —Te prometo que no muerdo —sus ojos se volvieron más oscuros, un gruñido salió de su garganta—. Al menos no de la forma que piensas. Nuevamente, estaba sin palabras. Luke entrecerró los ojos y siguió lamiendo sus manos antes de inclinarse hacia sus rodillas. Pareció dudar unos segundos antes de hacerlo. Sus nariz había vuelto a dilatarse y un nuevo gruñido salió de él. Todo aquello resultaba extraño. Sin embargo, no se sentía asustada. Le parecía muy curioso escuchar sus gruñidos a pesar de no entender por qué lo hacía y no negaría que le excitaba un poco tenerlo entre sus piernas, aunque no fuera precisamente para hacer cosas “más subidas de tono”. Cuando Luke terminó, se alzó para mirarla nuevamente. —Mi ropa está a unos metros por detrás de nosotros —dijo, su voz casi parecía un gruñido ininteligible—. Déjame que me vista rápidamente y te acompañaré a casa. Titubeó. No estaba segura de querer que un desconocido la acompañara a casa, pero tampoco quería arriesgarse a volver a encontrarse con otro vampiro en caso de que pudieran aparecer más de ellos en su camino de regreso. —Te prometo que no te haré daño —se humedeció los labios para luego dejar escapar el aire lentamente entre estos—. No te habría salvado si esas fueran mis intenciones. Se abstuvo de preguntar cuáles eran sus intenciones tras ver un brillo que reconocía muy bien en su mirada. No estaba segura de querer saber la respuesta. En vez de eso, Emma simplemente asintió y observó cómo Luke suspiraba de alivio. Se levantó con cuidado y volvió a ocultar su ingle. Sus manos eran grandes. Todo en él parecía grande. Se atrevió a ir más allá y a preguntarse si también sería grande ahí abajo. Ya que lo mantenía oculto de ella, no podía estar segura de ello. —No tardaré —pareció dudar antes de darse la vuelta—. Espérame aquí unos segundos. Emma se quedó en el suelo mientras él se alejaba para vestirse, sin perderse la imagen de su culo desnudo y bronceado nuevamente. Estaba confundida. Miró al vampiro que permanecía en el suelo, completamente inerte. ¿Qué harían con el cuerpo? No podían dejarlo ahí, a la vista de cualquiera que pudiera pasar y verlo. Aquello llamaría sin duda la atención de los policías. No pasaron más de unos minutos cuando Luke llegó a su lado y la sujetó por los codos, ayudándola a levantarse. No había notado que todo su cuerpo temblaba hasta que la recargó contra su cuerpo para estabilizarla. Era como estar cerca de un radiador. El cuerpo de aquel hombre desprendía tanto calor que casi le sorprendía que fuera posible. ¿Sería a causa de la pelea y la adrenalina liberada? —¿Puedes mantenerte en pie mientras me encargo del cuerpo? —preguntó, preocupado—. No puedo dejarlo ahí. Los humanos podrían encontrarlo. Emma asintió, aunque no estaba muy segura de si aguantaría de pie mucho tiempo. Luke pareció dudar unos instantes antes de soltarla y corrió hacia el vampiro para llevarlo a otro sitio. Le sorprendió la facilidad con la que levantaba su cuerpo y tomaba su cabeza antes de girarse y correr hacia una esquina muy escondida de la calle. Cerró los ojos, sin querer ver lo que iba a hacer con el cuerpo. En poco tiempo, había regresado a ella y ahora la sujetaba por las caderas. Emma se sentía como una tonta. Estaba tan sorprendida que casi no podía hablar y la preocupación en el rostro de Luke le aseguró que tenía que espabilarse. Soltó un suspiro tembloroso mientras apoyaba sus manos en su pecho. El jersey no disimulaba la dureza de su cuerpo y eso le recordó lo que había podido observar durante el tiempo que estuvo desnudo. Tenía un buen cuerpo. Y era muy alto. Ella no era especialmente bajita, no se sentía de esa forma, pero estaba segura de que él le sacaba más de una cabeza y media. Luke la miró fijamente, esperando a que ella dijera algo. —Yo… —tragó saliva—. Gracias por salvarme. En ese momento, la sonrisa que Luke le dirigió fue tan hermosa, que estaba segura de que su corazón explotaría en su pecho. —Me alegro de haberlo hecho. 24 de octubre de 2002 La felicidad explotó dentro de ella. Emma salió del centro comercial con un helado en la mano y una enorme sonrisa dibujada en su rostro. A pesar del frío de octubre, el helado de chocolate le sabía a gloria de Dioses. Estaba frío y era consciente de que posiblemente su garganta lo resentiría luego, cuando el tiempo de Londres y el frío del helado hicieran mella en ella, pero no le importaba. El placer de saborearlo lo merecía en su totalidad. Gimió suavemente mientras su lengua repasaba el helado y disfrutaba del sabor. Simplemente no podía cansarse de él. Un gruñido ronco y bajo, muy cerca de ella, la sorprendió. No se perdió cómo unos ojos claros que ya había visto una vez se volvían más oscuros al tiempo que sus pupilas se dilataban. Ella