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{LEXUS} UN BETA PARA MÍ.

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intro-logo
Blurb

Rayan es obligado a mantener un compromiso con un príncipe renegado de otro planeta. Para Rayan, Dan Hamilton es un hombre orgulloso y pretencioso del cual no puede pasar un día sin discusiones que los llevan a una relación poco ética. Dan Hamilton hará lo imposible para cancelar el compromiso con Rayan, aunque que podrá hacer cuando sentimientos que no deberían de estar comienzan a surgir.

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PARTE 1
Cuando las cosas se vuelven difíciles las personas más desagradables suelen culpar a los demás, culpan a aquellos que no tuvieron voto alguno en sus decisiones; eso mismo hacía Florence, el padre Omega biológico de Rayan. Cuando Florence recordaba su marginada vida solía culpar a su hijo por sus desgracias. Tenía dos hijos más, pero Rayan era el menor; era el único hijo bastardo de un alfa Wail que lo embarazo cuando Florence ejercía la prostitución para sobrevivir. Cuando Florence supo de su embarazo, decidió no intervenirlo, pensó que ese hijo sería su seguro para una mejor vida, y cuando se dio por enterado que no sería así, lo odio con cada célula de su cuerpo. Rasguñaba su panza, se golpeaba contra las paredes y se tomaba todo tipo de licor para poder demostrar lo mucho que odiaba a ese feto y cuando ese bebé se aferró a vivir Florence no tuvo más que aceptar esa condena. Si era un Omega al menos podría sacar ventaja de su cuerpo, sin embargo, cuando Rayan nació y el análisis del médico le dijo que sería un alfa, Florence se maldijo por su mala suerte. Cuando Rayan creció, aquellos rasgos alfas cobraron vida, era un hermoso niño alfa con rasgos hermosos, aquellos orbes azul intenso se exponían sobre su hermoso rostro haciendo que todo aquel que lo viera se quedará encantado. Rayan había escuchado en más de una ocasión a su padre despotricar insultos y romper los muebles de su abandonado departamento. Era el mismo día de cada mes, Florence se paraba fuera de la mansión de aquel alfa Wail esperando que aquel sujeto se compadeciera y decidiera tomar a Rayan como su hijo, sin embargo, por más que lo intento, nunca funcionó y cuando aquel sujeto se casó, Florence perdió toda esperanza. —¿Seguro es un alfa Wail? La señora analizó al pequeño Rayan de arriba a abajo. A aquellas manos regordetas y las mejillas rojas. —No se ha manifestado aún, pero su padre era de rango Wail. La señora que sabía que aquel niño sería un alfa, dudo de si sería de rango Wail. —Le juro que será Wail al manifestarse. —No quiero vagas declaraciones, Florence. Estoy buscando a un Wail que se case con mi hija. Si tu hijo no es Wail no me sirve de nada. Con esas últimas palabras la señora salió de la casa y Florence la siguió con apremio. Rayan aún en la silla sentado con calma se preguntó sobre quién era aquella señora. Una semana después la señora regreso, sosteniendo su mano había una hermosa niña Omega. —¿Es él? —preguntó la niña vacilante. —¿Qué piensas Aví? —Es muy chico. Aví tenía como mínimo un pie de altura más grande que aquel niño. —Está creciendo —habló Florence con apremio. —Apenas tiene dos años. Aví y su madre se giraron sorprendidas hacia Florence. —¿Dos años? Aví tenía cinco años y este niño solo dos años y solo tenía un pie de altura en diferencia. Fue entonces que la señora sonrió. Si tenía tanta altura para apenas tener dos años entonces aumentaba la posibilidad de ser Wail. —Está bien Florence. Lo llevaré conmigo, te daré una pensión mensual suficiente para vivir sin preocupaciones. Florence asintió alegre. —Lo alistaré ahora mismo. —No. Florence se detuvo con pánico a que cambiara de opinión. —Lo llevaré conmigo cuando se manifieste. Aunque Florence protestó la mujer no cambio de opinión. Solo espero a la mujer y su hija se marcharán para insultar, tomó al pequeño Rayan por el brazo sin importarle si lloraba o se quejaba del dolor y lo empujó sobre el colchón mal oliente. Lo mantuvo encerrado durante todo el día sin importarle si comía o no, fueron sus dos hermanos mayores quien de vez en cuando entraban al cuarto y llevaban consigo pan o leche, lo que conseguían de la cocina. —No llores, si te escucha golpeará. El mayor sobó la cabeza de su hermano menor con suavidad intentando consolarlo. Del otro lado, la única habitación preparada y que no apestaba a humedad estaba en constante