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“¡Maldición!”
La copa que lanzó aquel hombre en contra de la pared se hizo trizas, él estaba furioso y se podía ver en sus ojos. Su respiración era acelerada y sus fosas nasales se abrían, dejando en evidencia este aspecto.
“¡Es una perra! La quiero matar con mis propias manos.”
“Señor, debe calmarse. Entiendo que se siente enfadado, pero destrozar la oficina no es una opción.”
“¿Enfadado? No, no estoy enfadado sino iracundo. ¡Confiaba en ella en todos los aspectos! Le confié mi trabajo y también mi corazón. ¿Y qué fue lo que hizo? Se largó con mis diseños a la competencia y todo para asegurar un puesto que perfectamente le hubiera dado en la empresa. ¡No solo me jodió el trabajo, sino también mi vida privada!”
Cada jarrón, cada papel y todo lo que estaba en aquella oficina fue destrozado por completo. Lo único que quedó fue una fotografía de aquel hombre, siendo acompañado por una mujer que sostenía su brazo mientras sonreía a la cámara.
“¿Por qué me has hecho esto, Samara?”
El rostro del hombre se distorsionó por la rabia y lanzó aquella fotografía contra el amplio ventanal que estaba en su oficina, haciéndolo pedazos.
“Por hoy déjame en paz”, él miró a su asistente. “Ya mañana veré cómo arreglar el desastre que Samara dejó en mi empresa.”
Aquel hombre salió de su oficina, él se encontraba devastado y furioso. Muchos de sus empleados lo veían con una especie de lástima y de temor, se había acostumbrado al último sentimiento, pero el primero era una novedad total en su vida.
“¡¿Qué ven? Vayan a trabajar, que para eso es que les pago.”
Todos los empleados se dispersaron como si fueran hormigas, él llegó al aparcamiento y fue directo a su coche. Una vez ahí subió al vehículo y al encenderlo rugió de manera potente.
Él aparcó su coche bastante lejos del bar al que pensaba ir, ya que habían varios carros aparcados. La molestia no fue disimulada, pensó que las cosas no podían empeorar cuando de la nada una mujer salió corriendo de un local y terminó por chocar con él.
“¡Por un demonio!”
Aquel hombre sintió cómo el peso de la mujer lo comprimía, puesto que terminaron en el suelo. Cuando intentó ver el rostro de aquel ser tan torpe, fue imposible, ya que una melena rubia lo cubría por completo.
“¡¿Acaso eres ciega?! Él la lanzó a un lado y ella rodó bruscamente. “No puedo creer que existan personas tan torpes como tú.”
“¡¿Qué es lo que te pasa?! ¿Acaso te consideras un hombre?” Ella apartó su melena y miró a aquel hombre con rabia. “Tú eres el que se ha interpuesto en mi camino, pero claro, ustedes, al estar en la cima del mundo, piensan que los demás también lo están. Pues no, para tu información tengo un trabajo y voy con el tiempo completo.”
“Espera un momento.” Él la detuvo con fuerza. “Solo me has insultado y no me has ofrecido una disculpa. Hazlo de manera apropiada.”
“¿Y tú cuándo me vas a pedir disculpas? Porque te recuerdo que me has lanzado como si fuera un saco de papas.”
“Querida, tú no eres un saco de papas. Eres una tonelada de papas, así que no te ofendas que te traten por lo que eres.”
“Entonces no me culpes por tratarte como lo que eres.” Ella lo miró de pies a cabeza. “Lo siento mucho, eunuco. Te digo así, porque solo alguien así es capaz de tratar mal a una mujer.”
La mujer corrió como si la muerte fuera por su alma. Ella era una mujer curvilínea, sus caderas se movían al mismo tiempo que aquella cabellera rubia.
“¡Hey tú, no me digas así, espera un momento!” Él gritó y quiso seguirla, pero se detuvo. “Está loca, en serio que sí. En fin, no es mi asunto.”
La chica llegó a una cafetería que estaba a unas cuantas cuadras del sitio en el que había chocado con aquel hombre. Rápidamente, marcó su entrada y lanzó un suspiro profundo mientras veía que, a pesar de todo, pudo llegar a tiempo.
“Por poco” una compañera la saludó. “Un día de tantos te vas a venir muriendo, Mina.”
“No veo lo negativo en la muerte, así descanso de trabajar tanto.”
Ella rápidamente se puso su uniforme y ató aquella melena tan grande para ponerse una gorra de servicio que tenía el logo de la cafetería.
Los clientes llegaban uno tras otro y el vapor salía de aquella cafetera industrial. Mina atendía a cada uno de los comensales con una cálida sonrisa.
“Bien, es hora de mi descanso”, Mina colocó una toalla a un lado. “Enseguida, vengo.”
Ella fue a su zona de descanso y ahí comenzó a dibujar con agilidad en una libreta. Mina en poco tiempo logró dibujar un hermoso vestido con una falda semi amplia que tenía cola de pato.
“Vaya”, su compañera llegó donde ella “en serio que tienes talento, y pensar que te estás pudriendo en esta cafetería donde pagan menos del mínimo.”
