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El Rey Infame.

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Ésta es la segunda parte de “El que no debía ser Rey".

Luego de dos años de haber salido de Medraz, Calisto está listo para ir a casarse con Irithel de Estes.

Aún con la sorpresa de haberse enterado de lo que en realidad es, está dispuesto para hacer lo necesario para recuperar su ciudad natal y apoyar a su hermano Fenhir en la guerra de Baalos contra Vraviria.

Con la ayuda de Lucifer, Belial y Azazel, Cal está dispuesto a ir a encarar finalmente a Zarad quién cuenta con el apoyo de Belcebú y Asmodeus.

Lo que ninguna de las dos partes tiene idea es que hay más seres interesados en ese conflicto que escaló y dejo de ser solamente una disputa entre los hombres.

Cal deberá buscar más ayuda si quiere salir victorioso de aquella guerra, cuya balanza se ha mantenido equilibrada hasta el momento.

Junto con sus entrañables escoltas está dispuesto a viajar a los más remotos lugares del sur, con la finalidad de hacerse con más recursos, pero tendrá que sacrificar mucho en el proceso.

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Presentaciones.
Fenhir se hallaba dando vueltas al rededor de la enorme barbacana atestada de personas, en su mayoría eran comerciantes que deseaban entrar en la ciudad. No sin antes tener que pasar por los estrictos filtros de seguridad a los que eran sometidos por parte de los soldados estenos. Cal miraba con impaciencia la interminable hilera de gente que parecía no querer acabar. - Esto es absurdo, somos tres putos reyes y un montón de lords los que estamos haciendo fila detrás de gallinas, burros, caballos y cerdos en carretas, llevamos un largo rato aquí, bajo el sol... Dijo Fenhir muy indignado. - Ellos no saben que venimos. Le dijo Cal tratando de calmarlo, por lo regular Fenhir siempre era muy afable y agradable, sin embargo cuando se irritaba se comportaba como todo un snoob. - Pues será mejor que se vayan enterando. Espetó Fenhir furioso. Cal torció los ojos y se sentó sobre un barril mientras Clint se acercaba a él para ofrecerle agua fresca. El calor en el lugar era insoportable, muy seco. El aire estaba tan caliente que por un momento el mismo Clint se preguntó si no estarian en un desierto en el sur de Evilhell en vez de encontrarse en Estes, sin embargo pudo ver la extensa vegetación que se abría paso más allá de la periferia de la enorme ciudad, habían pasado tantos meses en climas helados que no estaban para nada acostumbrados a aquel infierno. - Iré yo. Dijo Stavros tratando de aliviar la frustración de Fenhir y con paso decidido avanzó durante varios minutos hasta los guardias que estaban inspeccionando las mercancías. - Saludos, mi nombre es Stavros Shrinka, soy Rey de Tarkka, vengo con Fenhir Helihanis, Rey de Baalos y con el Rey Calisto II, Rey de Fallhan. Hemos venido porque mi buen amigo Cal ha venido a desposar a la princesa Irithel. Varios soldados se comenzaron a reír. - Y sí son reyes ¿Dónde está su comitiva?. Preguntó uno de los soldados. - Somos reyes peculiares, no nos gusta ostentar. Nuestra comitiva son ese grupo de Lords que ves ahí. De nuevo varios rieron, Stavros totalmente furioso sujetó con fuerza al hombre del cuello, ocasionando que el resto de hombres desenvainaran sus espadas apuntandole. La gente a su alrededor gritó conmocionada. Pero Stavros ignoró las espadas de todos ellos y llevó a rastras al hombre hasta Calisto y Fenhir. - Ahora mira con atención, pequeño pedazo de mierda... ¿Ves esos rostros? ¿Los ves?. Preguntó Stavros iracundo y apretándole el gaznate. El pobre joven asintió dando bocanadas para jalar un poco de aire. - ¿Tienen cara de ser simples