uso. Era hay donde su padre Omega recibía a sus clientes. Una noche cuando su estómago se sentía pesado y angustiado Rayan lloró mucho, aquel hermano mayor del cual ni siquiera conocía su nombre se despertó y lo observó con cuidado. El niño vio las manos sucias de su hermano y fue a la cocina por un poco de agua. Fue entonces cuando estruendo golpea la casa. Rayan gritó sollozando. Los gritos de su padre se escuchaban adoloridos. A la mañana siguiente, su padre Omega no despertó, durmió durante todo el día y para cuando lo volvió a ver el mayor de los hermanos notó que tenía grandes moretones en su rostro. Había veces en las cuales el mayor pensaba que su padre hacia cosas indebidas otras sentía miedo de que esos hombres que visitaban con constancia a su padre le hicieran daño también a él y sus hermanos. Su más grande miedo se hizo realidad; una noche, su padre abrió la puerta donde los tres niños se escondían por las noches, Rayan no sabía sobre la situación o sobre por qué su hermano mayor lo sostuvo con tanta fuerza. Incluso cuando su hermano mediano fue arrastrado hacia afuera de la habitación Rayan no lloro, solo observó como el mayor de ellos, se aferraba a no soltar al mediano. Fue golpeado y azotado contra las mugrosas paredes llenas de moho. —¡Por favor, por favor! No te lo lleves. Florence miró al mayor de esos niños con repudio. —Es un niño Omega, su cuerpo está diseñado para esto. Florence sujeto a su hijo mayor y lo llevo hacia otra habitación dejando a Rayan solo en aquella lúgubre habitación, el mediano desapareció en los brazos del hombre que desde ese día fue su dueño. Rayan no volvió a ver al mediano, y solo unos días después, el mayor lo abrazó con fuerza mientras lloraba tantas lágrimas que bien podría mojar la ropa entera de Rayan. —Debes aguantar, estarás bien, tendrás una mejor vida que yo u Otis. Solo debes aguantar, no te venderá o lastimar de más, te necesita. Eso fue lo último que Rayan escucho de aquel niño que después crecer no recordaba su rostro, voz o feromonas. Cuando Rayan cumplió los 9 apareció otra mujer de aspecto cansado para ser una mujer tan joven, Rayan sentado sobre la acera de su casa miró a la mujer de arriba a abajo. —¿Tú…? La mujer lo sujetó por los hombros y lo asfixió con un abrazo tan fuerte que Rayan sintió quedarse sin aire. La mujer ignoró los llantos del niño y siguió con su abrazo tan fuerte hasta que Florence apareció con una bata envuelta en su cuerpo y apestando a licor y feromonas. —¡¿Qué hace, suéltelo?! La mujer que se puso de pie tomó las manos de Rayan y negó. —Es mi hijo. Florence la miró con recelo. Pensó que era una pobre demente. Arrancó a Rayan de sus manos y lo empujó adentro. Rayan escuchó como su padre insulto a aquella mujer desde afuera, más no prestó mucha atención al ver que del cuarto medio abierto se filtraba un apestoso olor a feromonas en celo. Ya tenía edad suficiente para sentir feromonas y saber de quienes eran. Y así fue constante la visita de la mujer, cada mañana, cada tarde y cada noche aparecía en la puerta y tocaba el timbre sin cesar. Un día apareció un hombre, Florence lo vio y recibió como si fuera uno de sus clientes, lo trató con especial atención, este no era igual a los demás, era un rango Wail con una belleza exagerada y ojos tan celestes como el cielo azul. Cuando el alfa vio a Florence acomodarse en el sillón y desprender feromonas, el Alfa se acomodó y habló. —No he venido aquí por sus servicios. Florence arrugó las cejas indignado. —¿Quién es usted? No ofrezco otros servicios, si no está aquí por eso, retírese. El alfa se sobó la comisura de sus ojos y prosiguió. —Mi mujer ha estado viniendo cada día a su puerta, insiste en que su hijo nuestro hijo ya muerto. —¿Y qué tiene que ver eso conmigo? Si su esposa está mal, llévela a un psiquiátrico. El hombre se tragó el insulto que estaba por escupir. —He investido un poco sobre usted y sus hijos. Florence se quedó helado. —Su hijo menor es un bastardo ¿O me equivoco? —Señor, —habló Florence irónico —Todos mis hijos son bastardos soy un prostituto. El hombre ignoró aquellas palabras y prosiguió dispuesto a apoyar su mujer hasta el final. —No andaré con rodeos, ¿Cuánto quiere por dejarme adoptar a su hijo? Florence se carcajeó en su lugar, entendió un cigarro e inhaló. —Eso no se va a poder. Ese bastardo ya está vendido. El hombre volvió a suspirar y sacó una libreta de su abrigo oscuro. —Dígame, ¿Cuánto quiere? Lo que sea que