“Hay gastos que debo cubrir”, Mina cerró su libreta. “Pero en algún momento voy a ser una gran diseñadora, de eso no tengo duda. Y una vez que se me presente la oportunidad de cumplir mi sueño, no voy a dejarlo ir y me voy a aferrar como un náufrago que se aferra a una tabla.”
“Bueno, espero que cumplas tu sueño.”
Luego de que el descanso de Mina llegara a su fin, ella se fue a trabajar y no tuvo tiempo de nada en ese momento. Paso atendiendo a cuantos clientes llegaban.
“5, 4, 3, 2, 1, ¡Listo!”
Cuando el reloj dio las nueve de la noche, ella se quitó su delantal y se fue a cambiar con la misma ropa que llevaba antes. Tomó un camión que la llevó a una zona de mediana clase y entró a una casa algo austera.
“Buenas noches”, ella miró a su familia en la sala. “Nos vemos mañana.”
“Espera, Mina”, la mujer se levantó y extendió su mano mientras movía sus dedos. “Dame las propinas que has ganado. Mañana tengo reunión con mis amigas y tu hermano necesita dinero para disfrutar con sus amigos.”
“Mamá, ya te he dado lo de la semana. Hemos quedado en que las propinas me iban a quedar a mí porque necesito cubrir mis gastos personales y también el transporte.”
“¡No me respondas así!”, ella le dio una bofetada que dejó su mano en la mejilla de Mina y la lanzó al piso. “Es tu responsabilidad contribuir con esta familia, así que dame las propinas para así cubrir los gastos de tu hermano y los míos.”
Los ojos de Mina estaban rojos de cólera. Aquella mujer, al ver a su hija que la miraba de tal forma, le lanzó un libro que sostenía en sus manos.
“¡No me veas así y dame el maldito dinero!”
“¿Por qué me odias tanto?” Mina se levantó del suelo y sintió cómo la sangre se deslizaba por su piel. “Se supone que soy tu hija, mamá. Pero me tratas como si fuera tu peor enemiga.”
“Si no fueras tan contestona conmigo y cumplieras con tus responsabilidades en total silencio, nada de esto estaría pasando.”
“¿Lo dices en serio o solo son palabras vacías?”
“¡Ya cállate y dame el maldito dinero!”
Mina, al final, le dio las propinas a su madre; ella, al ver la cantidad que le habían dado, miró a aquella mujer con total desprecio.
“¿En serio esto es todo?”, ella resopló llena de fastidio. “No puedo creer que hicieras tanto alboroto por algo tan tonto.”
“Las propinas no son lo de antes, ahora, si me disculpas, me tengo que ir a mi habitación.”
Mina se fue a un cobertizo que estaba fuera de la casa, ahí ella tenía su cama que estaba casi deshecha, unas sábanas luyidas por el uso y una almohada toda aplastada.
“¿Y mis cosas?”
Mina miró en su escritorio los espacios vacíos, llevó sus manos a su cabeza y jaló su cabello fuertemente.
“¡Mamá!”, ella entró en la casa dando un portazo. “¡¿Qué has hecho con mis cosas de diseño?! ¿Por qué has entrado a mi cobertizo?”
“Tu cobertizo se encuentra en mi propiedad, y respecto a tus cosas de diseño, te informo que las he lanzado a la basura junto con esos estúpidos dibujitos que hiciste porque tienes tiempo de sobra.”
“¡Esos dibujitos eran mis diseños y las cosas que has tirado son mis materiales que tanto esfuerzo me ha costado comprar!”
“¡Justo por eso es que los he lanzado! Tu habitación se encuentra hecha un desastre y me doy cuenta de que andas malgastando el dinero en cosas absurdas. En vez de comprar lápices, papel de dibujo, pinturas, telas y máquinas de coser, deberías darme más plata para así solventar los gastos de esta casa.”
“¡No puedo creer lo que escucho! ¿Acaso soy la única persona que vive en esta casa? Porque te recuerdo que tú y mi hermano bien pueden trabajar. Incluso el inútil de tu marido puede conseguir otro empleo durante los días de la semana porque solo trabaja en sábado. ¡Ya estoy harta de mantenerlos a todos y créeme que estoy a nada de irme de esta casa!”
“¡Mina, detente!” La mujer gritó mientras caminaba en dirección a su hija. “¡¿Dónde vas?!”
“¡Voy a por mis cosas!”, ella gritó “¡No pienso permitir que mi sudor se vaya a la basura!”
Mina se fue al contenedor de basura y se metió, ahí comenzó a revolver todo lo que estaba a su paso y después de mucha búsqueda fue que encontró sus materiales de trabajo.
“Vaya, hermanita”. Ahora, al parecer, te encuentras en la faceta de pepenadora de basura, espero que eso traiga más dinero a la casa.”
“Escuchen los tres, no me provoquen porque me estoy cansando de su maldita actitud. Saben bien que si me largo de esta casa, van a estar jodidos —ella miró a su madre —. No te metas con lo único que me has dejado, porque como enemiga puedo ser la peor. Ya la tonta Mina se les acabó…