y vulgares forasteros?. El joven negó al percatarse del porte, la increíble belleza de los dos hermanos y las finas ropas de todos ellos. Un grupo de soldados se acercó a ellos rodeandoles y apuntandoles con las espadas. Cal los miró irritado al igual que Fenhir. Clint se puso de pie rápidamente mostrando su garbo y afable actitud. - Calmados todos... Les dijo- No tienen por qué reaccionar así, mi amigo Stavros tiene poca paciencia y no sabe cómo lidiar con idiotas como éste. Dijo señalando al joven que aún no podía liberarse de las fuertes manos de Stavros. - Dile a tu amigo que lo suelte. Le ordenó uno de los soldados. - Stavros por favor... Le pidió Clint amablemente. Stav lo soltó y al instante el joven comenzó a arrastrarse lejos de él, Cal se acercó rápidamente para ayudarlo a levantarse, el joven comtempló asombrado el bello rostro de Calisto. - ¿Estás bien?. Le preguntó Cal cortésmente. El joven asintió nervioso. - Tengan... Les ofreció Azazel un pergamino. Al leerlo varios soldados palidecieron. - Sí son reyes. Les dijo uno de los soldados a los demás. - Disculpenos, no sabíamos que vendrían hoy... además pensábamos que vendrían con una comitiva más grande. Les dijo uno de ellos. - No te preocupes, solo déjenos pasar ya, no estamos acostumbrados a éste maldito calor. Le pidió Clint sonriendo. - Con gusto, pasen... síganos por favor. Le pidió otro. - Claro. Les contestó Clint. Después de unos segundos Cal y el resto subieron de nuevo a sus caballos y comenzaron a seguirlos. La gente los miraba con curiosidad, al cabo de un rato se hayaban ya dentro de la gigantesca ciudad estena que estaba construida en su totalidad de cantera blanca, mármol blanco y n***o. - Es más bonita de lo que recordaba. Le dijo Darío a Calisto al llegar a su lado. - ¿Ya habías venido antes?. Le preguntó el joven. - Hace varios siglos, vine con él... Le contestó señalando a Clint con la cabeza. - ¿Cómo era antes?. - Pues no se parece en nada a lo que ves ahora, era por mucho menos bonita... - Pues ya ves que ya no es así. Le dijo Clint acercándose a ellos. Juno y Mitten iban observando todo con atención, mientras Altair, Ferenc y Johen parecían más interesados en las jovencitas que los saludaban desde los puestos de comida. - Tengo hambre. Anunció Altair de repente. - ¿Pero que dices? Acabamos de comer hace rato en Tarkka. Le contestó Cal girandose para verle mejor. - Pues tengo hambre. - Tú siempre tienes hambre Altair. Le dijo Cal cansinamente. - No es culpa mía. Se defendió Altair ofendido. - Ten. Le dijo Fenhir ofreciéndole un racimo de uvas que le acababa de obsequiar una señora mayor. - Que bueno eres. Le contestó agradecido el muchacho. - Gracias. Contestó Fenhir sonriendo. Y así anduvieron durante un largo rato dado a que había tanta gente en las calles que les resultaba imposible avanzar con mayor velocidad. Tampoco querían que todo el mundo supiera que eran ellos y se ocasionará un tumulto de personas arrojandoles flores o queriendo tocarles las piernas al pasar a su lado, así que mejor fueron recorriendo la calzada manteniendo un perfil bajo. Lo que Cal ansiaba con ganas era ver a su prometida, la extrañaba muchísimo y deseaba besarla con todas sus fuerzas. Fue entonces que pudo ver la periferia del castillo en el centro del reino que básicamente rodeaba la gigantesca edificación de mármol blanco. Las altas torres se alzaba impresionantes con sus puntiagudas atalayas que proyectaban hermosas sombras sobre la ciudad al recibir los inclementes rayos del sol. La ciudad le daba la espalda al sur, las calles y edificaciones daban la vuelta en espiral entorno al castillo de Estahan que a pesar de estar rodeado de una gruesa muralla, lo rodeaba hermosos jardines