le ofrecieron se cuadruplicó. Florence examinó al hombre, la costura de su ropa era la más fina que alguna vez había visto en sus clientes, se notaba que tenía dinero, aunque no sabía cuánto. —¡Por qué mejor no lo quintuplica! La intención de Florence era espantarlo no quería ser estafado por alguien a quien no conocía. El alfa suspiró inexpresivo. —De acuerdo, como desee. El rostro de Florence se contrajo y rápidamente estalló en gritos. —¡¿Cree que soy idiota?! Nadie pagaría por ese bastardo tanto dinero. Ya de por sí, le parecía que cuatro veces el monto era demasiado bueno para ser real, Pero aceptar quintuplicarlo fue un chiste que rayaba en lo falso. —¡Largo de mi casa! Cree que soy tan tonto para dejarme influenciar de su aspecto falso. —No era mi intención. —¿Cuál es su intención? Robarme a mi hijo solo por qué es un alfa Wail. El rostro del alfa enfrente de Florence se ensanchó lleno de asombro. —¿Es Wail? Lo dijo como si está fuera la primera vez que escuchaba sobre esta información. —No finja no saberlo, es por eso que está aquí ¿No? El alfa negó con suavidad. —No es así. Vine por capricho de mi esposa, si su hijo resulta ser de rango Wail, es aún mejor para mi familia. Aquellas palabras hicieron que Florence se dudará. Hablaba sobre el rango Wail como algo normal, ¿Será que su familia es rango Wail? —¿Quién es usted? El hombre en cuestión no dijo nada, se puso en pie y caminó hasta la puerta. —Si cambia de opinión debe llamarme. —Lo haré. El alfa se detuvo en la entrada. —Cinco cifras, eso prometió. El alfa asintió. —Se los transferiré… —¡No! —discrepo Florence. —Lo quiero en efectivo. Le daré al niño si me trae el dinero. El hombre solo asintió y se marchó. Pasaron una y dos semanas. Florence había perdido la esperanza de que aquello fuera cierto, incluso ya había hablado con la madama que quería comprar a Rayan. Fue entonces que volvió a aparecer el hombre. Florence que pensó en insultarlo se contuvo expectante al maletín que parecía pesado. Esta vez Rayan estaba también sentado en la sala desordenada. El sujeto que tenía un aspecto noble y adinerado, examinó a Rayan con decoro. Su color de cabello que es un marrón más claro a los de sus dos hijos y los ojos azules más puro que el celeste de Noa y Marlon. Aunque tenía un rostro muy bello comparado a sus dos hijos. Florence abrió el maletín revisando el contenido dentro, quedó con la boca abierta y la saliva se le secó. Era tanto dinero como nunca antes lo había visto. —Los papeles del niño. Exigió el alfa. Florence no dudo al entrar al cuarto y entregar los documentos que ya tenía preparados para la madama. El alfa leyó cada línea de las páginas y arrugó su frente al darse cuenta de que aquel niño no tenía nombre ni apellido en sus documentos. Florence miró a su hijo y solo le dedicó una sonrisa oblicua. —Pórtate bien, si te regresan te juro que… —¿Qué cree que hace? —la voz firme del alfa detuvo el regaño de Florence. —De hoy en adelante usted no tiene nada que ver con ese niño. Florence miró por última vez a su hijo y dedicó una mira de poco interés. —Como sea. No quiero que llego me lo regrese. —Eso no es de su importancia. De ahora en adelante es mi hijo y nadie, ni siquiera usted tiene derecho a hablar de él como si fuera de su propiedad. Florence se enfureció por esa arrogancia, más no quería perder el dinero que ahora era suyo, lo ignoro y solo asintió. ¿Quién será este hombre y por qué tiene tanto dinero? —Tráiganlo. Los dos guardaespaldas que hasta entonces estaban a espaldas del alfa, fueron hasta Rayan y lo sujetaron con tanta delicadeza que parecían temerle a lastimarlo. Florence esperó que su hijo llorara, Pero no fue así, ese niño salió de esa apestosa casa sin siquiera mirarlo. Cuando Rayan entró en la aeronave miró todo con asombro, esa cosa era algo que nunca antes había visto ni en sus más grandes sueños. El alfa que lo adoptó no le dedicó ni una palabra, Rayan pensó que este sería el comienzo de una vida igual o peor que la ya vivida. Fueron horas de trayecto por carreteras que para él eran nuevas y asombrosas. Para cuándo la aeronave se detuvo, Rayan se cohibió. —Baja. El alfa ordenó y Rayan con un poco de desconfianza bajó, sus piernas flotaron en el borde de la aeronave sin poder tocar el asfalto. Temeroso de bajar, Rayan fue sujetado por el alfa adulto y bajado de la aeronave con delicadeza. El hombre que lo trató con indiferencia durante todo el trayecto sujeto su mano y lo llevo