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Internada

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Blurb

La vida de Nathalia Mitchel cambia drásticamente al verse en una nueva casa, con su padre, quien luego de la muerte de su madre, la trajo a vivir con él.

Una madrastra, un hermanastro y un nuevo... ¿Instituto?

Si es que se le podía decir así.

Porque el Internado de Canadá, era todo menos eso.

Lo único que ella sabía, es que había quedado, internada.

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Capítulo 1
Nathalia Miro con indiferencia por la ventana del avión, mis sentimientos estan completamente revueltos estos últimos días, la sensación de asfixia aún no desaparece de mi pecho cada vez que recuerdo a mi madre, quien murió hace unos pocos días. Y la situación no mejora al ver a mi padre, quien en mi vida había visto, frente a mi puerta, con un papel que dice que tenía mi custodia. La realidad es que no quería irme, pero aún soy menor de edad y tengo que dejar mi vida en España para mudarme con el a Canadá. Donde me espera una nueva casa, y no sólo eso, sino que ahora tengo que lidiar con una madrastra y hermanastro. ¿Lindo no? Suelto un suspiro y cierro mis ojos queriendo tomar una siesta, en la que no se si podre descansar del todo, el recuerdo de mi madre en esa cama de hospital se repite una y otra vez en mi mente haciendo que la tristeza me llene. (...) Siento como mueven mi hombro levemente despertándome de mi magnífico sueño. Abro los ojos parpadeando para acostumbrarme a la luz y frunzo el ceño al ver a mi padre hablando por teléfono, este al ver que lo observo me señala que lo siga. Me levantó del asiento del avión privado y camino detrás de el hasta que estamos fuera del avión. Veo como algunas personas cargan nuestras maletas hasta un lujoso auto haciendome sentir incómoda. ¿Es que no tenemos manos para hacerlo nosotros mismos? Me subo en el auto en silencio y este emprende camino hacia mi nuevo hogar. Muevo mis manos nerviosa por no saber lo que me espera pero decido distraerme para no pensar en ello. Busco mi viejo celular y le marco a mi mejor amiga. Maya. —¡Nathy!—Chilla ella al otro lado de la linea. —Hola amiga—parpadeo ahuyentando las lagrimas y dirijo mi mirada a la ventana. El clima aquí es más frío que en España. —¿Como te fue? ¿Ya llegaste?—pregunta rápidamente. —Estoy bien, y ya llegamos—indico. Escucho su suspiro de alivio y luego su voz. —Ya te extraño peque, espero no me cambies—musita. Niego con la cabeza y una sonrisita se forma en mis labios. —No lo haré, mandale saludos a James—respondo y el auto se detiene. —Sabes que no lo haré, lo detesto—espeta con gracia. —Bien, ya lo haré yo, ya llegamos a casa, me voy—exclamo. —¡Vale! ¡Adiós! Cuelgo el telefono y dirijo mi vista hacia mi padre quien me mira expectante. —Hija, se que no nos conocemos, pero quiero que eso cambie, se que estas pasando un momento difícil, tienes mi apoyo—dice. Asiento con la cabeza y el suspira. Ambos bajamos del auto y yo abro la boca con sorpresa al ver la mansión frente a nosotros. ¡¿Cuantas personas viven aqui!? —¿Te gusta?—pregunta a mi lado. —Si.... Es decir, es linda, pero es muy... Grande. El suelta una risa y me indica que lo siga. Hago lo que me dice y ambos nos dirigimos a la entrada donde el abre la puerta con toda confianza, sus pasos se dirigen a un lugar desconocido para mi y minutos después puedo notar que estamos en un living, las paredes son de color café claro, hay una gran televisión y una biblioteca en la pared, los costosos sofás me hacen ver cuanto dinero tiene mi padre, algo de lo que yo nunca estuve enterada, dado que mi madre me daba la menor información posible. Escucho unos tacones resonando por todo el lugar haciendome desviar la mirada hacia la entrada, donde entra una mujer pelirroja muy bonita. Su piel es brillante y su sonrisa es amable. Ella me mira y luego a mi padre haciendo que sus ojos se achiquen. —Buenas noches—escucho su voz. —Hola amor—dice mi padre, dándome la información que necesitaba. Ella es mi madrastra, quien parece una... Buena mujer. No me da mala espina, por lo menos no en la primera impresión, así que no me cuesta darle una oportunidad. Después de todo, viviré con ellos. —Hola—musito mirándola. Ella, luego de abrazar a mi padre se acerca a mi y extiende su mano. —Soy Adela, es un gusto conocerte Nathalia—se presenta estrechando mi mano. Le regalo una ligera sonrisa amable, intentando dejar mi personalidad asocial atrás. —Igualmente—respondo. –Bueno, ahora que se conocen, ¿Que les parece si cenamos?—pregunta mi padre. Miro a Adela y ella sonríe ampliamente. —¡Falta Mateo!—chilla cruzándose de brazos. —Ese muchacho... Creí que estaría aquí—susurra por lo bajo mi padre. —¿Quien es Mateo?