verdes, casas, edificios allá hasta donde alcanzaba la vista en un terreno circular hasta llegar a la segunda periferia que delimitaba la ciudad. Los muros de la la muralla eran muy altos, gruesos y fuertes. Ideales para repeler un ataque y poder soportar asedios prolongados. A Calisto le gustó la ciudad, no por nada Estes no sólo era el país más grande del mundo, si no tambien la ciudad más grande y más habitada, seguida de Baalos y después Tarkka. De repente se acordó de Fallhan y se entristeció, extrañaba la bella ciudad que había dejado atrás hace poco más de un año. - ¿Que sucede?. Le preguntó Darío al ver su expresión sombría. - Extraño Fallhan. Reconoció Calisto con tristeza. - Por increíble que parezca yo igual. Intervino Ferenc quien al igual que la mayoría había dejado a su familia en la ciudad norteña. - Aamon está haciendo muy buen trabajo allá en el Norte. Observó Fenhir. Todos asintieron, y la verdad era que en efecto, realmente Aamon estaba haciendo un trabajo estupendo como senescal en Fallhan. - ¿Volveremos pronto?. Le preguntó Juno a Cal. - Eso espero... Respondió apesumbrado, luego la tristeza creció aún más al recordar que Karlf fué asesinado en su recamara, recordó a Feist y su tortura. Fenhir notó la tristeza en su mirada, inmediatamente supo lo que pasaba por su cabeza, el muchacho instó a su caballo a avanzar y luego se acercó a su hermano. - Por favor... no comiences a torturarte con eso... Le pidió. - ¿Cómo?... - Te conozco muy bien. No te atormentes por todos esos recuerdos... ¿Puedes?. Cal contempló los azules ojos de Fenhir, luego asintió. - Está bien. Ya quiero verla Fen... la extraño mucho. Le dijo Cal en voz baja. - Yo aún no la conozco. Le dijo. Cal recordó que en efecto, Irithel y Fenhir no se habían visto todavía. - Te va a caer muy bien, es muy inteligente y simpática. Dijo Cal sonriente. - Bueno, entonces será mejor que apresuremos el paso. Al llegar a la barbacana del castillo Clint les enseño el mismo pergamino que rato atrás mostró a los otros guardias. Todos los miraron sorprendidos y les cedieron el paso. Al llegar al centro del patio y bajar del caballo inmediatamente todos los ahí presentes se acercaron a él reverenciandole. Al ver a Fenhir se conmocionaron aún más. - Majestades, nos han informado de su llegada tan repentina. Le dijo el que parecía ser el mayordomo. Cal apenas iba a abrir la boca cuando Fenhir le cortó inmediatamente. - ¿Dónde está tu Rey?. Preguntó con frialdad. El mayordomo miró a Fenhir de arriba abajo y enseguida decidió que no quería tener problemas con esa persona. - Le hemos avisado de su llegada al rey, como les repito no estábamos al tanto de que vendrían hoy, permítanos prepararnos cómo es debido. ¿Podrían esperar por favor un poco en lo que es el recibidor? Les hemos preparado bebidas y bocadillos. Fen miró a todos con exasperación y el resto de las personas parecieron temerle. - ¿Que haces?. Le preguntó Cal en voz baja sorprendido por la actitud tan hostil de Fenhir. - ¿Olvidaste lo que te dijo Irithel? Estás personas solo quieren verme muerto para ponerse a favor de Vraviria. Si les damos la oportunidad de que nos vean vulnerables o piensen que somos débiles estaremos acabados. Recuerda que el inmundo de Pertis quiere casar a tu novia con Zarad. Cal asintió. - ¿Piensas que hemos viajado hasta aquí, solo para comer bocadillos?. Inquirió Fenhir fingiendo sentirse ofendido. El hombre palideció al instante. - No... para nada majestades... para nada... no fue mi intención ofenderles... Cal sabía que aquel miserable no tenía culpa alguna de lo que él despreciable de Pertis estaba planeando. - Te agradecemos el gesto. Le dijo Cal amablemente, el hombre lo miró agradecido. - Pasen. Les