bc

Las razones por las que puedo tenerte

book_age16+
22
FOLLOW
1K
READ
revenge
arrogant
student
drama
bxg
gxg
bisexual
heavy
kicking
city
like
intro-logo
Blurb

La vida de Andrómeda Kerz va muy mal: no tiene amigos, su hermana más popular que ella no deja de intentar hacerla sentir inferior, nadie la soporta(aunque con esa lengua bífida no es para menos).

La vida de Zett Morrison va muy bien: tiene "amor", buena reputación, dinero, un cuerpo envidiable. ¿Qué podía salir mal? Exacto, solo una cosa, se fijo en ella. En Andry Kerz, la chica tuvo el descaro de besar a su hermana Sarah cuando él la invito a su casa, ahora está averiguando todos sus secretos y Colt Morrison(su querido hermanito menor) no tiene la decencia de callarse la boca.

Resulta que Andry sólo se metió con él por venganza, que no siente nada concreto y que no tiene miedo de destruirlo.

Nada la puede parar, y Zett no está acostumbrado a perder.

chap-preview
Free preview
Él.
Un silencio había inundado la estancia, mis compañeros me miraban boquiabiertos; las expresiones en sus rostros eran tan variadas que iban desde el odio hasta la admiración. Sabía que expresar mi opinión sobre “la doble moral feminista” me acaería ciertos problemas, incluso insultos en el momento; durante la clase de filosofía, en que expresara aquello pero no estaba preparada para aquel silencio hosco que amenazaba con desmoronar mi seguridad. Repentinamente los aplausos, que comenzaron con apenas un par de palmoteos se hicieron atronadores, el momento de tensión se desvaneció y me permití dejar escapar todo el aire que había estado conteniendo durante el mutismo. El timbre sonó una vez que los vítores se hubieron evaporado por completo, me escabullí lo más rápido que pude de la clase: quería evitar cualquier tipo de confrontación. «Pelear no es lo mío» y no era que yo fuese la persona más pacifista y menos confrontativa del mundo; todo lo contrario tenía una situación diferente, a la que mi madre le gustaba llamar “problemas de agresividad”. Yo prefería creer que no era algo tan grave como para ser denominado así, simplemente era una mujer fuerte.  En el fondo mi progenitora tenía razón, pero mientras pudiera negarme y tuviera los argumentos adecuados para defenderme sabía que todo iba a estar casi bien. No es que me diera por pelear por nimiedades como el hecho de que alguien me botara su malteada en la ropa, solía dejar pasar ese tipo de eventos fortuitos siempre y cuando no fueran notoriamente a propósito, lo que me enervaba indudablemente eran las faltas de respeto (y suponía que a todas las personas les sucedía, sólo que yo exageraba). Larrisa me interceptó por la espalda, sus manos fueron directamente a mi cabello: un jalón que por poco me bota. Me volví hacía ella a punto de estallar en una ira CORROSIVA. «Maldita sea, justo cuando estaba recordando el porqué de mi insanidad», vi su gesto de molestia y era sumamente  grotesco; tenía las mejillas enrojecidas y los ojos achinados, me pareció un insulto a sí misma tener el rostro casi tan rojo como el cabello.  Me miró desafiante, inflando pecho, posicionada para lucha. Yo elevé las cejas, me había provocado, estaba más que dispuesta a desmontarle la mandíbula de un izquierdazo. —No debiste decir eso, en la clase—la miré entrecerrando los ojos; mis palabras no tenían la intención de denigrar a nadie; fueron puntuales, certeras y reales —No entiendo tu odio al feminismo. —Yo no lo odio, ¿no has visto mi perfil de **?—negó en silencio—pues ahí dice que me inclino por el anarcofeminismo—respondí mirándola de forma retadora— soy partícipe de el, como puedes ver... ¿Cómo podría ser detractora de una ideología que busca empoderar a mi género mediante la igualdad?, simplemente... En la clase: hablé con la verdad, están convirtiendo lo que era paridad en supremacía. Criticar un movimiento social en el que crees es la mejor forma de engrandecerlo y evitar que se transforme en una doctrina.  —Los hombres son una basura.—dictaminó, rodé los ojos. Que mujer tan intensa, nisiquiera había puesto atención a mis palabras—su valor es equivalente al de una mierda.  —¿Por qué tienes que hacerlo todo referente a los hombres?  —No tengo ninguna razón para responderte—gruñó mientras se acercaba e intentaba darme una cachetada. Retrocedí instintivamente, el puñetazo salió disparado a la cara de mi adversaria casi sin que tuviera que pensarlo, resonó con fuerza; un crujido seco y certero. Ella cayó de espaldas, y unos instantes después soltó un chillido agudísimo, que me me dejó un timbre palpitante en los oídos durante varios segundos.  