—pregunto con curiosidad. —Mi hijo—responde Adela con una sonrisa—Tu hermano. Ay no... —Ah, vale... Emmm... Me gustaría dejar mis cosas en la habitación y... luego comer algo—susurro con incomodidad. —Claro... ¡Selia! ¡Selia!—grita mi padre y segundos después una señora viene en nuestra dirección—lleva a mi hija a su habitación. Ordena para luego irse de la mano con su esposa. La señora frente a mi asiente y me sonríe. —¿Siempre es así?—pregunto refiriéndome a mi padre. Ella suelta una risita y asiente. —El señor Mitchel es una persona muy importante y ocupada, casi no pasa tiempo en casa—aclara guiándome a mi nueva habitación. —Entiendo—musito confusa a la vez que nos páramos frente a una puerta de color blanco. Esta tiene una "N" grabada. Alzo una ceja y tomo la perilla pasando. Busco con mi mano el interruptor hasta que doy con el y enciendo la luz haciendo que mi vista se dirija a la inmensa habitación. Las palabras se atoran en mi garganta al ver tanto... Lujo. Es simplemente hermosa. Las paredes son de color morado, en un lado de la habitación hay una gran biblioteca, a su lado esta una puerta, me dirijo a esta y al abrirla abro los ojos sorprendida al encontrarme con un gran armario. Lleno de ropa. Suelto unas cuantas exclamaciones en mi idioma favorito, el italiano y salgo del armario mirando el resto de la habitación. La cama es inmensa, creo que allí cabrían al menos cinco personas. Pero lo que más me gusta es el pequeño escritorio con una Laptop arriba de este. Admito que la tecnología era mi fuerte, más que cualquier otra cosa, talvez en esta casa no lo notarían. Por lo menos, no por ahora. Pero yo era una hacker excelente. Luego de unos minutos de admirar la habitación me dirijo a la gran cama, acostándome de golpe. Hoy fue un día agotador, el viaje me dejó exhausta, además del tumulto de sensaciones que me hacían querer huir de mi realidad. Pero debía acostumbrarme. Así que con ese pensamiento cierro mis ojos cayendo otra vez en un pesado sueño del cual no quería despertar (...) Despierto por la música proveniente de afuera. Frunzo el ceño confundida y me levantó a averiguar quien rayos pone esa música a las... Volteo la cabeza para ver el reloj notando que son las 2 am. Y yo que iría a comer. Pfff, que desastre andante soy. Salgo de la habitación e ignoro la música proveniente de la puerta del frente, suponiendo que es la de mi nuevo "hermano" Y camino por la casa buscando la cocina. Mi estómago rugía y sólo quería volver a la cama Mi madre decía que parecía un perezoso, porque me la pasaba durmiendo, pero la realidad es que eso es lo mejor del mundo, sonrio con melancolía ante ese pensamiento y continúo con mi camino. Encuentro—¡por fin!—la cocina y celebro en mis adentros. Busco algo que comer y término escogiendo un sándwich, saco los ingredientes y empiezo a prepararlos tarareando la canción que se escucha hasta aquí, ese chico estaba medio loco pero tenía buen gusto musical, tampoco es que buscara conocerlo ni nada por el estilo, soy una persona bastante selectiva al momento de escoger a las personas con las que paso tiempo, pero al ser obligada a venir aquí, supongo que no tengo muchas opciones. Mi cuerpo se mueve al ritmo de la música hasta que escucho un carraspeo que me hace pegar un brinco, haciendo que la salsa de tomate vuele por la cocina. —¡Joder!—chillo mirando al chico frente a mi quien sonríe con burla. —¿Que estas haciendo?—pregunta mirando a su alrededor —Algo de comer ¿No ves?—digo rodando los ojos e intentando limpiar el desastre que el causó. —¿Eres Nathalia?¿no?—pregunta. Lo miro con obviedad y el levanta sus manos en son de paz. —Y tu eres mateo—digo dándole un mordisco al sándwich. —Exacto, sabes, creó que será bueno que estudiemos en el mismo instituto, así nos conocemos—suelta con amabilidad. Lo miro confundida y lo señalo. —¿Quien te dijo que quiero conocerte?—suelto bruscamente y el alza las cejas, pero entonces analizo lo que dijo—¿Estudiar en el mismo instituto? —Si, ¿No lo sabes? Papa te inscribió en el internado. Mi confusión aumenta con mis ganas de largarme de aquí. —¿Internado?—pregunto y el resopla. —Si, el internado Helen high school. ¿Que? Ay no. Eso quiere decir... ¡Que estaré en un internado! ¡No! —No no no... ¿Estas hablando enserio? Pregunto y el asiente. Bueno, no podía ser tan malo, ¿o si? Después de todo, tengo una nueva vida, y acoplarme era inevitable, si lo hago me esperan días mejores, aunque el dolor no desaparezca, aunque sea la herida deja de sangrar. —El internado no es tan malo—escucho su voz luego de un rato. —Lo es para una persona libre. —No es una carcel—aclara frunciendo el ceño. —No discutire contigo. —Solo intentaba ser amable. Asiento dándole una mirada recelosa para luego volver a mi habitación. Creo que me esperaba una interesante estadía.

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