reconoció aquellos ojos y le sorprendió la proximidad del cuerpo de Luke, quien apenas estaba a un par de metros de distancia. Si extendía el brazo, estaba segura de que lo tocaría sin apenas intentarlo realmente. Sus ojos se ampliaron, intentando salir de su asombro. Emma pestañeó un par de veces, queriendo comprender cuándo había aparecido sin que se diera cuenta. Prácticamente, parecía que había aparecido por arte de magia. ¿Acaso los lobos también podían teletransportarse sin que lo vieran? Rápidamente, descartó esa idea. Eso era algo bastante improbable. Pasaba demasiado tiempo con los hermanos Black. —¿Luke? El pecho de Luke se infló, su nariz se dilató y un suave gruñido salió de él. Vio cómo cerraba los ojos y respiraba unos segundos en silencio antes de volver a abrirlos muy lentamente. Estaba totalmente confundida. —Hola, Emma —la saludó con una sonrisa. Estaba bloqueada. Habían pasado días sin verlo desde el ataque y, aunque nunca habían acordado volver a verse otra vez, él estaba ahí. Como si hubiera sentido lo mucho que lo había extrañado. Había sido raro al principio. No lo conocía, pero de alguna manera, no había conseguido dejar de pensar en él. Y, ahora, lo tenía delante. Ella pestañeó un par de veces más. Todavía sin creerlo. —Hola… Una mata de pelo oscuro salió a un lado de Luke. Emma lo reconoció rápidamente como Cameron Baker, el mejor amigo de Samantha Black, la hermana pequeña de Belinda, quien a su vez era su mejor amiga. Una sonrisa se dibujó en su rostro cuando el niño de ojos marrones la miró, llevando toda su atención. —¡Cameron, hola! El chico le sonrió. Sus mejillas se sonrojaron adorablemente y se agarró de la pierna de Luke. —¡Hola! Cameron Baker eran de los pocos licántropos que había conocido en su vida. En realidad, el único que había conocido hasta el momento. El segundo había sido Luke. Cameron, además, era de los pocos niños que había visto relacionarse con la familia Black. Estaba muy unido a Samantha y prácticamente había demostrado ser muy protector hacia la menor del clan. No podía negar que le picó la curiosidad al notar que estaban los dos juntos. Por lo que sabía, Cameron pertenecía a la manada de West y Luke le había dicho que era de la Manada de Keith. También estaba el hecho de la diferencia de edad. Cameron era un niño de apenas once o doce años; mientras que Luke aparentaba ser algunos años mayor que ella. Estaba segura de que rondaba los veinte, quizá los veintidós (si se iba por lo alto). Sus mejillas se calentaron cuando se dio cuenta de que no había dejado de mirar a Luke en ningún momento mientras pensaba. Él también la miraba en silencio con una sonrisa en los labios y con un brillo que había podido ver la primera vez que se conocieron. Cuando Luke aclaró su garganta, el cuerpo de ella se tensó de inmediato por instinto. Casi se avergonzaba de las reacciones de su propio cuerpo ante aquel hombre. Casi. —Esto… —de repente, parecía algo cohibido. Sus ojos la miraron y se suavizaron antes de soltar el aire lentamente. Su mano despeinó su cabello oscuro y no demasiado corto—. ¿Estarías dispuesta a darme tu número? Emma pestañeó una vez. Dos veces. Tres. Tuvo que utilizar algunos segundos para comprender lo que estaba pasando. —¿Qué? —la pregunta se le escapó en un susurró. Las mejillas de Luke se tiñeron de un leve color rojizo que, probablemente, también habían adoptado las de ella. Solo que, en él, se veía atractivo. —Tu número —repitió lentamente—. ¿Estarías dispuesta a dármelo? Por un momento, su mirada se dirigió a Cameron quien parecía encontrar interesante algo que había en sus pies. No estaba segura del qué porque no había nada, pero parecía bastante concentrado en ello. Volvió su atención a los ojos de Luke que la miraban con atención, esperando alguna respuesta de su parte. Eran hermosos y parecían asustados, como si temiera que pudiera negarse. Eso le pareció bastante curioso e impulsó una sensación de calor dentro de ella que la avergonzó. Ella no se avergonzaba, pero ahora lo estaba. Por él. Tampoco podía imaginar que precisamente él pudiera temer que ella lo rechazara, no cuando se veía como un hombre al que no parecían faltarle las mujeres. Asintió con timidez. Posiblemente estaba cometiendo una locura. Apenas se conocían, pero que le aspen si no se había quedado con ganas de saber más de él después de que la salvara. Incluso se arriesgaría a admitir que lo había extrañado un poco y que no lo había podido sacar de su cabeza. Los ojos de Luke se estrecharon mientras sonreían. Era una sonrisa que de verdad le encantaba. Solo le preocupaba que no hubiera tomado la decisión correcta, pero algo en ella le aseguraba que estaba bien. Que podía confiar en él.

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