Cuando separé la vista de la chica herida en medio del pasillo, denote a la Señorita Moni; mi profesora de inglés. Le sonreí con aprensión, ella negó en silencio; no era la primera vez que me llevaba a la oficina del director, de hecho ella en específico había sido la primera profesora en llevarme allí por un caso de agresión, hacia dos años cuando estaba en segundo.  *** El director estaba ocupado; una llamada urgente, por lo que tuve que sentarme afuera, era como si la banca de maderada estuviera esperando allí por mí. La pared blanca del largo pasillo estaba cubierta de pinturas en óleo; había de todo: pueblos fantasmas, retratos de antiguos directores, lagunas, establos, bosques, y mucho más. Las frías baldosas se extendían por el resto del colegio en un extenso ajedrez, nunca me dio buena espina que el piso pareciera una mesa de juego, desde mi punto de vista: era tétrico. Un tipo apareció como por arte de magia, traía una chamarra de cuero y jeans rotos; la visión de aquello me pareció como salida de una película de muy mala calidad. No me saludó, simplemente se sentó en una solitaria silla que estaba del otro lado de la puerta del cubículo. El aroma de su perfume inundó la estancia, no dio un encanto hipnótico a su presencia; sino que me incomodó, nunca me había gustado el perfume de hombre. Podría jurar que era la única mujer en el mundo que detestaba aquello, o al menos no conocía a ninguna otra, prefería el olor de la piel limpia y enjabonada; algo más sencillo. Aquella esencia ya me comenzaba a marear, el dolor de cabeza se intensificó en unos instantes; si bien era un lugar abierto no se podía evadir aquel penetrante aroma. —¿Por qué estás aquí?—preguntó el tipo repentinamente, su tono era tan ronco y masculino que inquirí mentalmente si acaso lo estaría forzando, o a lo mejor el sujeto estuviese resfriado. —Golpeé a una hembrista con principios de fundamentalista.—contesté—él no dijo nada por lo que imaginé que era mi turno de cuestionar—¿Y tú?. —Estaba consumiendo dentro de la institución—a que sustancia se referiría con “consumiendo”, rápidamente me embargo la curiosidad.  —¿Qué era lo que...? —Vodka—me interrumpió. —Ah—no me pareció tan malo, incluso yo había bebido dentro de el colegio, así que para sonar amistosa le dije—debiste invitar. —No te conocía—me observó en total silencio, sus rasgos eran en sumo atractivos: pómulos cincelados, mandíbula cuadrada, nariz levemente respingada, cabello oscuro y lustroso, altura memorable y ojos claros.— Y no te ves como alguien a quien le guste la bebida.  —Pues me encanta, existen ocasiones en las que he llegado a consideradarme “alcohólica” cuando comienzo, luego ya no puedo parar, hasta que ese feo sabor del etílico me pasa por la garganta como agua. Una risa espontánea y sensual se escapa de él—Me agrada tu estilo—confiesa. —A mí el tuyo. Badboy rudo y rebelde.  —Y te sorprenderá saber que este malote sólo está aquí por un trámite: soy el hijo de James—arqueé las cejas conmocionada, no sabía que el mandamás tuviera un hijo—puedo salvar tu trasero sí quieres sólo debo decirle que no llame a tus padres y te lo deje pasar por ésta vez.  Si yo hubiera sido una chica honesta, buena, educada y sensata me hubiera negado ante tal ofrecimiento; a sabiendas de que tenía que afrontar las consecuencias de mis actos, pero por suerte no lo era. Así que acepté. Fue genial librarme de la tortura de escuchar a mi madre con sus sermones “anti-violencia” , sabía que ella terminaría dándole la razón a la tal Larrisa Peks, puesto que nunca me apoyaba en nada. Adoraba culpabilizarme, según ella esa era la mejor manera de que yo aprendiese. Definitivamente no lo era, me hacía sentir  desplazada; yo la quería muchísimo pero esas actitudes me decepcionaban tanto que sólo deseaba irme de su lado para dejar de ser tan miserable.  