pidió con voz tremula. Todos siguieron al pobre diablo que iba dando traspiés. Cal se percató de que el pobre era cojo y miró a Fenhir ceñudo. Fen al darse cuenta de lo mismo que su hermano se sintió mal por haber tratado mal al pobre mayordomo. Una vez dentro Fenhir no pudo contenerse y se acercó al hombre. - Lamento mucho haberte tratado de esa manera, yo no soy así. Le dijo. El hombre lo miró boquiabierto al igual que el resto de la servidumbre y soldados que se hayaban ahí. Un rey disculpándose con un simple sirviente. - Su majestad... No sé preocupe... - En verdad, lo siento muchísimo. Mi hermano y yo no somos así de descorteses y altaneros, mucho menos arrogantes, al menos no con quiénes no se lo merecen, no tratamos así a los plebeyos ni servidumbre, te lo digo enserio. No fuimos educados de esa manera, al menos eso intentamos hacer siempre. Cal les dedicó una tímida sonrisa a todos quienes los miraban con incredulidad. Se sentaron y comenzaron a picotear por aquí y por allá, pero antes de que comenzarán a ingerir los alimentos Azazel les detuvo. - Esperen... Azazel comenzó a probar todo antes de que éstos pudiesen ingerir los bocadillos. - ¿Que mierdas te pasa?. Preguntó Stavros con aire ofendido. - Sólo quería saber si no estaba envenenada... Con éso de que no quieren a Cal. Les contestó en voz baja. Esperaron durante unos segundos y al ver que no le sucedía nada Stavros se impacientó. - A la mierda con tus prevenciones... yo tengo mucha hambre, me importa un carajo si éstos pendejos le pusieron veneno a la comida. - No... Comenzaron todos a tratar de detenerlo sin embargo Stav ya no los escuchaba y comenzó a echarse bocadillos rápidamente a la boca, masticando cómo loco mientras el resto trataba de detenerlo. - ¡Déjenme! Sueltenme mierdecillas... Gritó Stavros en el forcejeo. Cal se dejó escurrir entre la silla con ganas de meterse debajo de la mesa, mientras se cubría el rostro con los dedos de las manos totalmente avergonzado. Todos los sirvientes los miraban estupefactos. - La comida no está envenenada sumajestades. Les aseguró el mayordomo. Todos los escoltas de Cal se quedaron quietos. - Prueba tú la comida... anda. Le instó Johen. El mayordomo cogió un poco de paté y lo comenzó a comer. Nada. Todos lo miraron aliviados. Stavros sonrió y continúo comiendo. Después de un largo rato todos parecieron encontrarse satisfechos. - ¿Y bien?. Le preguntó Ferenc al mayordomo quien les dijo que se llamaba Dellan. Dellan les sonrió con timidez y luego de unos segundos de vacilación le contestó. - Ya casi. Todos bufaron hartos. - ¿Que te sucedió en la pierna Dellan?. - Tuve un accidente hace unos meses dónde me lesione la rodilla al caer de muy alto mientras ayudaba a los sirvientes con la decoración para celebrar el día de la sembranza. - ¿Que es el día de la sembranza?. Preguntó Mitten. - Cuando celebramos la llegada de los primeros colonos que fundaron Estes hace casi ochocientos años atrás. Todos se sorprendieron bastante. - ¿Entonces te caiste colgando adornos?. - Vergonzosamente sí. Les dijo con tristeza. - ¿Aún te duele? Le preguntó Darío. - Sí, siempre. Azazel lo miró uno momento. Después de otro rato más les informaron que ya podían ir a conocer a Pertis. Anduvieron por mucho rato atraves de largos pasillos con hermosas vistas a los preciosos jardines multicolor hasta llegar a un gigantesco salón de mármol blanco repleto de personas. Todos los miraban sorprendidos y con mucha curiosidad. Pertis un hombre delgado de más o menos unos cincuenta años estaba sentado en su impresionante trono del mismo material que el salón, en lo alto de un estrado. Todos los presentes vestían ropas blancas dando una tonalidad monocromática por todas partes, los