hasta la mansión. Tan grande era la mansión que Rayan no podía ver el cielo aun si estiraba su cuello, había tantas flores y jardines tan cuidados, jamás había visto tanto verde en solo lugar. En casa dos metros había un hombre vestido de n***o con gafas y postura firme, la puerta de la mansión se abrió sin que el alfa adulto la tocara. —Mi señor. Un mayordomo apareció. Miró hacia el niño mugriento que sujetaba la mano de su señor y suspiró. —La señora y sus hijos ahora están en la capital. El alfa asintió. —Llévalo arriba, enseñarle su habitación y dale ropa nueva. Que esté presentable. Con eso en mente el mayordomo dio una reverencia y estiró su mano hacia las escaleras. Rayan dudo en seguirlo. —Ve con él. Ordenó el alfa y Rayan asintió, no por gusto pensó que esto era lo único que podía hacer, ya que ahora él era pertenencia de este hombre. Las paredes de aquella mansión parecían estar forradas de oro sólido, todo era tan resplandeciente, nada se comparaba a lo que pudiera comprar con su casa anterior. El mayordomo pidió que se le quitará la ropa y Rayan en ese momento se enfrió con miedo. Sabía lo que aquellos hombres iban a buscar a casa de su padre Omega. Rayan con manos temblorosas se despejó de la ropa mal oliente. El mayordomo lo guío hasta la tina de baño en la cual dos mucamas con esponjas de baño lo limpiaron con delicadeza hasta que la piel blanca cobró vida. El cabello largo y quebrado parecía tener tanta friz que las mucamas hablaban con el mayordomo para una solución. Pasaron dos minutos antes de que un hombre apareció en la habitación. Admiro a Rayan y negó. —¿Qué le paso a su cabello? Aquel hombre era el peluquero de muchos nobles y jamás había visto un cabello tan horrible. —¡Cállate! Haz tu trabajo y si algo sale de estas paredes serás condenado. El peluquero se exaltó y asintió temeroso. Cortó cabello como pudo, afiló las cuchillas y aplicó tantos productos como pudo para poder manejar el cabello rústico. Las mucamas al igual que el mayordomo se quedó asombrado una vez el resultado había culminado, un rostro hermoso y unos ojos tan intensos que parecía atravesar con la mirada. La ropa igualmente confeccionada de tela cara y perfume espléndido. Al igual que todas las mucamas presentes supieron enseguida que este niño era un alfa Wail. Con un poco de tiempo un médico también lo examinó con cuidado, descartando enfermedades. Después de bajar a la mesa, Rayan miró el comedor que rebosaba de tanta comida como era posible, majares de todo tipo y carnes de todo tipo. —Ahora pareces un noble y no un marginado. ¿Cómo tanto como quieras? Rayan no respondió solo miró su comida sin decir nada. El alfa adulto lo observo dándose por enterado que no sabía cómo comer aquello que está sobre la mesa. Le hizo una mueca al mayordomo y este fue quien puso cada porción de comida en el plato de Rayan. —Consíguele clases de modales para antes de que comience la temporada social, para cuando partamos a la capital este niño ya debe de haber aprendido todo. El mayordomo asintió. Por la mañana siguiente, las mucamas lo levantaron temprano y lo alistaron dándole desayuno de la mejor calidad con los respectivos nutrientes para un niño de su edad. Y entonces comenzaron las clases día y tarde durante tres meses. —¿Cómo van sus clases? —Es espléndido señor. Es inteligente y dedicado, aprende rápido. Está listo para hacer su debut en la capital. El hombre miró a Rayan. —¿Ya hablas? —Sí, lo hago. El alfa sonrió con más precisión y orgullo. —Bien, mañana partiremos a la capital, supongo que ya te explicaron todo. El mayordomo asintió. —Mi esposa, está embarazada, tendrá a nuestro cuarto hijo pronto, no debes preocuparte por nada. —¿Cuánto hijo, señor? El alfa adulto lo miró extrañado. —Así es. Tenemos dos hijos, Marlon Clerefth y Noa Clerefth. Rayan asintió ya sabía esa información debido a las lecciones que el mayordomo le había dado. —Y tú. Con esa última declaración Rayan alzó la mirada hacia el hombre. —Tú también eres nuestro hijo, así que aquel bebé será el cuarto en la familia. —¿Yo? Esa información el mayordomo no se lo había dicho. Rayan miró hacia el mayordomo y este le sonrió. —Sí, tú. Rayan Clerefth. Eres el mayor, sé gentil con tus hermanos. Rayan abrió los ojos. El mayor. Era algo que realmente nunca había experimentado, pero tenía vagos recuerdos sobre haber tenido un hermano mayor. —Haré lo que pueda. CONTINUARÁ.

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