Salí de allí con una sonrisa estampada en el rostro y me dirigí a la clase de historia, mi materia favorita. Normalmente no me ilusionaba tanto estudiar, pero esta era la última semana de clases; estábamos recibiendo promedios finales y milagrosamente, por primera vez en cuatro años de secundaria, no había reprobado ninguna materia, sólo me faltaban por recibir tres notas; que los profesores de complementarias revisaran el proyecto final para dentro de una semana y ya. Sería libre. Añoraba ese momento, nunca me había gustado mucho estar en aquel ambiente. Historia fue un abrir y cerrar de ojos, literalmente, la profesora me indicó que había pasado a la perfección, para seguidamente pedirme que me retirara; a lo cual obedecí sin chistar. La clase olía pésimo, alguien había vomitado en horas de la mañana y el hedor aún no se evaporaba por completo.  Fuí a sentarme frente a la vieja cancha de baloncesto, que se encotraba abandonada desde hacía años; allí era donde prácticabamos Educación Física, que era lo que más me agradaba además de la amplia gama de las Ciencias Sociales. Me encantaba el deporte, desde el atletismo hasta el golf; creo que lo único que no me gustaba era el fútbol americano, situación que provocaba que diferiera mucho con mis compañeros; los cuales eran grandes seguidores, incluso teníamos un equipo (supuestamente muy bueno) al que todos iban a ver durante la temporada, no dudaba que probablemente yo fuera la única que jamás había asistido a un sólo partido de los Murders, pero es que hasta su nombre invitaba a alejarse lo máximo posible. El lugar se encontraba completamente vacío lo único que desprendía era quietud, se respiraba el aire de la soledad y no había nada en el mundo que me agradara más que eso. No es que yo fuera una asocial, que aborreciera al resto porque los consideraba inferiores sino que prefería no interactuar con los demás, vivía en mi mundo, no quería unirme a un grupo determinado y tener que transformar mis ideas para encajar. Sabía que tenía una personalidad dual, que en lo que a mi concernía no podía expresar mi ser en intermedios; o era blanco o era n***o. No había un gris en mi vida. Recordé al sujeto que había visto, parecía sacado de un libro; era demasiado atractivo tanto así que parecía un ente irreal, me pregunté como hasta ese momento no me había dado cuenta de que el director tenía un hijo. En cuanto lo analicé rápidamente denoté que eran exageradamente parecidos, como si uno fuera la versión antigua del otro y ambos pertenecieran a un mismo modelo. El problema residía en que jamás había visto al “tipo Vodka”, cuyo nombre por cierto no me había dicho; suspiré deseando que apareciera repentinamente... No para vivir una gran historia de amor, en absoluto: quería beber. Cuando tenía un encontronazo solía deprimirme unas horas después, la decepción de nuevamente haber contrariado los juramentos, que ahora eran solamente palabras vacías, que le había hecho a mi madre me hundió, no entendía de donde había sacado esa conducta desagradable.  En mi familia nadie era problemático(en ese sentido, solo en muchos otros) a excepción de mí. Todos grandes personalidades: artistas, empresarios, médicos, abogados, políticos e incluso gobernadores. Estaba casi segura de que en aquel largo linaje nadie había, siquiera, ido a la cárcel. Estrictos, sinceros, amables, generosos y abiertamente filántropos los Kerz eran realmente personas admirables; sin duda alguna yo era el eslabón perdido, la oveja negra predestinada a arruinar el renombre de mis antepasados, siempre o era una salvaje o era una santa. No hubo un sólo día en que no tuviera la seguridad de que había algo extraño en mi mente, recuerdo cuando me llevaron a consultar a un médico que me remitió a un psicólogo que a su vez me remitió a un psiquiatra:  “bipolaridad”. Yo tenía los principios para estar mentalmente enferma.  Nadie sabe cuanto daño me he hecho, cuando todo está bien y de un momento a otro mi autoestima se desploma al subsuelo; cualquier cosa puede quebrarme: un comentario hiriente, una mala noticia, una amistad falsa. Y cuando me rompo los pedazos se resquebrajan con tanta facilidad y termino tan herida que en muchas ocasiones solo deseo morir. No sé si puedo con tanto, no se me da bien sobrellevar  cambios tan bruscos, soy una persona problemática. Puedo comportarme bien pero la contrariedad habita bajo mi piel, soy un monstruo aún sin proponerme serlo y no es que me moleste eso; después de todo la humanidad se ha vuelto tan cruenta que yo soy, nada más y nada menos, que otra consecuencia. Soy otra hija de la injusticia, de la deshumanización, de la doble moral. En el fondo hay mucha bondad inmersa en mí, puedo otorgarla a cualquiera que se la merezca. «Pero es difícil cuando el mundo parece querer borrar