únicos que vestían de diferentes tonos eran Pertis e Irithel, quienes vestían de color rojo sangre contrastando abruptamente con el resto. Al verse Irithel y Cal sonrieron, luego casi al mismo tiempo ambos recordaron que supuestamente no se conocían, poniéndose entonces muy serios al instante. Pertis estudió a cada uno de los recién llegados con ojos inquisitivos, deteniéndose unos segundos en Altair, a quien había conocido poco más de dos años atrás cuando éste fué a darle la petición de Karlf para desposar a Calisto. Luego posó sus ojos en Fenhir y poco después en Cal, para luego mantener la mirada fija en el hermoso joven. Una vez frente suyo todos hicieron una leve reverencia, excepto Stavros, Fenhir y Calisto. Los presentes se percataron de esto y comenzaron a cuchichear. - Saludos Rey Pertis, permítame presentarnos, éste es Stavros Shrinka, Rey de Tarkka, yo soy Fenhir Rey de Baalos y él es Calisto II, Rey de Fallhan. Pertis asintió levemente conforme fue escuchando sus nombres. - Estos son nuestros lores y escoltas, Mitteran Polzk, Ferenc Stunias, Darío de Rosenk, Juno Astenias, el Conde Altair Nashor, Johen de Brass, Clint Brohnz y “Asael" Mist. El Rey Pertis los miró a todos con detenimiento para luego centrar toda su atención en Calisto. - Así que tú eres Calisto Helihanis. Dijo con voz grave. Cal dió un paso adelante y le dedicó un cortés saludo inclinando levemente la cabeza. - Es un placer conocerlo. Le dijo sonriendo. Pertis se percató de cómo las jóvenes y mujeres maduras miraban a Calisto y sonreían cómo tontas. - Te imaginaba distinto. Le dijo Pertis de manera cortante. - ¿Cómo?. - Menos... delicado. Varios de los hombres presentes rieron por lo bajo, sin embargo Cal río aún más. - Soy delicadamente un cabrón maldito que jamás pierde. No soy alguien fácil de matar, jamás permito que se burlen de mí, muchos se hayan en el purgatorio por haberse atrevido a intentarlo... Le contestó Calisto sin dejar de sonreír, ocasionando que los que antes se reían quedasen en silencio, inclusive Pertis quién logró reconocer la amenaza directa. - Ya veo... así que ahora eres un Rey... - Y uno estúpidamente rico. Sí. - Ser rico no es lo mismo que ser respetado. - No... ser rico te hace ser más importante y más valioso, el oro compra el poder... no hay nada que el oro no pueda comprar... excepto tal vez la vida. Le contestó Cal sin dejar de sonreír y mirarlo con aire despreocupado mostrando evidente altanería. - ¿A si?. - Claro... justamente le he pagado una buena cantidad de oro a Shrinka por mandarme miles y miles de hombres a Medraz para matar de una vez por todas a ese idiota de Zarad. Le dijo Cal. - Así que sí... el oro en efecto da poder... y mucho, y por ende respeto. Cal pudo ver la rabia asomarse en el rostro de Pertis. - Ya veo... ¿No crees que pecas de arrogante?. - Soy muy arrogante, soy muchas cosas, soy hermoso, vanidoso, orgulloso, inteligente pero no cobarde, no soy idiota y mucho menos confiado. Todos se tensaron al escuchar el tono amenazante de Calisto. - Pensé que vendrías con más hombres. Contestó Pertis haciendo evidente en que no tendrían oportunidad si él decidía matarlos a todos de una vez por todas. Cal y el resto cuadraron los hombros ante la hostilidad de Pertis. - No necesito un ejército, Lucifer y Azazel viajan conmigo todo el tiempo, éste es Lucifer y éste es Azazel... cómo verá los rumores son ciertos. Todos se sobresaltaron incluído Pertis, Cal reafirmó su posición. **¡Hola! Gracias por leer El Rey Infame, te agradecería si compartes está historia y la primera parte El que no debía ser Rey. Esto con la finalidad de llegar a más personas, me ayudarías mucho. I <3 U**

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