tus sentimientos a punta de horror» . Ya había salido, no tenía que ir a clases de nuevo pero no quería ir a casa con todos haciéndome sentir insegura por mi nuevo corte de cabello (corto) y mi figura poco agraciada, es increíble como tu propia familia puede aplastar tu auto-confianza. Sabían lo débil que era y aún así tenían una extraña aversión a verme feliz. Muchas veces yo era mi único apoyo, cuando ya no podía más, cuando sentía que el corazón se me iba a romper de lo mucho que me dolía el pecho... Me llenaba de valor: «Andry(que es el apelativo con que todos me llaman por que mi nombre: Andrómeda es un tanto complicado) tu eres perfecta, cada centímetro de tu piel es perfecto...» pero autoengañarme por lo general no funcionaba, decido despejar aquel pensamiento; duele recordar.  Al levantar la vista me topo con el mismo sujeto de antes, supongo que viene a relajarse un rato hasta que finalmente se sienta al lado mío. Es una extraña casualidad, me molesta su presencia: quería estar sola para ahondar en mi depresión, no se me hace lindo que alguien interrumpa el doloroso momento. Además es ridículo que viniera luego de que yo pensará que eso pasaría.  Lo ignoro, no sé cual es el plan del tipo y estoy tan decepcionada de la existencia que tampoco me interesa averiguarlo.El hecho de que esté aquí, me parece tan absurdamente cliché que inevitablemente una sonrisa ladina se dibuja en mi rostro.  —¿Todo bien?—pregunta, su voz es tan ronca que parece la de un trabajador de “línea caliente”, la comparación no se me había ocurrido antes, lástima: es risible.  —No.—la sequedad de mi respuesta hace que arqueé las cejas inquisitivamente—tranquilo, yo nunca estoy bien. —¿Enserio?. —A menos que esté ebria—él capta la indirecta inmediatamente, una sonrisa perversa se forma en sus labios. Creo que esa mueca haría temblar a cualquiera; exceptuandome, estoy insensibilizada ante casi todo. —¿Quieres ir a tomar?. —No deberías ni preguntarlo, aunque... Que sea moderado: sólo me gusta embrigarme los fines de semana, además hoy no tengo ganas de hacer estupideces. —Hmm—tantea:—¿A qué te refieres con “estupideces”?. —A llamar a mi ex. Eso es lo único que no debo ni quiero hacer pero que siempre termino... Si. —Bueno, compremos un par de Smirnoff saborizadas y vamos a un parque cerca de aquí, luego podemos ir a comer pizza para que se nos baje.  —Suena tentador pero aún eres un completo desconocido para mí, apenas te vi por primera vez hoy en la mañana; creo que sería imprudente que vaya contigo, no antes me hayas dicho tu nombre.  «¿Cómo te llamas?, yo soy Andrómeda pero puedes apodarme como quieras, a excepción de sobrenombres como: “v****a asesina”, “culo maloliente”, “ano dentado” o algo así de horrible».  —Yo soy Zett Morrison.—extiende su mano, hago lo mismo y nos damos un fuerte apretón—un gusto conocerte.  —Y otra condición: dime ¿Por qué me estás invitando a salir de insofacto?, me siento como en un fanfic.—seguro dirá: “tus indirectas son fáciles de comprender”.  —No quiero sonar engreído pero eres la primera chica, en mucho tiempo, a la que le hablo y no está mojando las bragas. —Que comentario tan machista. —No lo dije con ánimo de ofender—pues igual lo hiciste, pienso—es que desde que me hablaste hoy en la mañana supe que quería una amistad así en mi vida: eres diferente, agradable y te muestras sin pretensiones. Asiento en silencio, aunque pienso que no me conoce lo suficiente para decir eso pero tampoco me importa porque de todos modos no tengo nada mejor que hacer. Luego de un rato más de charla nos vamos a comprar las bebidas, no puedo negar que aunque Zett sea un sujeto muy agradable lo envuelve un aura de misterio y extrañeza tan palpable como el frío, parece medio demente, es casi etéreo. Verlo caminando en medio de la gente lo hace lucir inhumano, como si fuera más consciente que el resto, como si su alma fuera tan vieja como el mundo y hubiera sufrido tanto que su consciencia elevada le permitiera no cuestionarse la existencia. 

editor-pick
Dreame-Editor's pick

bc

UN TOUCHDOWN A TÚ ❤️

read
225.1K
bc

AMOR CON ODIO

read
12.2K
bc

Casado con la ¿Gordita?

read
311.6K
bc

Efimero (Devil's touch)

read
372.2K
bc

En los Zapatos de Renatas

read
1.1K
bc

Mi jefe esta paralitico

read
3.2M
bc

Una esposa de mentira. Saga familia Duque.

read
7.9K

Scan code to download app

download_iosApp Store
google icon
Google Play
Facebook